Capítulo N°2: Una obsesión te puede llevar al borde de la locura(I)

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Logro levantarme con dificultad, el dolor no cesa por más analgésicos que me receten. Cuesta mucho llevar una vida normal cuando a uno lo consideran héroe. Asumo que una persona normal siempre tiende a salvar a otra y no por hacerlo eres de otro planeta. Yo realicé un acto de nobleza porque ella merecía vivir y ahora me quieren hacerme un monumento. Miro fijamente un punto en la pared mientras espero que el agua llegue a su punto, el aroma del café en la mañana enamora a cualquier mortal. Es en este momento de paz, cuando entre ese perfume, mis pensamientos y el silencio de las primeras horas se unen en un punto, es donde encuentro algo de optimismo. Solo algunos pocos días de la semana siento que puedo arrollar el mundo, sentirme tan poderoso que nadie me puede detener.

Mientras la computadora se termina de encender, huelo la fragancia del café recién preparado y le doy un gran mordisco a una tostada con mermelada de frambuesa. Las mañanas que no voy a trabajar soy un hombre libre, un hombre que puede pensar, vivir, primordialmente ser. Hace ya dos años que tomé conocimiento del asesino que nació en Coverwall. Algunos le dicen Oscuro, ese apodo representa lo que él es, un sádico nato, un carnicero. Yo aún no decido cómo nombrarlo, siento la curiosidad de darle un apodo para volverlo más personal, pero aún no encuentro una explicación racional a mi necesidad de integrarlo a mi rutina. Algo de él me atrapa.

Su primera víctima, Sofía Stuart, mujer de veinte y tantos. La raptó un día lunes y la soltó en el bosque a la vera del río Rojo para cazarla como a un ciervo. Según los informes policiales, Sofía recibió un disparo en la pierna derecha a la altura de la rodilla, inmovilizándola. Para luego ser degollada de oreja a oreja. Para complicar aún más la investigación, quemó el cuerpo. Se pudo comprobar que se trata de un hombre de mediana edad, de seguro su hobbie sea cazar, algo que yo difiero totalmente. Mi gran hipótesis es que es un hombre de familia, con un estatus social por encima de la media y con un aspecto normal. Debe ser sociable y muy religioso. Es sumamente inteligente, no dejó ni pistas ni indicios. El fuego acabó con todo.

—¿Qué haces en la computadora? —pregunta Jess sacándose las lagañas— tienes que ir al control médico

—No es necesario que vaya a la cita —digo sin quitar la vista de lo que estoy leyendo—. Me dijo el doctor que debía darle tiempo a los analgésicos.

—Bueno, hagamos de cuenta que creo tu historia, ya eres grande y puedes decidir por ti mismo —dice dirigiéndose a la cocina.

Me centro en lo que leo y no logro salir del estupor, cada día que pasa se esta volviendo peor:

El asesino serial llamado Oscuro ha atacado nuevamente, en las afueras de Coverwall, secuestró a una mujer de veinticinco años de edad llamada Amanda Watson. Según informó la fuente policial, luego del secuestro la llevó al bosque a la vera del río Rojo donde atacó a su primer víctima, Sofía Stuart.

Esta vez no la cazó sino que se dedicó a torturarla y luego la descuartizó viva, para finalmente quemarla. Como ha sucedido desde que apareció Oscuro, no hay ni una sola hipótesis de quién se pueda tratar, el miedo invade nuevamente a la ciudad. ¿Seguirá este monstruo atacando a la gente inocente?

—No lo puedo creer —digo en voz alta— otra vez atacó como si nada... Es imposible atrapar a una persona tan fría y tan profesional.

—¿Qué sucede? —dice Jess revoleando los ojos.

—El asesino ha atacado de nuevo...

—No puede ser —suspira nerviosa— parece que se divierte...

—Eso no lo dudes, se divierte como nadie en este mundo. Ama matar, ama el sufrimiento, nació para esto.

El gran deseo del Señor Frykt es ser como Oscuro... No... Es ser mejor que Oscuro.

—¿Y crees que es imposible que la policía lo atrape?

—La verdad que como están llevando la investigación, sí. Existen los asesinos organizados y desorganizados. Claramente él es muy organizado, con un modus operandi cambiante y sobre todo una personalidad sombría, y más inteligente que los detectives —me rasco la cabeza—. Oscuro se toma todo su tiempo para organizar una nueva cacería. Por decir un supuesto, vio a Amanda, de seguro se encontraron en algún lugar como una cafetería, fue flechado por su encanto. Hipotéticamente comenzó a averiguar cosas sobre ella, dónde vive, qué come, si vive sola o si tiene novio, etc. Luego en sus fantasías armó todo el panorama del secuestro y asesinato. Todos los elementos, sogas, cinta y demás los compró en efectivo, así no es localizado. Es una persona que ama el poder, la atención, pero no quiere ser atrapado. No cometió en su docena de asesinatos un solo error. Algo estadísticamente imposible.

—¿Entonces? —sus ojos observan el piso— ¿va a seguir matando por el resto de sus días?

—No cabe ninguna duda de que eso suceda, cada vez va a querer más poder, más muertes. Es un círculo que nunca termina. Según una entrevista que leí a un asesino serial de otro ciudad, es como una droga que los vuelve inmortales, sienten que vuelven a vivir después de matar.

—No puedo ni siquiera entender cómo Coverwall puede seguir con su vida como si nada.

—No creo que eso suceda, se puede oler el miedo en cada mujer, en cada hombre, más por la incertidumbre que genera saber que esta caminando entre nosotros. Es un tema muy complejo. Solo hay una forma de atraparlo, pero es la más complicada —me coloco de pie y camino al estilo detective—. Los asesinos son en su mayoría egocéntricos, creyentes que su arte de matar es único. Creen con soberbia que nunca van a ser atrapados, o por los menos los del estilo de Oscuro. Ese es el punto débil donde hay que atacar, mejor dicho donde tienen que atacar. No existe el crimen perfecto sino una investigación mal realizada, por lo tanto si solo se buscó cazadores, se equivocaron. Lo subestimaron —me vuelvo a sentar.

—Mejor me voy a cambiar a Emma y dejo este tema de lado, tú ocúpate de llamar al licenciado Gerbero —me deja la tarjeta sobre la computadora y se retira.

Me inunda la duda al marcar su número, cada tono aumenta mis palpitaciones. Pensé que se había olvidado, que no tendría que hacer terapia... resoplo varías veces hasta que escucho que me atiende.

—Buenas tardes —dice una voz muy grave del otro lado— ¿En qué lo puedo ayudar?

—Buenas tardes —intento disimular mi nerviosismo aunque las manos me sudan—, mi nombre es Ethan O'Neill, obtuve su número a través de mi esposa y me gustaría saber si podría conseguir una cita.

—Sí, hoy tengo un espacio a las cinco de la tarde, ¿lo espero?

—Ahí estaré —corto la llamada y salgo a respirar aire puro, intentando disminuir mis palpitaciones. 

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora