|42| La chica loba.

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Habían llegado, se encontraban en la gran ciudad de Braavos. El pequeño Jon y Rhaenys admiraban todo a su paso, estaba claro que era de admirar. Primero fueron a la ciudad en donde madre e hijo se divertían y eran protegidos por Ser Barristan y algunos que otros guardias, pero sin llamar la atención de la gente. Rhaenys le compró algunas que otras cosas a sus tres hijos.

Ya cuando era el medio día, les guiaron en donde se encontraba la casa de Negro y Blanco, se fueron por un pequeño bote. 

-Mami ¿Allá vamos?- pregunto Jon señalando aquel templo y Rhaenys lo abrazo por la espalda. 

-Al parecer si.- le contesto Rhaenys.- No quiero que te separemos mucho de mi, y no puedes beber ninguna agua de que te den ¿Me lo prometes?- le pregunto la Targaryen preocupada por si algo le pasa a su hijo. 

-Te lo prometo.- dijo y beso la mejilla de su madre. 

Al llegar hasta aquel templo, Rhaenys tomo la mano de su hijo y se acercó a aquellas grandes puertas, lo curioso es que una era del color negro y la otro blanco. La Targaryen igual tocó la puerta, cuando nadie contesto la volvió a tocar y lo iba a ser por una tercera vez hasta que un hombre de tez oscura abrió la puerta, era algo pasado de edad y se sostenía con un bastón.

-Hola buen día, busco a un hombre que tenga la mitad de su cabello rojo y la otra blanco ¿Se encuentra aquí?- pregunto Rhaenys al hombre. 

-Aquí no hay nadie con esas cualidades.- hablo aquel hombre dispuesto a cerrar la puerta.

-Espere.- exclamo Rhaenys y dejo ver el medallón Targaryen.- Hay algo aquí adentro que necesito y el es el único que me puede ayudar ¿Esta seguro que no está aquí?- pregunto nuevamente Rhaenys. Kilgharrah le había comentado varias cosas a la Targaryen sobre los hombres sin rostros y una de ellas era que se podían cambiar el rostro y lo más posible era que le dijera que no se encontraría nadie con aquellas características.

-Adentro.- hablo aquel hombre y abrió la puerta. Rhaenys tomo la pequeña mano de su hijo y entro, Ser Barristan también lo iba a hacer pero el hombre lo detuvo.- No puedes entrar.

-Mi deber es proteger a mi reina, y lo haré.- hablo Ser Barristan. 

-Está bien Ser Barristan, no pasará nada.- le informó Rhaenys con una sonrisa y miro a su hijo que admiraba el lugar, al darle la vuelta ya no vio aquel hombre algo pasado de edad, sino un joven como de su misma edad y con las características que ella decía, cabello mitad rojo y la otro blanco.- Dijiste que no había nadie con esas características.- dijo Rhaenys aunque era más con un tono algo divertido.

-Somos hombres sin rostros, podemos...- hablo pero Rhaenys lo interrumpió. 

-Cambiar su rostro cuando deseen, lo se.- dijo y ambos sonrieron. Aquel hombre los llevó a una sala en donde había una fuente en el medio y varios pilares alrededor.

-Aquella bóveda se puede abrir en unos minutos más, por mientras espere acá. 

-¿Y porque no se puede?- pregunto Rhaenys. 

-Una chica debe entender que la bóveda esta hecha con magia, y la magia tiene sus restricciones.- comentó y termino yéndose de la sala.

Rhaenys se sentó al lado de la fuente mientras observaba a su hijo que se encontraba admirando las estatuas que se encontraban en la sala.

-Hola.- dijo una voz a sus espaldas y se encontró con una niña de tan solo algunos años menor que ella, pero no pudo evitar recordar a Ned Stark y a Jon Snow. 

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