Apostar para perder algo más...

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Casi no podía creerlo. No era que nunca hubiese perdido una carrera, pero la euforia con la que Jiang Cheng lo estaba celebrando era un poco... desconcertante. El ceño que parecía estar siempre fruncido y tallado en su cara había desaparecido por completo para mostrar una expresión algo infantil pero hermosa. Jiang Cheng era bastante guapo, pero ahora lucía realmente hermoso. Me aproximé con una sonrisa ligeramente contagiada de su felicidad.

- ¡Enhorabuena Jiang Cheng! Este hombre será tu siervo por esta semana. – dije con una pequeña reverencia. La alegría de Jiang Cheng desapareció de repente para volver a su expresión de estar a punto de darle una patada a alguien.

- No gracias. No necesito tenerte pegado a mi culo esta semana también. – emh... ¿no era ese tú propósito? ¿Para qué hemos conducido entonces? No lo entiendo – Esta semana la tengo plagada de turnos, no quiero tener que preocuparme también por ti. – chasqueó la lengua molesto – ya se me ocurrirá algo para reemplazarlo. – movió su mano en negativa mientras se acercaba de nuevo a su moto para subirse a ella.

- Jiang Cheng.

- ¿Qué? – el llamado no le detuvo para ponerse el casco de nuevo.

- Aun puedes usarme como chofer.

- ¡Ni hablar! – estalló - ¡No pienso dejarle la moto a Wei WuXian por más tiempo! ¡Olvídalo!

- ¿Entonces no vas a cobrarte la victoria? - Definitivamente no entiendo a este chico. Si tan solo quería desfogarse ¿Por qué poner precio a la carrera? La hubiera aceptado igualmente, sin necesidad de una apuesta.

- Tú lo has pedido. – soltó casi con un suspiro.


Se bajó de la moto para acercarse y bajar la cremallera de mi chaqueta con una medio sonrisa bastante inquietante. Me miró un segundo a los ojos antes de tirar de mi chaqueta y obligarme a inclinar ligeramente el cuerpo. Estaba tan cerca que era imposible quitar la vista de aquellos ojos azules, un mar embravecido lleno de decisión. Jiang Cheng siempre ha tenido unos ojos hermosos con una luz única. Enmarcados por esas cortas pero espesas pestañas. Su ceño fruncido no le resta hermosura, solo le añade intensidad a la mirada.

Me besó. Apasionado, húmedo y dulce. Completamente absorbente y adictivo. No pensaba que dos lenguas pudieran enredarse de esa manera. Nos separamos únicamente para tomar algo de aire. Y sin embargo, en cuanto terminó, se apartó, se dio la vuelta y se subió a la moto. Estaba en shock. Nunca hubiera esperado algo así de Jiang Cheng. Todavía no había procesado lo que acababa de pasar, cuando oí su voz ligeramente más grave de lo habitual.

- El resto me lo cobraré otro día, esclavo.


Jiang Cheng arrancó la moto y se dirigió a la salida del circuito. Me quedé mirando como se iba sin resolver como sentirme. Sorprendido obviamente, alagado y ofendido a partes iguales, una parte de mí quería perseguirle para continuar el beso y otra solo quería gritarle ¿por qué había hecho algo como eso? Estaba tan confundido que fui incapaz de moverme. ¿Se puede saber que lo había poseído? ¿Qué significaba esto? El ardor de mis labios se extendió por todo mi cuerpo en un segundo. Para cuando quise reaccionar, el siguiente grupo exigió que me apartase de la pista.

Jiang Cheng se había esfumado del circuito. Había dejado su parte pagada en recepción. Su teléfono estaba apagado. Probablemente ya estaba de camino a casa con intenciones de echarse a dormir. Había planeado tener una charla tranquila con él mientras tomábamos algo. Saqué una lata de té frío de la máquina expendedora y me senté a las afueras del circuito tratando de relajar mi cuerpo lo suficiente para volver a casa. Bien, absolutamente nada había salido como había planeado. Sabía que Jiang Cheng no iba a ponérmelo fácil, pero no esperaba una maniobra tan arriesgada en la última curva. Realmente fue muy peligrosa. Tendría que guardar mis reproches al respecto para otro día. Mis manos todavía temblaban y no sólo por la adrenalina de la carrera.

Definitivamente, no es un buen momento para apreciar lo bien que le quedaban esos pantalones de cuadros muy ceñidos...

Distensión de un loto imperecederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora