XXXIII

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Día 3

Moscú, Rusia

—¿Hablaste con tu hermano? —su voz masculina retumba en el altavoz de mi celular.

—Sí —me limito a responder.

—Todo debe salir perfecto, esto no es un juego de niños Ice.

—Todo saldrá bien —respiro hondo— En caso de que las cosas se pongan feas yo y Aster te protegeremos y tú también nos protegerás.

—Nos vemos a las nueve donde siempre —cuelga la llamada.

Habían pasado bastantes días,  ya yo y Aster no hablamos como antes.

Este hombre fue una mala decisión en mi vida , pero quería mantenerla. Él era más dañino que un cáncer de pulmones, pero más adictivo que la nicotina. Sí, era mi perdición.

Se llama Damón Sacastiano y no le interesa el mundo. Sabe poco sobre lo que es la empatía y el perdón, pero sabe cómo hacerte sentir viva; ni siquiera el oxígeno puro te hace sentir como él.

En sus 40 años de vida era todo un dios. Algunos anhelan su presencia u otros le temen tanto como para arrebatar sus propias vidas.

Si lo observaste bien, te diste cuenta que: llevaba un Cristo de oro sobre el pecho, pero en sus ojos se perfilaba el mismísimo Diablo, sí, ese que viene a por tí.

Y tú mientras tanto vas jodiendo a medio mundo por estar una hora a su lado.

Te confesó que es capaz de dañar a su propia sangre pero por un motivo nunca te dañará a tí.

¿Su motivo?
Está enamorado de alguien que le quedan 3 meses de vida.

Y tú te aferras a él, y te aferras a vivir. Por eso estás sentada frente al espejo, poniéndote guapa y pintando tus labios de rojo.

Tu hermano no sabe que estás moviendo todo a sus espaldas, pero te da igual: porque lo estás protegiendo, lo proteges de esa chica y sacrificas su familia para salvar la tuya.
...O bueno, lo que queda de ella.


Las puertas del Lamborghini negro se elevan. Las luces del auto hacen que las lentejuelas de tu vestido cobren vida y lo ves ahí, tan lindo y apetecible.

Tengo  cara de niña vulnerable pero no soy una santa, eso me hace sentir bien, nadie sabe lo que soy, hasta que conoce a la verdadera Ice y no a la pobre chica enferma.

¿Qué diría mi hermano si supiera quién soy de verdad? Probablemente se sentiría arrepentido de trabajar tanto: para comprar mis medicinas y mantenerme en una burbuja buscando lo imposible ¿Alargar mi vida?

Pero ya no me importa nada. Mi piel está tan desgastada que no siento las abalanchas de dolor o arrepentimiento.

Lo observo callada y las puertas se cierran tras mi entrada. Sus ojos desprende una vigorosa llama que me pone algo nerviosa.

—¿Vamos a cenar? —me propone serio , él es así y eso me gusta.

—¿Y si nos saltamos la cena? —lo observo pícara, provocadora , sé lo que le provoca este labial y lo que le provoca mi vestido. Lo utilizo a mi antojo para seducirlo. Me gusta la bestia que es.

—La pequeña Ice quiere jugar —me sonríe  caliente.

—Sí —juego con su chaqueta de cuero oscuro.



La noche estrellada se deja ver en el techo de cristal de su habitación. La cama absorve nuestras ganas y caemos redondos.

—Si sigues así, no podré deshacerme de tí —dice mientras acaricia mi cabello, desnudo y con ganas de más.

—No puedes hacerlo —respondo por inercia, tengo mis ojos cerrados.

—Tienes mucha confianza y eso me gusta —se mueve y acomoda mi cabeza sobre su pecho— Es un plus en las mujeres.

Nos quedamos callados por un tiempo largo pero su comentario corta el momento de paz.

—Solo faltan tres días —observa su reloj— Dos —corrige— Tienes que estar alerta y obedecer en todo —suspiro y me levanto de la cama— ¿A dónde vas?

Volteo a verlo y me da mucha pena que la noche termine así de nuevo.

—Estoy cansada del tema , quiero irme a casa —Damón arruinaba todas las noches con el tema, estaba desgastada. Todo comenzó por un negocio y mis malditos sentimientos han nublado todo. Él lo sabe. Antes el tema era importante para mí, ahora me abruma porque solo me apetece pensar en él y besarlo y abrazarlo, pero él no, él insiste y eso me molesta.

—Concéntrate, en esta vida nada es amor y brillitos —Típico de Damón.

—¿Qué te hace pensar que algo en mi vida a sido de amor y brillitos? —suspira—  Olvídalo , me voy a casa.

—Solo quiero que estés lista Ice.

—Ya lo estoy —repudio el tema y lo evado una vez más.

El amor y los negocios no son algo que van de la mano.

—Quédate —está serio: odia que tomen decisiones sobre él , y yo lo hacía siempre.

—Deseo irme.

—¿Te puedo llevar?

—No, estaré bien con un taxi.

—No te dejaré ir en taxi.

—¿Por qué? —frunzo mis cejas.

—Porque no, hoy te quedas —me observa molesto.

—No quiero saber más del tema entonces —estaba cabreado ya.

—Vale —cede.


Eres Ice Kavanaghan y no sientes mucho desde la muerte de tus padres. Sentiste menos cuando te detectaron cáncer de pulmones, y luego pasaste a no sentir nada cuando supiste quien realmente eran tus padres. El oscuro negocio que dirigía tu familia.

Ahora estás en la cama de un pequeño Diablo que sufre callado, sabes que te queda poco tiempo de vida, pero la madrugada es larga y cuando se trata de pensar, eres la primera en comerte la cabeza.

¿Amor? Amor es el que sientes por tí mismo, ese no te destruye, ese te reconforta. El que sentías por Damón solo te hacía nublar la mente, sabías en el fondo, que te haría daño y sabías que te traicionaría, pero prefieres callar solo por un polvo, por estar a su lado.

Pero eso está a punto de cambiar: cuando te levantas de la cama y le das a un pequeño botón, que es capaz de arruinar sus planes. Acabas de traicionarlo justo como él te lo haría a tí. Nadie quiere a una persona que le quedan tres meses.

 Nadie quiere a una persona que le quedan tres meses

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