Capítulo N°3 : A menudo el sepulcro encierra sin saberlo dos corazones (III)

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Ingreso con dudas, mirando hacía el piso y apurado. Sé que él se dará cuenta que hoy será una sesión diferente. Quiero huir, necesito hacerlo, sin embargo no soy cobarde. Debo, aunque me cueste, enfrentar a la verdad. Me acomodo en el asiento, mientras Gerbero responde un mensaje, el pequeño buda de oro en el mueble a su izquierda me regala algo de serenidad. Me pide disculpas varías veces mientras, sin levantar la mirada, escribe. Es el momento ideal para irme, sin embargo cuando estoy por pararme, me mira con desaprobación.

—¿Cómo te encuentras hoy Ethan? —no está tan serio como la última vez, hasta modificó su vestimenta, es más casual.

—Bien... ¡Bah! Normal... El bien y el mal no se definen por un estado de ánimo, sino por lo que sucede en el día... Estuve rodeado de muerte, rodeado de gente triste pero pude salir inmune. La muerte es solo otra etapa más de la vida, simplemente eso. Por ahí es un bienestar para algunos...

—¿Y para ti qué es? ¿Qué es la muerte?; solo dime qué piensas con respecto a morir.

—Si tu punto es si ostento el miedo a morir, no es así, mi miedo es irme sin dejar algo por lo que pueda ser recordado, ese es otro cantar. La muerte para mí, como dije antes, es simplemente una etapa más de la vida, un cambio de estado. En un momento estás y, al siguiente, no. Solo busco el equilibrio entre ellas para intentar estar en paz. Gastar energía en algo inevitable es perder el tiempo. Entonces uno se tiene que centrar en lo que realmente importa.

—¿Cómo tu hija? ¿Tu trabajo? ¿Tu familia?

—Es lo más importante —no quiero agregar más.

—¿Qué es lo que te tiene tan impaciente? —me mira las manos que no dejan de moverse.

—No estoy impaciente —me acomodo por cuarta vez el anillo de bodas— solo ansioso. Te aclaro por si no lo hice antes porque no lo recuerdo, no me gusta la psicología, que ingresen a mi mente y averigüen cosas... —trago saliva.

—¿Tan grave es lo que tienes para ocultar?

—¡No! —niego con enojo.

Un escalofrió sube por mi espalda, necesito salir de esta habitación, me falta el aire. Pero realmente lo que está sucediendo es que el señor Frykt quiere tomar posesión de mí; quiere que agarre la lapicera que tengo a mi derecha y saltarle a Gerbero para terminar con ella en su ojo, por suerte aún lo puedo controlar.

—No, tan grave no es, solo que a veces rodearme de la toxicidad de las emociones genera en mí un gran malestar. Aborrezco ver gente llorando, sufriendo alguna perdida en particular —digo fastidioso.

—No te desvíes del tema —me dice con tono brusco— ¿Qué ocultas que no quieres que salga a la luz?

—Nada importante, la sesión pasada hablamos de mi infancia y de otras cosas de las cuales no deseo rememorar y me trajeron recuerdos de esa época...

—Te escucho —mueve sus manos.

—Cuando terminé la secundaria y no realicé los duelos correspondientes a esa edad, nació en mí— me siento muy incómodo con lo que estoy por decir, un calor envuelve todo mi cuerpo, muevo la cabeza de un lado a otro— una necesidad de hacer daño, de generar dolor.

—¿Y cómo aplicabas ese daño o dolor? —se acomoda sus lentes

—Con el pensamiento... Solo por ahora con el pensamiento. Con mi imaginario, donde, por ejemplo, una persona ejercía sobre mi algún malestar y yo me imaginaba matándola. Pero solo eso, nunca pasó a mayores.

—Noto por tu tono de voz y tu inquietud que tienes mucho miedo de que pase a mayores... Ethan —adelanta su cuerpo y entrelaza sus dedos, al mirarme me entrega cierta serenidad—. El imaginario a veces nos hace desear cosas como medio de canalización de traumas o simplemente acumulación de cosas que nos afectan. Realmente, ¿cuál es tu mayor miedo?, ¿matar a alguien o hacer daño a un ser querido?

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora