CORREO

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—¿Debería decirle? — se preguntó Andrew con seriedad.

Estaba revisando la sospechosa carta que había llegado esa mañana, el nombre de su amigo era el claro destinatario de dicho sobre, pero algo de ese objeto no le gustaba... algo no andaba bien para nada.

—Solo dásela, no seas un chismoso. — se burló Pierre. — además, Ale se va a enojar sino se la das.

—Pero no se enoja si no se entera, ¿no crees?

—Supongo... pero mi silencio tiene un costo.

—No me vestiré de oveja y bailaré esa estúpida canción de la granja.

—Entonces de gatito y bailamos el pollito pio.

—No, a lo mucho me verás vestido de mujer.

—¿Con bragas y zapatos de tacón?

—Solo con los zapatos, no soy Josh para llegar a tanto.

—Bueno, algo es algo; pero, dime: ¿por qué no quieres que Ale vaya a esa cita?

—Precaución, evito que le pase algo a Joshi, nada más.

Pierre lo miró más detenidamente, estudiando las reacciones y lenguaje corporal de Andrew, al final suspiró y soltó una risita burlona.

—Eres un maldito celoso.

—¡Cállate, Quebec!, y no viste nada.

—Mi boca es una tumba. — rio.

Y así, damas y caballeros, es como Estados Unidos se las arregla para evitar que México sepa que revisa su correo.

CRÓNICAS NORTEAMERICANASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora