¿Podrías?

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- ¿Jimin?

Tocó la puerta suavemente, pegando la oreja a la madera para escuchar cualquier respuesta.

Desde el otro lado de la habitación se oía una suave melodía. Entró suavemente en la habitación, asomando la cabeza por la puerta.

Tenía una pequeña vela en la mesa al lado de la silla, donde estaba parcialmente inclinado, sosteniendo un muñeco de trapo entre sus dedos.

- ¿Qué haces?

Jimin levantó la mirada y movió la cabeza para quitarse algunos cabellos que caían sobre sus ojos

- No logro enhebrar la aguja... ¿Podrías?

Ella se acercó con una sonrisa y se arrodilló cerca de él, tomó una aguja y humedeció el hilo con su saliva.

- ¿Por qué coses ese muñeco? - Preguntó. 

- Estaba limpiando la repisa, el muñeco se cayó al suelo y sin querer se enredó en mi zapato y se rompió un poco. - Quiso sonreír. - Trataba de arreglarlo.

- Oh, Jimin, no hace falta.

- Son tus muñecos. 

Le pasó la aguja mientras Jimin la cogía con suprema delicadeza y comenzaba a cocer el muñeco.

- No sabía que sabías cocer. - Le sonrió. 

Jimin sonrió también. 

- Mi abuela solía cocerme los calcetines cuando se rasgaban, incluso mis camisetas cuando jugaba. Me enseñó y me dijo que cuando fuera grande, seguramente, lo necesitaría.

- ¿Tu abuela?

Jimin asintió, cortando el hilo con sus dientes.

- Ahora está viviendo en Birmania. - Suspiró con anhelo. - Es una excelente mujer.

Ella sonrió, viendolo apreciar las costuras del muñeco.

- Lo siento. - Le extendió el muñeco. - No quería que te dieras cuenta.

Ella se levantó del suelo con el muñeco en mano y se inclinó sobre él para darle un suave beso en la nariz.

- Este muñeco ya tenía el brazo roto. Pero gracias por arreglarlo, corazón.

Jimin río, levantándose para darle una suave nalgada mientras ambos salían de la habitación y la vela permanecía encendida hasta ahogarse en su propia parafina.

One shots -Jimin- (Segunda Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora