Capítulo N°15 :Sobrevivir es importante, pero no debes perderte a ti mismo (III)

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Bordeo con sigilo la casa, sé que la única entrada que me queda es la puerta corrediza del patio que conecta con la cocina. Estoy inmerso en un gran nerviosismo y, a la vez, desconcentrado ya que el Señor Frykt no deja de susurrarme al oído. Está tan deseoso de sangre que ya me hace dudar de mi cordura. Tengo dudas de mi hipótesis de quién puede ser el Señor J, hace cinco minutos estaba totalmente seguro pero, a cada paso, mis incertidumbres se acrecientan. Estoy más seguro de quién es su socia, pero no de quién es él. ¿Me deberé enfrentar en este momento a los dos?... Aprieto los puños, por mis venas fluye tanta adrenalina como ira, esa furia incontrolable de haber sido engañado por tanto tiempo, haber sido tan inocente como para creer que estaba rodeado de personas puras y tan ciego como para no observar lo cerca que estaban los asesinos que tanto daño me generaron. Mi familia estuvo continuamente en peligro y nunca estuve a la altura de resolver este misterio. ¿Estoy agradecido que haya aparecido Frykt? No... No lo estoy, sin embargo me ayudó, no lo puedo negar. No lo debo hacer, el me enseñó la verdad. Puede amar la sangre, querer ver gente muerta pero fue el único que me hizo ver más allá de lo que mis ojos querían ver.

Posiciono mi rostro haciendo visera con mi mano izquierda sobre el vidrio de la puerta corrediza, no logro observar ningún movimiento, todo está muy calmo, esa calma previa a una gran tormenta, intento abrirla pero está trabada o cerrada desde adentro. No quiero hacer demasiada fuerza porque el sonido puede anunciar mi llegada. Intento... Vuelvo a intentar y nada. Me frustro y busco otra entrada. Vuelvo al punto de partida, quizás Oliver dejó la ventana de su habitación abierta o sin cerrojo. Cuando éramos adolescentes y nuestros padres no nos dejaban fumar saltábamos por esa ventana y nos escondíamos detrás del árbol viejo a hacerlo.

Intento empujarla, sin éxito, vuelvo a fallar. Maldigo en voz baja mientras el Señor Frykt me trata de inútil. No tengo tiempo para discutir. Hago un poco más de fuerza y logro abrirla. Recuerdo que se sabe trabar los días de humedad y, hoy, es un día de esos. Ingreso primero mi pierna derecha y luego la izquierda. Lo realizo con cautela, en cámara lenta. Me detengo, apago la pantalla de la computadora y contemplo la oscuridad, la paz, sumado a la brisa que ingresa, me regalan un momento para revisar en mi mente los recuerdos más felices. A su vez, necesito que mis pupilas se acostumbren a la noche para no llevarme nada por delante en mi caminata.

El living tiene dos entradas, una desde cocina y, otra, desde la habitación. A cada paso que avanzo, mi corazón late con más intensidad, varias gotas de transpiración brotan desde mi frente hasta el cuello. Mis manos están húmedas. Odio la tensión, hace que roce la desesperación, uno jamás se acostumbra, yo adoro la tranquilidad.

Sé que está aquí, pero no escucho ni un solo ruido, ni olor a muerte. Eso es lo que me llama la atención, todas mis deducciones fueron fallidas. Si hubiera un cuerpo, el de Oliver, antes de entrar en descomposición, emana olor a hierro. El aroma típico de una gran pérdida de sangre, el mismo olor que no logro olvidar de cuando ingresé a la oficina. Me encuentro cerca de las escaleras, miro hacia arriba y no hay luz. Toda la casa está a oscuras y no sé dónde demonios puede estar este psicópata. Cierro los ojos con extrema furia, todo esto es un error. El Señor Frykt me empuja para que continúe, cada vez lo siento más humano y eso me aterra. Me detengo, escucho un leve sonido, observo hacia los costados, retrocedo un paso y apoyan, lo que presumo que es, el cañón de un arma en mi espalda.

—No hagas nada estúpido y camina hacia el sótano —sin dudas que esa voz pertenecía al maldito, no logro ver su rostro.

—No sé dónde se encuentra —Necesito tiempo para pensar como atacarlo.

Me da un golpe con la culata del arma y caigo de rodillas, el dolor es intenso como el de aquella tarde del accidente. Un calor recorre desde el golpe hasta mi espalda, de seguro estoy sangrando. Me levanto con dificultad y cuando lo quiero mirar recibo otro golpe, esta vez en el pómulo, no caigo, pero tampoco logré verlo.

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora