CAPITULO 42

870 50 10
                                    

336 horas... 20.160 minutos... 1.209.600 segundos...

1.209.601

1.209.602

1.209.603

Era el tiempo que llevaba en esta celda, contando segundo por segundo. Era la única forma en que podía saber cuantos días llevaba aquí y matar el tiempo. La celda era totalmente oscura y húmeda, escuchaba a las ratas corretear y a las cucarachas caminar por mis brazos o piernas cuando me descuidaba. Nadie había venido, solo aventaban una charola de comida cada tres días, y un vaso de agua cada dos. Se aseguraban de que no obtuviera fuerzas; Deseaban que me debilitara para que no intentara escapar. Y lo lograron, mis heridas no podían sanar en este ambiente. Con cada momento que pasaba se hinchaban y dolían mas. Estaba completamente segura de que si levantaba la tela de mi pantalón; encontraría la herida completamente infectada, llena de pus. Era una seguridad que la perdería, si no me mataba la fiebre primero.

El único ruido que se escuchaba era el de mis cadenas al acomodarme, que colgaban de mis piernas y manos. No tengo idea de lo que deseaban, se negaban a hablar conmigo; y aunque lo hicieran no entendería nada, dado mi pésimo ruso.

-337 horas.-continué susurrando. Hasta que el estruendoso ruido de la puerta al abrirse llamó mi atención, pero la luz de afuera me cegó momentáneamente. Dos personas entraron, fue lo único que pude discernir; ambos hablando ruso a gritos.

No podía moverme por la debilidad surcando mis huesos; poco me importaba lo que me hicieran. Nada podía ser peor, salvo la muerte, y aun así sería algo bueno en esta situación.

-Soy el doctor Sergey Kuznetsov le limpiaré y curaré sus heridas, por favor no tema y no se mueva.-indicó un hombre rondando los 60 o 65 años de edad. Hablando un perfecto ingles.

-Así estoy bien.-alejé su mano de mi cara.-son superficiales.

-No creo que se haya visto en un espejo últimamente.-comentó necio acercando nuevamente el algodón ruso, lleno de alcohol ruso. Pero volví a alejarlo.-Le haré un favor, la dejaré ver su rostro para que me deje trabajar en paz.

Sacó un pequeño espejo, donde una chica completamente golpeada, llena de sangre vieja y nueva, me devolvía la mirada. Una mirada vacía y triste pero sobre todo cansada. Pareciera que estoy a un paso de la muerte. Y lo peor de todo, es que era verdad, no sabía cuanto mas aguantaría mi cuerpo. Inútil, frágil "humano". Escupí la palabra en mi mente. Deseaba volver a casa, pero resultaba improbable. Tal vez los hijos de Steve me encuentren en 80 años congelada. Oh una tumba con mi nombre en soviético.

-Si ambos cooperamos, todo terminará rápido.

-Mi pierna...-susurré.- Empiece ahí.

-Siempre comience con lo menos difícil. No se lo enseñaron?

-En mi mundo, no existe lo fácil o difícil; solo problemas que necesitan solución.

-Cierre los ojos, esto arderá.-roció alcohol por todo mi rostro. Ardió con una intensidad atroz, provocando que gimiera.-Se lo advertí.

Pasó un par de gasas, sin cuidado alguno por toda mi cara, tallando las costras de sangre seca; hasta eliminarlas por completo. Después empezó a colocar banditas por toda mi cara. Unas mas grandes que otras.

-No vas a coserlas, son profundas.

-Sería perder el tiempo; después de esto van a...-se calló abruptamente.- Olvídelo, revisemos esa pierna.

Empezó a cortar la tela de mi pantalón; pero al intentar removerla siseé de dolor. Se encontraba muy pegada a la piel. No le dio rodeos y la arrancó de un solo tirón. Yo grité como no lo había echo hace mucho tiempo. Voltea a ver, y tal como esperaba; liquido amarillo supuraba de ella.

LEALTAD (La Hija De Tony Stark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora