Capítulo N°2: Una obsesión te puede llevar al borde de la locura (II)

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El taxi me deja en la puerta del consultorio, aunque hubiera preferido venir caminando, se me hizo tarde. Me fumo un cigarrillo antes de entrar, me ayuda a pensar y ordenar las ideas. Es la primera vez que enfrento a un psicólogo y si digo que estoy tranquilo, mentiría. A veces pienso que si hablo de mis problemas sería como abrir la compuerta de un dique, que destruiría todo a su paso. Hay momentos en los que siento que esto que me sucede es solo una pequeña gota en el océano y otros, un tornado en una habitación.

El Señor Frykt no está contento en este momento, busca salir.

Llamo al timbre, y ante el sonido empujo para entrar. El pasillo es largo, bastante iluminado. Antes de que pueda golpear la puerta del consultorio, se abre y aparece Gerbero. Un hombre de mediana edad, vestido con una camisa negra, corbata roja y un pantalón a cuadros. Con canas que ya taparon su color natural, lentes que combinan con su camisa. Su rostro me inspira confianza y su sonrisa me invita a entrar.

El sillón azul, expresa calma, esfumó todas las ideas que traía para tratar en mi primera sesión. Aunque pronto esa calma se transformó en ansiedad, mis miedos en penumbras, no obstante si algo aprendí en mi vida es a callar mis emociones.

—Bueno Ethan, dime qué hizo que decidieras venir —dice con una sonrisa amigable.

Luego de un titubeo digo:

—Vine para que me ayudes, mejor dicho, me recomendaron venir para que me ayudes.

—¿Y tú crees que necesitas ayuda?

—La verdad no considero que la necesito, pero si el mundo que me rodea lo dice, en algo debo estar fallando.

—¿Y dónde crees que estás fallando? —se acomoda en su sillón.

—Hoy en día en varias cosas, en el pasado mucho más —me acaricio el rostro.

—Ethan, entiendo tu ansiedad, tus resistencias. Pero quiero que te relajes y comiences a hablar... De lo que desees, no hace falta que sea el eje central por el que has venido.

Suspiro y digo:

—Trabajo en una empresa de seguros sociales, soy el encargado de realizar los balances y presupuestos. Algo que es bastante aburrido, estudié varias carreras pero nunca pude terminarlas por factores externos, como tiempo, dinero... Estoy casado hace cuatro años con Jess y tengo una hija pequeña de catorce meses llamada Emma... Mmm... No sé qué más puedo decirte para que no parezca una entrevista de trabajo.

—¿Por qué estás en un trabajo que te parece aburrido? —se aclara la garganta.

—Por lo económico, uno debe intentar darle lo mejor a su familia...

—Y ¿crees qué solamente lo económico es importante para ellas?

—No, por supuesto que no, sin embargo —me silencio uno segundo y continúo— es uno de los pilares fundamentales. Tengo que estar en condiciones de darle a Emma todo lo que necesite.

—Ethan, ¿te sientes en falta con tu hija?; ¿o quieres solucionar a través de ella lo que no puedes enfrentar?

Juego con mi anillo, carraspeo y digo:

—Creo que enfrento todo lo que se me presenta, y con ella siempre estoy en falta porque cometo errores pero esos errores me ayudan a ser mejor padre.

—Entonces, si te enfrentas a todo lo que se te presenta, ¿por qué viniste a buscar mi ayuda?

—Bueno, me enfrento a todo o casi a todo —titubeo— pero no siempre llego a las soluciones.

—Te escucho —me mira con atención.

—Bueno, en mi infancia sufrí mucho bullying en muchos aspectos, enfrenté el problema sin embargo no creo que lo haya solucionado.

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora