Capítulo N°12: La justicia de las palabras marcan el destino de tu mente (III)

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Arrojo con violencia las llaves arriba de la mesa y me desplomo en el sillón. No puedo creer que Lucy haya muerto, es muy fuerte el sentimiento de horror combinado con un profundo odio, tengo tanta sed de venganza. No debería afectarme, es lo que Él busca, que pierda los estribos. No soy de poseer vínculos tan fuertes con alguien que conocí en tan poco tiempo. Sin embargo no significa que debía terminar arrastrándose por el duro asfalto, buscando bocanadas de aire a sabiendas que su vida pronto terminaría. No se rindió, ella continuó, deseaba despertar de esa pesadilla, pero no era tal, las ruedas del automóvil fueron lo último que sus ojos pudieron ver, hasta apagarse por completo, dejando todos sus sueños detrás de su último suspiro.

Lucy se hizo presente en la peor época de mi vida, fue cuando el señor Frykt era casi el dueño de mi mente. Nos conocimos en un bar, yo estaba bastante borracho. Fue mágico y la tensión se podía palpar en el aire. Ella me siguió por todo el bar con sus miradas, yo me acerqué y la charla fue tan fluida, como si nos conociéramos de toda la vida. Sin embargo, la culpa consumió mi alma, no quería traicionar el amor a mi esposa y tuve que terminar nuestra pequeña historia de amor. Cubro mis ojos con el antebrazo derecho, la luz artificial me produce un gran dolor de cabeza. Estoy maldiciendo en todos los idiomas posibles al Señor J, lo odio por haber averiguado sobre Lucy, lo maldigo por haberla matado y me maldigo a mí mismo por no haberme dado cuenta antes. De cierta forma, volvió este juego macabro en algo más personal. Las otras víctimas, sus muertes, no influyeron en lo más mínimo en mi rutina. Quería vengarme, sí, por supuesto, pero por haberme utilizado, o mejor dicho, haber utilizado mi idea como un medio de transporte de sus planes sangrientos. No obstante Lucy, ella sí que no lo merecía, ahora tengo un propósito más profundo para acabar con él. Su sangre no la traerá de nuevo, pero si logrará regar la tierra donde se encuentra en su descanso eterno.

Sin darme cuenta, me quedé dormido, me despierta Salvatore con un gran ladrido. Mis ojos pesan, tengo una leve resaca del dolor que se ha calmado. Una gran tristeza me invade, me seco unas lágrimas rebeldes comprendiendo que no tengo tiempo para llorar a Lucy o Abbie o como sea que se llame, tengo que investigar para llegar a la verdad, ¿Por dónde empiezo? Ahora sé que ella era una prostituta, tengo que buscar alguna amiga para poder interrogarla pero ¿cómo lo hago? Busco en internet sin mucha suerte, estas mujeres tienen páginas únicas sin embargo soy ignorante dado que jamás contraté un amor alquilado. Mejor será caminar la ciudad.

Recorro la zona roja, se la llama así por la gran variedad de peligros que uno se puede encontrar, es un lugar completamente vulnerable a las perversidades y a los crímenes más atroces. Siempre se quiso eliminar, o darles mejores condiciones de trabajo a las desprotegidas mujeres, no obstante el poder político es adicto al comercio sexual y a la ilegalidad. Tristemente hay varias chicas que están obligadas a hacerlo, la trata de mujeres es moneda corriente en las zonas marginales de Coverwall. Me siento y enciendo un cigarrillo. Debo observar y analizar todo a mí alrededor. Si por esas casualidades hablo con una mujer y está su proxeneta cerca todo puede terminar de la peor manera posible y, por supuesto, seré yo quien resulte perdedor. A unos metros de un grupo de mujeres hay un auto de alta gama con vidrios polarizados. Ese debe ser el gran jefe, el que maneja todos los hilos. No encuentro la forma de poder hablar con alguna de ellas. El tiempo corre, mi ansiedad se acrecienta y se vuelve obvia porque las mujeres me miran y hablan entre ellas. Miro el piso concentrado, había un insecto patas arriba y no lograba darse vuelta para seguir su rumbo. Seguramente moriría de esa forma pero no perdía las esperanzas ni se rendía ante una batalla desleal y perdida. Tengo que aprender de él, tanto insistió que al final pudo lograrlo. Me considero tan tonto al tenerle miedo a un proxeneta que me quedé mirando a un pobre insecto.

Una mujer de cabello castaño claro, altura promedio, delgada y ojos color café, se acerca de a poco. Se acomoda a mi lado y me mira.

—Por un par de billetes puedo darte una alegría que jamás olvidarás. — Su vestimenta es más que provocativa, pollera corta roja, top, chaqueta oscura y zapatos a tono—. No acepto un No como respuesta.

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora