|Me| |tangere|

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-No crees que es muy pronto para saber eso? – Jossette le desviaba la mirada nerviosa.

A lo lejos se escuchaba como el auto venía desde lejos, y sin decirse nada más corrieron hasta la casa, entre la oscuridad de la noche que los resguardó de ser encontrados, pero desde la ventana, Charlie veía como ambos se acercaban a la casa, desde su habitación solo se dio media vuelta para mirar ese poster que se movía, un Ridgeback noruego macho, que lanzaba llamas desde casi su nacimiento, eso era lo que su mente podía recordar luego de tanto estudiar, pero, el dato extraño no lo desvió de su pensamiento original.

Cuando Charlie era tan solo un niño recordó el día que Jossette llegaba a casa, una niña con el cabello extremadamente largo y la oscuridad en sus ojos, tan diferente a lo que toda su vida había conocido, lo había visto en sus ojos, que se le hacia parecido a los profundos ojos de un colacuerno húngaro, y luego de eso, el juramento inquebrantable.

No podía recordar un momento que tuviese a solas con Jossette sin que Bill estuviera con ellos, al ser los tres mayores, generalmente pasaban juntos, pero siempre había algo que temía y era consciente de que podría suceder, que Bill se enamorara de Jossette, porque era un hecho.

A la mitad de su pensamiento, se sentó en el escritorio que tenía en la habitación que compartía con Bill, tomo una pluma y comenzaba a escribir una carta, concentrado en la escritura, quería dejar de pensar en lo que su cabeza le estaba haciendo un caldo terrible, no quería perderlos a ninguno de los dos.

Bill había sido con el hermano que más había compartido, por llevarse por muy poco tiempo entre sus edades y esa idea obsesiva de Bill de cuidar de su familia, lo habían llevado a tener una amistad más allá de la familia.

Y a Jossette, que era su mejor amiga, parte fundamental de su familia en la que siempre pensaba, y claramente, su primer amor.

Terminó de escribir, puso el papel dentro de una caja con un encantamiento que le había enseñado Tonks para esconder lo que no quería que nadie viera, y se recostaba en su cama mirando al cielo haciéndose una promesa, promesa que comenzaría a cumplir desde el día siguiente.

La mañana llegó con el cacarear de las gallinas de Molly, y todos comenzaban a acercarse a la mesa a desayunar antes de comenzar con las actividades del día, aunque fuera una familia pobre con magia, las entretenciones siempre estaban al filo de la puerta de salida.

Luego de despedirse de Arthur, todos sus hijos salían a ver el sol de la mañana que era joven, al igual que ellos, y Bill, Jossette, Charlie y los gemelos salían a caminar por los alrededores buscando criaturas olvidadas por los magos, alguna salamandra que desaparecería al verlos, pensaba Jossette riendo, que luego de unos minutos caminando y tratando de que George y Fred no hicieran alguna cosa que los metiera en problemas.

Mientras que Charlie ponía especial atención a los gestos que Bill tenía con Jossette, intentando que los dos no estuviesen tanto tiempo solos, en su miedo de que no pasara algo que saliera de su especial atención.

Caminaron por un tiempo considerable perdiéndose entre la arboleada, pero siguiendo esa línea de agua que corría cerca de la madriguera para no perderse.

Bill notó como a lo lejos veía una casa escondida entre las hojas de los árboles, tan escondida que ninguno de los demás hermanos la noto, pero Jossette sí, porque constantemente esa mañana estaba muy interesada en saber que estaba pensando por lo que había preguntado ayer.

Charlie dio aviso que ya tenían que volver, habían caminado tanto que ya era momento de la merienda.

Había pasado el día hasta llegar la cena, donde toda la familia volvía a estar reunida en la mesa, con las luces tenues que le daba la chimenea, había sido un largo día, pero un día que aun no terminaba.

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