Cap.9 | Pecado

290 4 0
                                    

Recuerdo que cuando estaba por llegar al apartamento, mis manos sudaban, estaba nervioso, no me pasaba en mucho tiempo, estaba nervioso, no quería ser visto, no quería que alguien nos encuentre, la ciudad era grande, pero los secretos terminan sie...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Recuerdo que cuando estaba por llegar al apartamento, mis manos sudaban, estaba nervioso, no me pasaba en mucho tiempo, estaba nervioso, no quería ser visto, no quería que alguien nos encuentre, la ciudad era grande, pero los secretos terminan siendo descubiertos. Cuando llegue al destino el lugar era agradable, era un edificio blanco, pequeño, de unos seis pisos, tenía ventanas grandes para ver el bello paisaje que tenía al frente de la ciudad, era un lugar tranquilo, pero, sobre todo, discreto.

Llegué a la puerta y toqué el timbre que correspondía al apartamento donde Sabrina se encontraba, al tocar sentí como el seguro de la puerta se abría, empujé suavemente y entre al edificio, subí hasta el quinto piso del edificio, al llegar me quedé un momento en la puerta, saqué mi teléfono del bolsillo y vi un mensaje de Carolina preguntando por mí.

"Hola mi amor, espero tengas un bello día, nos vemos esta noche ¿sí? Tengo mucho que contarte. Besos."

Lo mire un segundo, no podía evitar pensar en que todo esto le terminaría por hacer daño, pero algo me atraía, no podía evitarlo, ya estaba frente a la puerta, volví a ver el teléfono y le respondí.

"Espero también estés teniendo un bello día, claro que nos vemos en la noche. Besos."

Luego de eso apague el teléfono, quizá pensando que con eso apagaría mi corazón por unas horas y dejaría de pensar en la culpa y en qué todo esto está una completa locura. Ingrese al apartamento, el lugar tenía un estilo minimalista, paredes blancas y muebles modernos, un gran balcón al lado derecho, con una hermosa vista, y no me refería a lo que se podría observar de la ciudad, Sabrina estaba en el balcón, con un vestido floreado que le quedaba precioso, el cabello suelto que se movía por el viento, verla era excitante, me acerqué hacia la ventana corrediza que dividía el balcón con el apartamento, la mire por un segundo, ella sabía que lo hacía a pesar que no volteaba a verme, me alejé y me senté en el sofá, frente al sofá había un pequeña mesa de vidrio, sobre ella había una cubeta con una botella de Rosé rodeada de abundante hielo y dos copas, tome la botella y serví las copas con aquel exquisito espumante, tome un sorbo cuando sentí los pasos de Sabrina.

— Sabía que vendrías — Dijo Sabrina —, aunque tengo que admitir que por un momento pensé que no te llegarías.

— Pero aquí estoy, hagamos que este encuentro valga la pena ¿no crees? — Respondí.

— Directo al grano, me gusta. — Sentenció Sabrina.

Me levanté y sin darle tiempo a decir algo más la besé apasionadamente, mis brazos rodeaban su cintura, su boca era un manjar que no podía dejar de probar. Siempre había dicho que nuestros besos eran más que ardientes, Sabrina siempre sonreía cuando le decía eso, pero esa vez, más que una broma, era una certeza, nos besábamos con tanta pasión que casi podía sentirse el fuego en el lugar, era como si el mañana no existiera, como si el ahora simplemente era lo que importaba. Sabrina levantaba mi camiseta y me despojaba de ella mientras que yo levantaba su vestido y sentía la suavidad de sus piernas, le di la vuelta y la coloqué en el espaldar del sofá, ella se inclinó y arqueo la espalda rozando su derrière contra mi pelvis, ella movía las caderas y se meneaba frotándose en mí, me provocaba y excitaba de tal forma que no perdí el tiempo para llevarla hacia la habitación.

Aquella tarde fue el comienzo de una serie de encuentros, uno cada vez más ardiente que el otro, por las siguientes semanas mentíamos descaradamente para vernos a escondidas en aquel apartamento, el cual se había vuelto el nido del pecado y lo prohibido, aquella cama guardaría el recuerdo de tardes y noches donde mis manos paseaban por su piel como si estuvieran en un parque de diversiones, los besos recorrían nuestros cuerpos y no puedo olvidar de las mordidas en sus pechos, de las poses que hacíamos para saciar nuestros deseos, Sabrina me envolvía cada vez más y yo a ella, algo que fue naciendo de a pocos y que terminó en un vínculo sentimental que nació bajo las sábanas del pecado y lo prohibido, ambos éramos culpables, pero también éramos algo que no podíamos dejar de hacer, por más que luchamos, aquello terminó siendo inevitable, algo del que ya era tarde para retractarse.

Durante dos meses y medio ese fue el plan para nosotros, ambos dormíamos en camas diferentes pero soñábamos lo mismo, mi Fernando, y mucho menos Carolina sospechaban de lo que había, nos habíamos vuelto en expertos mentirosos y en increíbles actores, los cuales montábamos toda una patraña que nuestras parejas se la creían increíblemente, nunca sospecharon ni por un minuto, a veces pensaba que ellos sospechaban y que simplemente no decían nada esperando que Sabrina y yo cometiéramos un error, pero éramos demasiado listos para ellos.

Tres meses después...

Una mañana desperté con un mensaje de Rodrigo, quien en todo este tiempo había estado en sus negocios y casi no había pasado tiempo con nosotros, el hombre había llegado de las Bahamas y quería festejar por todo lo alto que había cerrado un acuerdo importante, Rodrigo era un tipo que estaba metido en varios negocios, y uno de sus últimos proyectos era el de expandir su marca de ropa, la cual el siempre había soñado tener, era su sueño desde que éramos jóvenes y luego de años, su sueño de expandir la marca estaba dándole frutos.

"Abel, fiesta el sábado en la noche, en mi casa, ya avisé a Fernando, no faltes, y lleva a tu novia la abogada que quiero conocer a la belleza que te alejó de la vereda de los conquistadores, ya sabes estás advertido, tú sabes cómo son mis fiestas. Bye."

Con la noticia de su fiesta desperté, había pasado la noche con Carolina y ella aún seguía dormida en mi cama, me vestí y fui a preparar el desayuno, al rato llego ella con mi camiseta puesta.

— Despertaste temprano. — Dijo Carolina.

— Lo sé, normalmente no te encuentro cuando despierto, o despierto cuando estás por irte. — Respondí con una sonrisa.

Carolina me abraza y me da un beso, luego de eso toma unas tostadas y sirve el café que recién estaba preparado.

— ¿Y se puede saber que te hizo saltar de la cama tan temprano? — Preguntó Carolina.

— Rodrigo me envió un mensaje diciendo que había vuelto de las Bahamas — Contesté mientras servía algo de café, negro, cómo siempre —. Me avisó que hará una fiesta en su casa este sábado.

— Genial. Así lo conozco por fin, Fernando y tú me han hablado de él, quisiera conocer a tus amigos y entrar de lleno en ti entorno. — Agregó Carolina.

— Bueno, entonces prepárate este sábado lo vas a conocer.

Carolina me besa, y nos fuimos a dar una ducha juntos antes de salir a realizar nuestras actividades, hicimos el amor de manera lasciva e intensa, besos y caricias, gozaba haciéndola mía y ella disfrutaba cada momento en el que la tomaba y la hacía gozar, jamás bajaba mi intensidad en cuanto al sexo, quizá por eso Carolina no sospechaba lo que sucedía.

Rodrigo sin querer había puesto una gran prueba para Sabrina y para mí, era obvio que Fernando la llevaría, y Carolina me lo había pedido, ahora no podía negarme o sospecharía de que algo pasaba, y debía ser cuidadoso para ese día estando ambos juntos sabíamos que no podríamos resistirnos pero estando nuestras parejas sería complicado estar juntos, sin embargo, llevábamos tiempo viéndonos a escondidas, y hasta ahora todo estaba yendo muy bien, así que sabíamos que buscaríamos la forma de vernos, a pesar de tener a nuestras parejas en el mismo lugar, el solo pensar que podríamos ser descubiertos, sería algo demasiado estimulante para dejarlo pasar.

Prometo Guardar Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora