Capítulo N°9 : La razón y la locura son mis aliadas (III)

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Volviendo a mi casa solitaria, insulto a Gerbero en mi mente. ¿Quién se cree que es para catalogarme de agresivo? Está muy equivocado, no creo que vuelva a verlo. Se le zafó un tornillo, seguramente, como ellos dicen, proyectó en mí su historia. Abro la puerta de entrada, prendo las luces y me siento a fumar un cigarrillo mientras escucho música relajante. Necesito calmarme o en algún momento voy a explotar, y Frykt está esperando con ansias que eso ocurra. Estoy incómodo, por más música que escuche, la soledad y los pensamientos negativos aparecen como por arte de magia en mi mente. Camino nervioso, mis manos tiemblan y el cigarrillo se consume con rapidez. El foco de un velador sucio comienza a titilar, dando a entender que mi vida esta por llegar a su final... excepto que alguna acción mía modifique el curso que estan tomando los hechos.

No quiero pensar ni en la pelea, ni en mi lado oscuro, ni en el Señor J y menos en el Dragón de Coverwall. No quiero pensar en nada pero, ¿se puede? Miro en mi celular las redes sociales sin embargo son tan vacías de contenidos que me aburren. Quiero escribirle a Jess, comienzo a teclear una frase a la vez, un sentimiento va a encadenado a otro, una lágrima empuja a otra... Al terminarlo lo leo en voz alta:

«Jess, amor mío, me he confundido, he comprendido de mi error... no volverá a ocurrir lo prometo. Solo estoy involucrado en un gran problema y no sé cómo solucionarlo... Sé que debería haber recurrido a ti, como siempre lo hago e hice, sin embargo no es tan fácil o sencillo. Mi amor por ustedes dos nunca cambiará y espero, que cuando todo acabe, comprendas a la perfección mi actuar. Las amo hasta el cielo ida y vuelta».

Dejo el celular en la mesa, mirándolo una y otra vez, no me convence lo que le digo... no es correcto enviarlo, no es el momento, precisamos de un tiempo... Eso, cura las heridas, es lo que dicen. Borro el mensaje, mientras me seco las lágrimas y me enciendo otro cigarrillo mirando por la ventana hacia el patio. Salvatore, con su hocico apoyado en sus patas, indica la tristeza que esta pasando por la falta de Emma. Te comprendo querido amigo, lo dos estamos en la misma situación y prometo solucionarla. Ahora, debo encargarme de mi enemigo para dejar el terreno libre de peligro para cuando ellas vuelvan.

Decido darme un baño de agua caliente para relajarme. Mientras me desvisto siento escalofríos al pensar en la muerte, no creo estar preparado para matar. Me invade el recuerdo de la golpiza hacia mi vecino, aún vivo la sensación de cada golpe de mis manos contra los huesos de su rostro, podía sentir como se rompían. La sangre que salpicaba mi rostro como una lluvia, fue demasiado, hasta para mí.

El agua va curando mis heridas, con mi cabeza mirando al suelo comienzo a contar hasta ochenta. Es una táctica de relajación. ¿Funciona en este momento? No, para nada, pero vale la pena intentarlo. Luego de salir, me preparo un café y me dispongo a escribir nuevamente. Esa es mi terapia.

Mientras veo como el humo sale de la taza, pienso en las próximas líneas pero las palabras no llegan. El fantasma de la angustia no quiere que escriba, necesita alimentarse de mi alma. Estoy siendo invadido por sentimientos negativos, por unos momentos cruza nuevamente la idea de quitarme la vida... Eso es... Me sueno los dedos y comienzo:

Jack no quería matar más, siempre supo que la vida de un asesino serial tarde o temprano, llega a su fin. Él pensó que la adicción a la adrenalina iba a ser eterna, sin embargo cada vez que se termina, su alma se consume y muere de a poco. Fueron demasiadas víctimas que tenía que cargar en su mente. Nunca creyó en el más allá, pero sabe que a donde vaya a terminar, no será muy agradable. Solo espera no encontrarse con ninguna de sus víctimas. Los caminos para terminar con sus torturas mentales son dos, la cárcel o una tumba; otra opción no se puede barajar. Fue muy afectado cuando finalizó con la vida de Summer aunque después hayan seguido otras. Bebió su tercer vaso de escocés y, mientras los hielos bailaban en el vaso al movimiento de su muñeca, analizó su final. No quiere que sea mitológico ni muy fatalista, solo quería que sea un final, simple y sencillo. Se sirvió un cuarto vaso y ni siquiera se tomó el tiempo de saborearlo. Agarró su 9 mm favorita, una de color plateado. La cargó y la descargó como si el sonido llamara a la muerte, con el cañón se acarició la sien y sus ojos desconcertados daban indicios que se encontraban en otra dimensión con sus pensamientos. Se sirvió un vaso más, a este lo bebió lentamente, como si fuera el último, cargó el arma y en un abrir y cerrar de ojos se oyó un disparo...

El río de sangre y materia gris manchó todo a su alrededor. El vaso cayó en cámara lenta y al tocar el suelo se rompió en mil pedazos. Era el fin de Jack, el fin de un asesino despiadado que solo buscaba redención en cada muerte o, tal vez, pedía ayuda, nunca lo sabremos.

Me sueno los dedos y el cuello; sonrío al saber que logré finalizar una historia más y que pude transmitir la soledad que siento en este preciso momento a mi pobre personaje. De seguro esto va a volver loco al Señor J pero no pierdo nada con arriesgar, es innegable que me va a venir a buscar para que cambie el final o, simplemente, puede hacer lo mismo. Es lo que deseo, que se quite la vida de una vez por todas. Estas personas, desde ningún punto de vista, tienen arreglo y son peligrosas para el mundo.

«El ocaso de Jack» es el título que elijo para mi último capítulo, lo subo a mi blog y espero repercusiones. Sé que él debe estar a la expectativa de lo que escribo. Pero, esta vez, con seguridad va a elegir amenazarme por mail y es ahí donde debemos iniciar una batalla nueva. Esta vez la debo ganar. Siento nostalgia, tenía pensado otro final para mi novela, pero no es un final que disguste. Es el ideal para ponerle la trampa que hace tanto tiempo vengo planeando. Me preocupa que todo lo que estoy haciendo sea bastante improvisado sin embargo estoy seguro que en mi inconsciente se encuentra el plan maestro. Las críticas que tiene luego de media hora de subido son bastante positivas. No obstante el Señor J no aparece. ¿Lo habrá leído? De seguro que sí pero, ¿por qué no dice nada? Mi ansiedad me está consumiendo pero no me queda otra que simplemente esperar. Creo que mejor voy a descansar un momento. Me recuesto, cierro mis ojos buscando soñar con Emma.

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora