IX

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[Sábado 10:30]

Desconocido:

Ahí estaba...era una de los primeros de la fila del campamento. Llevaba su pelo desordenado como en aquella foto. Su uniforme pequeño y su aura superior.

En cuestiones de segundos gira su cabeza y procedo a esconderme detrás del árbol donde estaba parado.

—No te me escaparás pequeña— susurro

...

Eran ya las dos de la tarde y estaba harto de seguir los pasos de esa mocosa. Esperaba impacientemente el momento. Veo como sale de una de las cabañas con mala cara y dando zancadas peligrosas con un libro debajo de su brazo.

Se sienta de mala gana en el césped y comienza a leer el libro que llevaba en sus manos.

Me acerco lentamente. Me detuve a ver lo fina que era su cabellera y su piel, su piel era demasiado blanca a la luz del día. Llevaba un pequeño top blanco de flores rojas que descubría su espalda dejando ver sus pequeños lunares.

Mientras más cerca estaba, más tentador me resultaba. Me acerco más y más...en cuestiones de segundos... oscuridad.

[ Heaven ]

Sentía esa presencia. Esa sensación que tu cuerpo emana cuando algo se acerca, cuando el peligro acecha, cuando eres vulnerable a todo.

Giro lentamente mis ojos y vi una figura negra. Actúe como si nada.

Vienen a por mí...

Sin pensarlo dos veces levanto lentamente mi falda. Siempre llevaba debajo de las faldas un cinturón negro en el muslo con pequeños bolsillos. Ahí guardaba mis navajas, todas por si corría este peligro. Papá siempre me enseñó a defenderme.

Volteo velozmente y estampo la navaja en su rostro. Su cara de horror me divierte mientras suelta pequeños chorros de sangre por el ojo ahora perforado.

Agarro su cabello y levanto su cabeza retirando la navaja de su ojo y cortando delicadamente el cuello del acechador.

Caído sobre el césped verde, el charco rojo haciendo contraste...y ahí lo había dejado...envuelto en su propia sangre.

Paso la navaja por su ropa para limpiarla y me doy cuenta de la pulsera que lleva en la muñeca derecha.

Una pulsera plateada con las iniciales O.C haciendo relieve.

—Mierda —me digo mientras guardo la navaja debajo de mi falda.

Recojo mi cabello en una coleta y paso a limpiarme el rostro y el pecho, tenía marcas de su ADN. Pobre chaval.

Comienzo a arrastrarlo poco a poco,  como podía. Mi cuerpecito cargando a un muerto, ni yo lo creo. Me adentré en aquel monte que desde un principio mi padre me había prohibido.

Rezaba porque nadie pasara por aquí o que Kavanaghan abriera las ventanas... sino, sería mi final y el de mi familia.

...

Después de arrastrar al cuerpo varios metros hacia el bosque observo una de las oficinas custodiadas por hombres rudos y como si su tamaño y fuerza no asustaran...también llevaban armas.

—¿Qué haces aquí? —balbucea uno a punta de pistola.

—No seas gilipollas quita a este engendro de mi vista —escupo de mala gana señalando al cuerpo desfallecido y pálido.

—Así que mi pequeña sabe cuidarse  —volteo a ver el sereno rostro de mi padre—  Pero deberías ser menos agresiva, acabo de perder uno de mis hombres.

—Tu problema, si querías que este imbécil me buscara para hablar contigo tuviste que haberme avisado. Estaba muy ocupada... —disminuyo mi mal carácter.

—¿Qué hacías? ¿Seducir al sabelotodo?  —su tono de burla me alteraba.

—Mejor di que estoy haciendo tu trabajo, maldito sucio —sentía asco, rabia, era algo que no podía controlar.

¡Maldito Kavanaghan! Ni sé porque me molestaba.

—¿Para qué querías verme?

—Para saber de ti mi niña...¿Qué? ¿No puedo? —cuestiona al ver mi cara de incredulidad.
—¡Vale! Quiero que sepas que estoy trabajando aquí y que te estoy vigilando para que no te hagas la lista  —ahora sí creía sus palabras.

—Por mí puedes hacer lo que quieras como si quieres subirte en una palmera desnudo a bailar la Macarena, si quisiera jugarte cabeza ya lo hubiera hecho hace rato —escupo de una sola patada.

—No creo que puedas hacerlo, la última vez no salió ¿O no? —seguía burlándose, estaba acostumbrada a ser el blanco fácil de mi padre.

—Me voy —salgo de aquel lugar furiosa—  Que sepas que el césped está lleno de pruebas —advierto antes de irme por completo.

—Ya me encargué de ello...no sabía que leías a Oscar Wilde.

—¿Qué tiene? —cuestiono.

—No lo sé, un escritor muy temperamental para alguien como tú —vaya gilipollas.

Doy mi espalda y salgo de aquel lugar. Camino con cuidado a que nadie me vea hacia mi cabaña...

....

Estaba cansada, el día había sido duro, ensayos, marchas, coreografías, eventos unos tras otros, este campamento era realmente duro para mí. Pero ahí estaba terminando de rizar mi cabello. Un fino delineador coronaba en mis ojos. Un delicado rubor y fuerte iluminador contrastando con el poderoso labial rojo. Hacen un lindo juego con mi vestido.

Blanco y con encajes, un gran escote y tacones negros. Dispuesta a acabar la noche.

Algunas noches en el campamento como recreación hacían sus fiestas. Que babosos eran...solo iba con un objetivo...Aster Kavanaghan.


Aster Kavanaghan

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Ice Secret's Donde viven las historias. Descúbrelo ahora