19.

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— ¿Dónde viviremos? A mí me gusta mi casa para hacer allí la habitación del bebé.— propuso el híbrido muy feliz.

— No, no, nada de eso, yo la voy a hacer una casa nueva, dónde podamos vivir los tres.— Y bien la tenía planeada desde hace mucho, y no es que hubiese pensado antes dejar vivir a Rubius allí, pero era un buen momento para comenzar de nuevos sus vidas en un nuevo ambiente dónde estar cómodos como famlia.

—... ¡Tenemos que casarnos!. — este señor no estaba pensando demasiado en su mujer. — No quiero que mi hijo sea un bastardo, no, no, que feo sería.

Vegetta sonrió, había notado lo feliz que estaba el Omega, y le parecía tierno, apesar de que hace un rato le vio verdaderamente desesperado por matarse.

— Eso estará en nuestros planes tambien, no te preocupes, chiqui. — él tampoco pensaba en la mujer del híbrido, sólo pensaba en el mismo, en su propia comodidad y bienestar.

Pasadas unas horas en casa de Vegetta, Rubius tuvo que regresar a su casa, estuvieron hablando de muchas cosas referentes al bebé, a la nueva casa y a la boda, pero lo único que tenían bien planeado era que estarían juntos en esto, porque todo el resto había llegado de golpe para ambos.

— Nieves, ya llegué.— dijo una vez que cruzó la puerta, pero al no ser atendido como la mayoría de las veces comenzó a buscar a su doncella.—... ¿Dónde se ha metido esta chica?.— buscó y buscó, pero al final no encontró rastro de ella, sólo un plato roto, y sopa en el piso de la habitación principal, supuso que algo había sucedido otra vez, y la culpa fue derechita a Mangel.

Salió en su chocobo a casa del susodicho, y al llegar comenzó a tocar la puerta como si no hubiera un mañana, y no fue el castaño quien abrió, sino una pelirroja en lencería y con el ceño fruncido.

— ¡¿Por qué tocas la puerta como si fuera tu casa, hijo de puta?!.— pregunto antes de apuntarle con un tenedor.— ¡¡Perra asquerosa, anda a robarte el novio de otra persona tú!!.— amenazó acercándole más el cubierto al cuello, a lo que el híbrido respondió con un gesto de mala gana.

Mangel apareció detrás de Lolito, le tomó de la cintura para alejarle de Rubius, porque sabía que era muy capaz de hacerle daño en ese momento por nada.

— Mi niña, regresa ese tenedor a la cocina o te dejo seco por una semana.— y claro, eso fue suficiente para que Lolito de fuera y les dejara en paz, pero les estaría vigilando, odiaba a Rubius, sobretodo porque Mangel siempre estaba hablando de él.

— ¿Mangel, dónde está mi Nieves?.— pregunto el de ojos avellana aún enfadado, y a ello Mangel sólo ladeó la cabeza y negó.

— ¿Estás tonto, tío? Que yo no le he hecho nada.— río.

— No me mientas, Mangel ¿Si no la tienes tú, entonces quién? ¿Y dónde está tu camisa, macho?... No me digas que estabais...— hizo una mueca de asco, y Mangel volvió a reír bajito.

— Íbamos, pero llegó un pendejo a tocar la puerta como gilipollas, y por eso Lolito está molesto ahora. Y yo no tengo a Nieves, así que ¡Chao!.— le empujó un poco y cerró la puerta para seguir en lo suyo.

Rubius bufó y se fue de ahí. Él estaba muy claro que tenían ya una vida aparte, pero seguía doliendo todo este asunto de Mangel y Lolito, sobre todo cuando era tan descarados, pero desvío ese pensamiento, ahora tenía que encontrar a su querida Nieves, y regresar a casa para que limpie el piso.

My Littler Chaos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora