Capítulo N°11 : No busco venganza sino el camino hacia la verdad(II)

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En las horas de la tarde, mientras disfruto de un buen café y prosigo la lectura de la novela, sé que no tengo mucho tiempo que perder, Cristina me viene a buscar para ir al velatorio de Luke. Termino mi último sorbo de café, me coloco mi saco negro, los lentes y me dispongo a salir. Llegó con un auto de alta gama gris. Me hace señas para que ingrese y, cuando subo, la saludo con un beso.

—Qué día triste el de hoy —dice mientras arranca.

—La verdad que sí —respondo colocándome el cinturón de seguridad—. Luke no merecía morir, era muy joven... No tuve mucho trato con él, según me supieron decir era un joven muy inteligente.

—Más de lo que te puedes imaginar —me mira y vuelve la vista al frente—. Me enseñó todo lo que sé. Una vez, me narró una historia donde estuvo a punto de ganar una competencia nacional de matemáticas sin embargo falló en la última instancia. Cada vez que rememoraba esa anécdota veía añoranza en sus ojos. Yo lo impulsé a que intentara de nuevo pero... Bueno, ya es tarde —le cuesta terminar la frase, se le entrecortan las palabras, Cristina es una mujer muy sentimental.

—Nunca es tarde, por más que uno fallezca —me rasco la barba de tres días—. Yo creo que él no fracasó, no tuvo esa pizca de suerte que tiene el campeón. Sus familiares lo van a recordar, ese es el premio mayor que cualquiera puede tener. Uno puede conseguir los mejores títulos, millones en el banco pero si nadie te recuerda, luego de un tiempo pasas a ser la nada misma.

—Hoy estás muy filósofo —dice intentando sonreír.

—Sabes que lo soy en las tardes —le devuelvo la sonrisa.

—¿Averiguaste algo de tu familia?

Un puñal atravesó mi corazón, me había olvidado de ellas, pero Cristina con su inocencia hace preguntas bastante dolorosas. Me miro las manos, tiemblan nerviosas y con sudor...

—No sé nada aún —miro por la ventanilla—, están paseando y siendo felices.

—Perdón si te molestó lo que pregunté, no quería incomodarte.

—No me incómodas, solo es que....

—Las extrañas —me toma de la mano justo cuando se detiene en un semáforo—, yo entiendo lo que te pasa, sabes que estuve en tu lugar muchísimas veces y soy experta en el desamor. Si yo fuera ella, no te hubiese dejado.

—Sí, pero no lo eres —retiro mi mano.

Hay un silencio atroz, mi ira hizo que mi filtro no funcionara y hablara de más... Y no soy experto en pedir disculpas, o mejor dicho, en sentir culpa. Meto mis manos en mi bolsillo derecho, saco mi celular, aún no me responde y me desespera no saber nada de Emma. Espero que necesite a su padre como yo necesito de mi hija.

—¿Cómo está Albert? —pregunto rompiendo el silencio.

—Bien, se quedó en su casa pintando un cuarto, le gusta innovar en diferentes combinaciones de colores, él dice que le ayuda a cambiar las energías. Es muy creyente de las enseñanzas Budistas.

—Interesante que puedan compartir más cosas —libero un suspiro imperceptible, estoy desesperado por llegar a destino.

—Sí, puede ser...

Durante los restantes cinco minutos ninguno de los dos habló. Ya hace tiempo que la conozco, si se queda callada es porque le molestó rotundamente lo que le dije. Pero, es la verdad, ella no es Jess. Mi esposa es única, por esa razón me casé y tuvimos a Emma. Si no, hubiera elegido a Cristina. Sé que me tengo que alejar porque la relación se está volviendo tóxica. En este último tiempo intentó acercarse demasiado y, cada vez, me cuesta más alejarla. Es una atracción dada las circunstancias de mi soledad y la falta de cariño. Como decía un psicólogo, el deseo no va de la mano del amor. Aunque sea verdad, no va a pasar conmigo, yo nunca estaré con ella.

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora