9.

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Al reincorporarse, estuvo por lanzar su primer golpe, pero la poco cordura que aún permanecía intacta le detuvo recordándole que a quien golpearía era a su mejor amigo. No podía hacer eso, por más molesto que estuviera, aunque la adrenalina que recorría su cuerpo se lo pidiera a gritos, aunque estuviera dolido, y quisiera venganza. No le haría eso a Vegetta, no mientras ese pequeño y torpe sentimiento de cordura siguiera allí.
Bufó harto de esto, y dirigió una mirada fea hacia Rubius.

─ Bien, si queréis seguir siendo unos asquerosos de mierda, vale, es vuestro problema. ─ luego de ello se fue lo más rápido posible, necesitaba desestresarse, golpear algo, por lo tanto, y al estar fuera de la mansión, comenzó a golpear el primer árbol que vio, y lo haría hasta que sus nudillos sangraran, hasta que el dolor y la amargura que sentía en su corazón pasaran a ser una pena menor, como el dolor que sentiría en sus manos.

Por otro lado, Rubius se había sentado en el sofá,  y miró a Vegetta. El coraje con el que había llegado al lugar había disipado, estaba apenado, realmente no quería acabar esa relación con su amante, sentía que lo haría por presión social, y no le gustaba.

─ Doblas. ─ habló el azabache primero, sacando a Rubius de sus pensamientos pesimistas sobre lo que pasaría si terminaba con esto. ─ ¿Qué era lo que me querías decir?.

Rubius ladeo un poco la cabeza, mientras se pintaba una sonrisa pequeña en sus labios.

─ Se me ha olvidado. ─ contestó entonces. ─ Lo lamento.

─ Bueno... que sorpresa que estés aquí, hace unos días que no te veo. ─ y era por el mero hecho de estarse evitando todo el rato.

─ Bueno, es que no he tenido tiempo, la verdad... ─ en parte era cierto, ya que todo ese tiempo se había dedicado a mentirle a Nieves acerca de aquello, ya que la pelirroja había estado en mucha duda, y no paraba de preguntar acerca de este tema. ─ Pero, hombre ¿Qué hay de nuevo?, que ya el pueblo entero se a enterado, no?. ─ parecía estar orgulloso de ello, pero realmente no era así del todo.

─ Desgraciadamente, Doblas. ─ soltó un corto suspiro y desvió la mirada unos segundos. ─ Pero ya nada se puede hacer, qué va?, estamos rayados a tope. ─ le regresó la mirada, la cual al instante fue correspondida con una sonrisa.

─ Nos ha salido mal la travesía... ¿No, Vegettita? ─ rió en un tono bajo. ─ Pero es para bien, sin pena puedo divulgar que sí me acosté con uno de los mejores guerreros. ─ sinvergüenza.

─ ¿Uno de los mejores? ¿Eres tonto?. ─ sonrió. ─ Que yo soy el mejor, número uno.

─ ¿El mejor en todo?.

─ El mejor en todo y más, chiqui.

Esa sonrisa hermosa hipnotizaba todos los sentidos del híbrido, le hacía olvidar todo lo malo, pero era una verdadera pena que no pudiera decir con totalidad que Vegetta era suyo, incluso cuando ya no había nada que ocultar en su relación prohibida.

─ Tienes razón, eres muy bueno en muchas cosas. ─ sonrió. Era doloroso, odiaba estar enamorado, odiaba esos sentimientos, se sentía feo.

─ Sí, también soy bueno sabiendo cuando estás pensando algo que quieres decir... ¿Por qué no lo dices?. Estoy seguro de que no se te ha olvidado lo que viniste a decir, era importante, No?.

Ahora Rubius tenía que buscar una excusa para no deshacerse de aquella torpe relación, o por lo menos por ahora, porque entró nuevamente en la duda de quedarse con Vegetta o no. Lo que más le causaba aquella gran interrogante era el desconocer si el azabache quería tener algo serio con otro hombre, o recuperar a su mujer, porque por su parte él estaba totalmente dispuesto.

─ Es importante. ─ contestó un tanto cabizbajo, actitud que extrañaba al ajeno ─ Yo quería hablar de nosotros, Vegetta. ─ tomó valor, aire, y siguió ─ ¿Qué haremos ahora que somos "una pareja" ─ hizo comillas con los dedos ─ ... ante la gente?.

─ Ser una pareja, príncipe. ─ contestó como si fuera lo más obvio ─ Sólo tienes que dejar a Nieves, y lo hacemos oficial. ─ finalmente tenía libertad para amar al chico de los ojos verdes,  y esperaba que el ajeno correspondiera sus sentimientos, lo que fue evidente cuando sus mejillas se coloraron, y una linda sonrisa se pintó en sus labios.

Estaban enamorados, y por fin se atrevieron a decirlo.

My Littler Chaos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora