Empecemos...

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La vida para mí ha sido muy dura.
No.
No empecemos esta historia como comúnmente se inician las demás ya que esta historia es de todo menos una novela romántica...
Hablando seriamente, soy mala, muy mala, actualmente tengo dieciséis años y no soy la hija predilecta y perfecta, mi adolescencia es rebelde y confusa, no es como las demás, soy la peor cosa que el mundo pudo haber creado. Imagino que todo comenzó cuando supe que mi nombre era Rebeca Sillete, sí, es un asco de nombre pero tuve que aceptarlo y por eso cada vez que mi madre me llama por mi nombre completo pongo los ojos en blanco y le enseño mi dedo corazón pero no estamos aquí para contar eso. Fui creciendo como cualquier niña ordinaria, con un papá —Que era un bastardo, bueno para nada que bebía y todo el dinero se iba a bares y en apuestas— Y una mamá —Que era una zorra, bueno, ella era quien trabajaba y mantenía el hogar pero sigue siendo una zorra para mí— Ellos admito que nunca en la vida se quisieron, se la pasaban gritando, peleando, arrojándose cosas mutuamente y cada noche era igual ya que de noche, mi padre llegaba tambaleándose y con los bolsillos vacíos y por eso mi madre molesta le reclamaba ya que mantener una casa de cuatro habitaciones con cuatro baños cuesta mucho —Así dice ella— Y mi padre no aportada absolutamente nada para mantener aquella casa que por lo menos, era nuestra legalmente, sé que por tener un hogar disfuncional yo debería ser mejor pero no, todos los gritos, insultos y malos tratos entre mis padres solo hicieron que mi ira, mi rebeldía y mi fastidio se duplicaran, me la pasaba de fiesta o en casa de mis amigas o amigos, me iba hasta por dos meses si era posible para no tener que soportar a los bastardos que llamo "Padres" Soy dura, lo sé pero no me interesa y simplemente intento ser sincera.
Voy rápido con todo esto, lo sé querido lector pero ¿Qué parte de que no me interesa nada no has comprendido?

Cuando cumplí los quince años comencé a estar de un lado para otro, me refiero que iba pasando de mano en mano y llegué al mundo de las drogas, consumí un buen tiempo, tomé bastante también, las fiestas en casa de mis amigos eran geniales e interminables pero lo que sí no hice fue tener sexo en un estacionamiento con un cualquiera y lo digo de esa forma ya que todas mis amigas sí lo han hecho, quise ser en ese aspecto un poco mejor y aún me conservo intacta aunque al preguntarme digo lo contrario pero ese pequeño esfuerzo que hice para mantener mi virginidad pues no sirvió de nada cuando lo conocí.
Okey, ya me estoy adelantando... Sigamos con la mierda de vida que tengo.
Ya a los dieciséis años nadie podía controlarme, pasaba más tiempo en las fiestas que en mi propia casa, ya mis padres ni el rastro me lo veían y no le importaban, mi padre dice que mejor me vaya ya que así tiene una boca menos que mantener aunque él no hace tal cosa, solo se la pasa borracho de un lado para otro. Obviamente mis padres no sabían sobre mis vicios, intentaba mantenerlos ocultos y no es porque me diera vergüenza o porque simplemente no quería darle más preocupaciones a mi madre, no, lo hacía porque me gustaba tener que consumir escondida, los nervios de que te descubran, esa adrenalina me gustaba y me favorecía cuando consumía, llegué a los dieciséis ya casi sin vicios, no consumía con la misma frecuencia cuando tenía quince, el único vicio que sí tengo y es constante es el de fumar y tomar, pero solo tomo cuando voy a fiestas.

Terminando de contar el resumen de la mierda que se llama "Mi vida" Pongámonos en el presente.
Estando en mi casa escuché a mi madre que llegó de trabajar lo que significa que en cualquier momento comenzaban las peleas y los gritos acompañados de insultos porque mi padre estaba en casa y como siempre, borracho hasta las trancas, no me percaté de eso y de estúpida me senté en el pie de la escalera en la parte de arriba, estaba hablando por mensaje de texto con uno de mis amigos para ir a otra fiesta —Casi diario en distintas casas hay fiestas— No recordé que tenía que sacar mi trasero de la casa cuando ella abrió la puerta principal ya que comenzaría a gritar pero si lo hubiera hecho nunca hubiera escuchado lo que escuché.
Oía sus pasos debajo de mí, pisaba con fuerza en el piso de madera de abajo, entró en la cocina y tiró una olla, el sonido hizo que me sobresaltara y entendiera que ya ella estaba a punto de comenzar a gritar, quise levantarme para irme pero al hacerlo ella aún seguía en silencio y eso me pareció raro, la curiosidad de saber por qué estaba tan callada me mató así que decidí quedarme al menos cinco minutos más en la escalera.

—¿Para qué te voy a decir si estás borracho? —Dice de pronto mi madre, supongo que ya vio a mi padre pero su tono de voz es calmado y puedo oír como su respiración aún no está agitada lo que significa que no está molesta y eso me sorprende— Pues lo diré para mí misma —Añade.
Oigo otro estruendo pero al asomarme por la escalera había sido mi padre que se había desplomado sobre el sofá y tumbó una lámpara e hizo que se rompiera.
—¡Ya hay que comprar otra! —Se queja mi madre y esta vez lo dice con un tono de fastidio, no suena como si estuviera molesta y eso me llamaba la atención— Voy a alquilar el cuarto de abajo restante ya que ¡Tú no ayudas en nada! —Grita.
«¿Qué va a hacer qué cosa?»

¿El cuarto de abajo? Tiene sentido, como dije la casa tiene cuatro cuartos y cada uno cuenta con su propio baño, mi cuarto y el de mis padres están en el piso de arriba lo que significa que abajo quedan dos, uno lo usamos para almacenar cosas y ahora que recuerdo, allí está mi bici pero eso no importa. El último cuarto sí está arreglado y tiene entrada independiente lo que significa que no es necesario entrar desde la puerta principal y cruzar toda la sala y ver a mis padres peleándose ya que tiene una puerta trasera que da hacia el patio de la casa, recuerdo que intenté mudarme a ese cuarto por la ventaja de la puerta trasera pero cada vez que intentaba poner mi ropa y mis cosas allí mi madre cuando no estaba en casa aprovechaba la oportunidad para volver a poner todo en mi cuarto en el piso de arriba así que después de cuatro meses en ese estado me di por vencida.

—Ya tengo a la persona que se mudará allí —Continua mi madre cortando mis pensamientos— Y así no tendrá que verte inútil —Le dice a mi padre, supongo.
Eso es bueno y a la vez malo para mí ya que es carne fresca, me encanta llamar la atención de los hombres e ilusionarlos para luego no conseguir nada de mí, sería divertido jugar al gato y al ratón con el nuevo pero si es mujer, allí sí pondré freno a mis costumbres pero eso no impedirá que le haga la estadía imposible.

—¡Rebeca! —Grita de pronto mi madre sin permitirme terminar de pensar.
Yo pongo los ojos en blanco y bajo las escaleras rápidamente.
—¿Qué quieres? —Es lo único que digo en respuesta a su llamado.
—Quiero que limpies el cuarto de invitados ya que lo alquilaré —Me ordena como si yo fuera su esclava.
Pues se equivoca.
—¡Hay pues mira! —Digo mofándome de ella— Ya me voy así que ¡Límpialo tú zorra!
—¡Malcriada! —Grita ella— ¡Respétame y haz lo que te digo!
Yo doy la vuelta sobre mis talones y vuelvo por donde vine, comienzo a subir las escaleras y hago oído cerrado a sus gritos.
—¡Rebeca Sillete! —Continua gritando— ¡Vuelve aquí y haz lo que te digo!
Yo pongo los ojos en blanco así aunque ella no pueda verme pero sí le enseño mi dedo corazón.
—¡Rebeca! —Grita a todo pulmón pero no le hago ni caso.

Subo hasta mi cuarto y escucho sus pasos y sus gritos detrás de mí así que me apresuro en tomar mi bolso con bastante ropa que siempre tengo preparado y salgo por la ventana, es difícil bajar por el árbol que casi entra por mi ventana pero por lo menos funciona como ruta improvisada de escape y con ayuda de ese árbol es que puedo escaparme.
—¡Vuelve aquí mocosa! —Oigo que grita mi madre desde mi ventana.
Cuando ya dice esas palabras ya yo me encontraba en el suelo, alzo la vista para verla un segundo y vuelvo a enseñarle mi dedo corazón.
—¡Si quieres que te respete pues respétame tú a mí zorra! —Le grito en respuesta.

Justamente a los segundos llega el auto de James Swift, uno de mi pandilla de amigos que va a fiestas conmigo, casi siempre me quedo en su casa y es mi salvavidas en momentos como estos. Mi madre sigue gritando y gritando pero yo no la tomo enserio, me subo en el auto que va repleto de gente y como siempre, voy en el puesto del acompañante, ese es mi lugar y todos lo saben.
—¡Nos vemos dentro de dos meses tal vez! —Le grito a mi madre y me río mofándome de ella.
James y mis demás amigos que van en el auto se ríen también, sin tener que pedírselo James arranca el auto y desaparece de la calle de mi casa.
—¿Y ahora qué pasó? —Pregunta de pronto Cady, una de mis amigas.
—Cállate y date la lengua con tu novio Cady o si no te lo quito —Le advierto para que cierre el pico que tiene por boca.

DaddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora