8.

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Cuando Vegetta abrió la puerta no pudo sentirse más incómodo, su mente estaba siendo agobiada con tanto pánico, porque presentía que algo malo iba a salir de esa situación si Willy y Rubius estaban juntos, pero aún así decidió proceder a un intento de normalidad.

─ Doblas... Qué inoportuno. ─ Vegetta nunca fue indirecto, y a Rubius no le importó, él tenía algo importante que decir, y no se iría hasta que el azabache se enterara.

─ Vegettita... ─ saludó con los mismos pocos ánimos que el más pequeño ─ Tenemos que hablar, no me digas que es inoportuno, tiene que ser ahora, por favor...!

─ Bueno... pasa. ─ respiró profundo y se preparó para lo peor, porque una noticia llegada de esa forma no podía ser demasiado buena.

Ambos fueron a la sala, y cuando Rubius y Willy se enteraron de que el otro estaba en la misma casa hubo un pequeño ambiente incómodo.

─ Ah... Willy está aquí. ─ dijo Rubius algo indiferente para con el albino.

─ Sí, estoy aquí. ─ reafirmó Guillermo antes de cruzarse de brazos y mirar a Vegetta para que le explicara lo que estaba pasando, pues a él no le gustaba nada compartir a su novio-no-novio, y sentía que justo eso pasaba.

─ Bueno, ya que estáis aquí los dos podemos hablar como amigos, verdad? ─ dijo Sam sonriendo nervioso, porque aunque entendía bien sus señas indirectas, no sabía cómo tratar la situación.

─ Vegetta, yo quiero hablar sobre algo importante contigo, a solas. ─ dijo Rubén sin ganas de perder el tiempo socializando con Willy, porque sabía bien que también quería a Vegetta, y por ello mismo siempre prefería andar distante con el pálido.

─ ¿Por qué no habláis aquí? Así empezamos a ser transparentes frente a vuestros amigos, No? ─ Willy no estaba feliz, pero era por una razón distinta a que se quisieran ligar a su crush; esto se trataba del celo, el cual alteraba violentamente la personalidad sexual dependiendo del rango en el Omegaverse, y apenas los estaba experimentando, todo lo contrario a Vegetta y Rubius, quienes habían pasado (sin saberlo) por su celo hace unos días (días que disfrutaron juntos antes de ser atrapados).

─ ¿Pero cuál es el problema, Willy? Espéranos unos segundos y ya está, o mejor vete a tu casa a molestar a tu madre, joder. ─ contestó Rubius, quien ya venía de estar algo alterado.

─ No os peleéis. ─ interrumpió el de ojos violeta al mismo tiempo que el albino se levantaba del sofá a hacerle frente a Rubius ─ Doblas, puedes decirme lo que sea frente a Guille, que no es chismoso, no le cuenta a nadie. ─  se puso en medio de los dos por si acaso.

─ ¡Vegetta, por los dioses! ─ replicó el híbrido ─ ¡Qué es importante, gilipollas! ¡No tengo tiempo!.

─ ¡Pero tiempo teníais bastante para follar mientras vuestras esposas creían que estabais en una maldita misión, cerdos! ─ Willy tiró de un empujón a Vegetta a un lado. Mala decisión.

Guillermo apretó el puño con fuerza, la adrenalina comenzaba a correr por sus venas, sus pupilas se dilataron levemente, y se pintaron de un extraño color vinotinto apenas notorio.

─ ¡¿Y tú cómo mierdas te has enterado de eso?! ─ Rubius también se puso a la defensiva, no estaría dispuesto a recibir un solo golpe sin devolverlo igual o más fuerte.

─ ¡Todos en el maldito pueblo hablan de vosotros y vuestras asquerosas aventuras de patio trasero! ─ Claro, porque Akira no se había quedado del todo callada, y presumía su pena hablando mal de su marido y del amante de éste.

El puñetazo de Rubius fue primero, estaba harto de escuchar la misma mierda todos el día, no lo aguantaría más, y eso era lo que le quería contar a Vegetta; que se estaba sintiendo enfermo con aquello, que no quería que volviera a suceder, y que a su vez dejaran de verse.

Willy le estuvo por regresar el golpe, pero fue cuando los instintos protectores de Samuel retumbaron espontáneamente, y florecieron dando la cara por Rubius en aquella pelea, porque sus animales interiores lo interpretaban como: Alfa en celo versus Alfa territorial y protector, a por un Omega (y el único hasta los momentos).

Willy recibió un gran golpe en el costado, uno que lo hizo caer al suelo y a su vez quejarse. No pretendía al principio luchar contra el azabache, pero si así lo quería, eso tendría.

My Littler Chaos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora