Capítulo N°10 :Si la muerte me viene a buscar, brindemos juntos(II)

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Faltan pocos minutos para irme de la oficina, el sol ya había desaparecido, la empresa está desolada... Es momento de regresar a casa. Esquivo ir porque la soledad me estremece hasta las entrañas pero debo ser fuerte, sino, nunca podré enfrentarme al Señor J. Debo terminar el ingreso de nuevos capitales y me está llevando más tiempo del que realmente pensé que me tomaría. Será mejor dejarlo para mañana, si Shepard tiene algo que decirme, que me lo diga y yo lo amenazaré con la fuga de los capitales. Cuando estoy por apagar la computadora observo que tengo un mail nuevo. Mi corazón se estremece, lo abro y para mi sorpresa es de mi enemigo:

«Ethan me quisiste tomar por estúpido al subir ese capítulo, te piensas que me voy a suicidar porque lo escribiste. Qué falta de tacto resultaste tener, tomé la decisión de demostrarte que la cosa va en serio. Ve a tu casa que en el garaje te he dejado un hermoso regalo. Espero que ahora me prestes más atención y me tomes en serio, no soy alguien con quien debas jugar».

—¡¡¡Maldito!!! —Grito mientras me apuro en salir, no puedo correr hoy me dolió demasiado la pierna pero debo apresurarme. Este juego, como él lo siente, está rozando la locura total y presiento que ya tiene todas las de ganar... No me daré por vencido. Levanto la mano, detengo un taxi y casi sin aliento le doy la dirección de mi casa.

Llego, abro la puerta como puedo, mis manos tiemblan y busco las llaves del garaje, no las encuentro

—¡¿Dónde están las malditas llaves?! —grito como un desquiciado.

Al final se encuentran en el primer lugar que busqué. Me posiciono en la puerta y se me caen al piso, las manos me siguen temblando, tengo un mal presentimiento. Pueden ser Jess y Emma las que estén ahí, aún no me respondió el mensaje de texto, pienso lo peor. Nuevamente, se caen las llaves y, de la ira, pateo la puerta. Respiro profundo, me tranquilizo, las levanto, las coloco en la cerradura, giro y logro abrirla. Para mi sorpresa había un automóvil, uno viejo y muy destruido. Miro por las ventanillas y no veo nada, hasta que diviso en el asiento del acompañante un sobre blanco. Abro la puerta con dificultad y lo agarro. Adentro había una carta:

«Mira dentro del baúl, es un regalo con mi más preciado cariño»

Pasó un minuto (que pareció un siglo) y aún no me animo a abrirlo, solo me dedico a pensar cómo hizo para entrar al garaje y dejar este automóvil. Yo usé la entrada interna y él debe haber usado la externa, es la única forma. No es momento de pensar en eso ahora, hago mucha fuerza sin embargo el baúl está cerrado. Lo golpeo con mis manos una y otra vez, gritando; no quiero jugar, pero debo hacerlo si quiero tener alguna oportunidad de detenerlo. Lo odio con toda mi alma, hasta el punto que si lo tuviera a mi lado le retorcería el cuello hasta que deje de respirar.

Me desespero y busco como un loco dentro del vehículo hasta que debajo del asiento encuentro las llaves. Vuelvo a la parte trasera, doy dos giros y, cuando lo logro abrir, me invade un olor putrefacto que casi me hace vomitar, observo que dentro del mismo se encontraba muerto Luke Harrinson, mi compañero de oficina. Lo había degollado casi al punto de decapitarlo, le cortó las manos y le sacó el ojo derecho.

—¡MALDITO ENFERMO! —Grito furioso.

¿Cómo puede ser esta muerte un regalo?... Y ¿por qué lo eligió a él? Sé que Jack mató de la misma manera a un tal Luke ensañándose con el cuerpo, tenía sus razones. No obstante este Luke no le hizo nada, él solo se ocupaba del trabajo y de ser el mejor. Ahora, lo que más me preocupa es qué hago con este cuerpo en mi casa, si llamo a la policía terminaré detenido y me van a querer culpar nuevamente por los homicidios de Jefferson y Richard. No me queda otra opción que deshacerme del cadáver y de toda la evidencia que me puede inculpar. Agarro de un mueble, a pocos metros mío, una aspiradora de mano, una botella de lejía y varios paños secos. Coloco todos en el asiento del acompañante y vuelvo al living de mi casa. Es aún muy temprano para salir con el vehículo, algún vecino puede verme y perderé mi coartada.

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora