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Sinceramente, se preguntaba como Hinata estaba. Él se sentía avergonzado, traicionado y... Triste.

Después de todo, en los votos habían jurado fidelidad eterna... Amor eterno. Que falso.

Ya no tenía sentido pensar en eso, lo hecho hecho está. Caminando por calles menos transcurridas de su aldea, miraba el suelo, que a pesar de ser iluminado por las farolas, la luz de la luna iluminaba aún más.

Ahora era momento de seguir adelante.

Casi su mente permanecía nublada por sus pensamientos, que se detuvo en seco al verla sentada en una de las bancas. Solitaria, mirando el suelo como si fuera lo más importante.

Solo con verla, comprendía por lo que pasaba, algo que empezaba a molestarle. Ella no merecía eso. Sabía que no.

–Buenas noches.

Decidió acercarse, ella lentamente lo miró a los ojos, con un rostro neutro.

No parece que estuviera llorando, por lo que sintió un pequeño alivio.

–Buenas noches.

Respondió en un murmullo. Sonriendo levemente.

–¿Puedo?

Preguntó, señalando a un lado de ella. Hinata asintió.

Ambos estaban ahora sentado, él mirando la luna y ella mirando al frente.

Sin hablar, entendían que no había necesidad de preguntar el porque andaba solitaria o porque caminaba a esas horas. Ambos comprendían el dolor que estaban sintiendo, aunque no lo demostraran con llanto. Sin embargo, el azabache ahora la miró a ella, a sus ojos perla. No. A sus ojos igual a la luna.

Ella respiraba tranquilamente, sosteniendo sus manos entrelazadas y de vez en cuando, formaba círculos en su ropa con los dedos.

–Tus ojos se parecen a la luna.

Hinata giró su rostro hacia el, mirandolo sonrió.

–S-Sí...

Infidelidad || Hinata HyūgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora