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Como todas las mañanas se despertó por el sonar de su alarma, se dio una ducha, se vistió con su traje y bajo hacia el comedor aun algo adormilado, pero siendo guiado por el delicioso aroma del café. Una pequeña sonrisa se posó en sus labios al notar su desayuno ya puesto en su sitio, tomo asiento y probo el café. Era caliente y calentaba su interior, como aquel pequeño de ojos dorados de ya siete años que venía acercándose a la mesa con una sonrisa dejando los desayunos de los otros dos integrantes.

- Buenos días padre.

El castaño se estremeció al escuchar la forma en la que era llamado por el de ojos dorados. Después de meses de batallar con el menor había logrado que le dijera padre en vez de por su nombre. Aquella palabra salida de los labios del pequeño solo hacía que su pobre corazón viejo se estremeciera de calidez y se sintiera joven otra vez.

- Buenos días Baam ¿Seguro que no te molesta levantarte más temprano?

- Ya le he dicho que no, si puedo compartir con ustedes el desayuno vale la pena.

- Enano no seas tan tierno y meloso tan temprano, me dará diabetes.

- Claro hermano

El de hebras azabaches se rio ante la actitud de su hermano mayor, desde hace un tiempo que se encontraba de ese humor por exámenes y demás cosas que estaba teniendo en su escuela primaria para poder entrar a una buena High School. Por eso siempre en las mañanas le daba una buena ración de café con leche sin azúcar, hotcakes con chocolate y un par de tostadas con mantequilla y mermelada. Según el castaño el menor mimaba demasiado al albino, aunque debería ser al revés al pequeño no le parecía algo malo, parecía como si lo disfrutara.

- Buenos días

- Buenos días hermano.

- Teñido

- Buenos días Karaka ¿Dormiste bien?

- Que lindos saludos y tan diferentes recibo en la mañana y sí, dormí bien padre.

El menor volvió a reír mientras le colocaba su desayuno al último integrante de la familia antes de tomar asiento y comer su desayuno de manera tranquila escuchando las mini peleas entre sus dos hermanos mayores, su padre deteniéndolos y sus risas cubrían como casi todas las mañanas aquella mesa a la hora del desayuno.

Cuando terminaron recogieron las cosas y las dejaron en el lavadero para que el menor las pudiera lavar, este había subido de forma rápida para ordenar un poco sus cosas y terminar de asearse. Bajo de la misma forma que subió para poder lavar los platos mientras que su hermano mayor rubio terminaba de alistarse para que se pudieran ir a su colegio.

Una vez terminado todo en la casa salieron todos siendo el mayor de todos quien cerraba con llave la casa. Se despidieron y cada quien partió rumbo al lugar que debía ir. El rubio y el pequeño de cabellos azabaches iban tomados de la mano mientras que iban caminando al colegio. El menor hablaba sobre las cosas que había estado aprendiendo en esos días de clase y el mayor le escuchaba contestándole con una sonrisa.

Para algunos del colegio esta faceta del inexpresivo Ha Karaka era algo divertido de ver. En todo ese año que había pasado, todo el colegio sabía que el pequeño de ojos dorados era hermano del rubio y que no podían hacerle nada. Nadie podía aprovecharse de la amabilidad del menor porque de alguna forma el mayor se enteraba y se aseguraba que no volverías a pedirle algo a su hermano menor. Todos, hasta los profesores, sabían que el mayor sufría un caso severo de hermano sobreprotector y nadie se metía con él.

Bueno, excepto una rubia que de forma ágil siempre lograba salirse con la suya haciendo que los días en el colegio a Karaka se volvieran estresantes al no poder alejarla de su pequeño hermano menor.

My Person [BaKhun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora