Capítulo N°4 : El Infierno se encuentra en el corazón vacío (III)

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Sentado en la incómoda silla que ni gira del uso que le he dado, muevo el mouse para que encienda la pantalla y miro los balances que tengo que realizar al final del día. Es tan aburrido hacer estas cosas que me imagino una vida más amena donde yo sea el jefe y maneje mis horarios. Deseo vivir y trabajar en mi casa para poder disfrutar de mi familia el mayor tiempo posible. Sin embargo hoy no se puede, y en esta época, ser un desempleado no es una opción. Echo un vistazo las cuentas anuales para ponerme al corriente. Sé que Jefferson y Richard han hecho sus trabajitos sucios para hacerse de algún capital extra. Pero jamás los pude descubrir, o será que me importa tan poco lo que haga el resto que ni me tomé la molestia de buscar fugas.

Juego con mi lapicera pasándola entre mis dedos, no dejo de pensar en el caso que leí en el diario. Estoy muy seguro que fue un homicidio, algo de eso que estaba redactado me llama profundamente la atención pero no sé qué. Si yo fuera a matar a alguien intentaría utilizar un veneno y, después, quemaría todo para deshacerme de las evidencias. Sería lo más cercano a un homicidio perfecto. Y llega a mi mente el actuar del Dragón de Coverwall, él sí que es un experto en quemar a sus víctimas. ¿Qué sentirá al hacerlo?, ¿Placer?, ¿tranquilidad?, ¿euforia? Me gustaría tenerlo sentado a mi lado para poder indagar toda su vida y responder todas las preguntas que en este momento están llenando mi mente.

—Aquí tenemos un pasivo de 30 mil del mes pasado —digo en voz alta.

No quiero dejar pasar la oportunidad de resolver mentalmente la charla con Dragón, sería tan emocionante. El señor Frykt estaría encantando. Nos enseñaría como ser un genio en el crimen. No obstante mi subconsciente siente la necesidad de hablar con él para poder atraparlo por generar tanto daño a sus víctimas y más a sus familias.

¿Pero cómo atrapar a alguien invisible?; ni los mejores detectives han podido, y lo peor es que ni cerca han estado. No tienen pistas, ni evidencias o indicios. Es un personaje tan perverso y, a la vez, desconcertante. No busca fama, no busca ser atrapado, no busca nada de nada. Él solo mata porque ama hacerlo.

¿Terminaste con todos los informes? Pregunta Cristina desconcentrándome, a ella todo se le perdona. Se encuentra parada a mi lado con su pollera roja, camisa blanca con unas líneas oblicuas a tono. Perfumada como todos los días y con un peinado hermoso.

respondo entre dientes—, ya te lo envío al mail, fíjate en los nuevos afiliados y si puedes alcanzarme las últimas facturas que necesito cerrar todo el balance antes que Shepard venga a meter su nariz en estos asuntos.

Luego de retirarse, me concentro en las cuentas, quiero olvidarme por un momento del Dragón y dejar de respirar muerte. Hace años que trabajo en esta empresa, nunca me gustó, odio la rutina laboral. Es muy monótono, pero uno, según la sociedad, tiene que devolver con esfuerzo, a coste de perder toda la vida, lo que nos da, regla básica del capitalismo. Q.P.A. es una gran empresa, tiene varias sucursales en todo el país y, aquí en Coverwall, se encuentra el centro de operaciones. Sin embargo, aunque fuera el mejor trabajo del mundo, yo nací para otras cosas.

Levanto la cabeza y, sobre el habitáculo, veo a Cristina aproximándose nuevamente, ella es una gran mujer, siempre atenta y, por sobre todo, hermosa. Hace no mucho tiempo me propuso vivir una historia de amor. Fue un momento incómodo, aunque sea una mujer que cualquier hombre desearía tener, yo estoy enamorado de Jess y jamás le haría daño a mi familia. Pero de mi mente no puedo borrar ese recuerdo, fue tenso, pero bellísimo. Era un martes pasadas las veinte horas que decidimos tomar unos tragos después de un día agotador. Ella tenía un vestido rosa que combinaba con el color de su piel. Su peinado era la envidia de todas las mujeres del bar. No podía dejar de escucharla, contaba tantas anécdotas que podría escribir un libro. Luego de varios tragos, un silencio se hizo dueño del momento. Nos miramos fijamente como si a nuestro alrededor nada existiera.

Ethan —dijo con dulzura—, hace tiempo que necesito confesarte algo. —Por sus palabras, por su mirada, sabía lo que estaba a punto de decir—. No consigo dejar de pensarte, de soñarte; no puedo dejar de anhelar una historia, una caricia... Sé que estás casado pero yo te puedo dar más de lo que tu mujer te brinda. —El silencio volvió, no sabía qué responder, en realidad, sí sabía qué responder pero no sabía cómo.

Cristina, me siento halagado, pero... como dijiste, amo a mi esposa la agarré de las manos—. No será la mujer perfecta sin embargo me ama, la amo y eso es lo que me importa. No quiero que confundas las cosas. Se dieron situaciones extrañas desde que nos conocimos... quiero que te respetes y busques un hombre que pueda dedicar su vida a tu felicidad.

Noté desilusión en su mirada, le rompí el corazón en mil pedazos, y maldigo que me haya elegido. Maldigo que ella piense que yo puedo ser ese hombre, el hombre que puede amarla y protegerla. Seguramente se confundió por algunos momentos donde hubo tensión sexual, solo fue un mal entendido, creo que los dos mal interpretamos las cosas...

Yo soy, y seré, el hombre de mi esposa. Cometí errores en mi pasado y no quiero que vuelva a suceder.

—Entiendo —dijo con voz entrecortada—, perdón si te incomodé, no fue mi intensión —se levantó y me da un beso muy cercano a mis labios, no intenté esquivarlo... como regalándole ese momento—. Borra esta conversación de tu memoria —se retiró y la miré con la nostalgia de un amor no correspondido.

Levanto mi mirada una vez más, y ahí esta parada, con una carpeta y en su otra mano un vaso descartable con agua. Ladea un poco su cabeza hacía la derecha.

Aquí tienes lo que me pediste me sonríe y me puse nervioso—. Espero que puedas terminar lo más rápido posible, así nos tomamos un café en la sala de descanso.

Seguramente respondo con una tranquilidad que no tengo, se da media vuelta y se retira, no pude dejar de mirarla. Sonrío y continúo con lo mío.

Entre cuentas y cuentas me distraigo un poco navegando en la web, leyendo sobre política, economía, asesinatos y deportes. De repente me llega una notificación de mi casilla de mail. Cuando logro abrirlo no puedo salir de mi asombro al leer lo que dice:

Señor Ethan O'Neill usted no me conoce, ni lo hará... Y todo lo que ocurra en la ciudad será por su culpa. Señor J.

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora