Capítulo 2: Vergüenza

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Bell

El espejo me mostraba todo lo que no quería ver mientras esperaba para hacer mi presentación de aquella noche. Una chica perdida, con el terror latente en sus ojos, porque odiaba tanto aquel trabajo, pero lo amaba porque gracias a este podía comprarle más tiempo a mi madre. Era mi decisión y debía cargar con ella, aunque no fuese algo por lo que me sintiese orgullosa, y aunque sentía que no tenía otra salida.

Charlotte, mi hermanita de tan solo seis años, o Lottie como a mí me gustaba llamarla, leía un cuento para mí desde la comodidad del sillón mientras yo trenzaba su cabello para que al día siguiente pudiéramos dormir unos minutos más por la mañana. Era el mismo cuento que llevaba semanas leyéndome, y como siempre comenzaba de nuevo no habíamos podido llegar a leer el final. Esperaba que algún día se cansara o terminaría por volverme loca.

Cada palabra que decía la repetía en mi cabeza de memoria, y aunque ya estaba aburrida, permitía que continuara porque ella se sentía muy feliz y orgullosa de haber aprendido a leer. Además, era una buena forma de estimularla a que practicara.

—La perrita corrió a su dueña buscando el cariño que solo ella podía darle, mientras movía la cola de un lado al otro demostrando su felicidad. Al estar juntas se fusionaron... ¡La pronuncié bien! —festejó aplaudiendo con felicidad. En todo este tiempo que leía ese cuento, no había podido pronunciar la palabra fusionar de forma fluida.

—Eso es porque eres una niña muy inteligente —felicité terminando la trenza y abrazándola. Deposité un beso en su cabello antes de voltear con tanta rapidez que mi cuello dolió, escuchando a mi mamá toser. Observé cómo se cernía mientras tosía sobre una servilleta, y se sostenía del mesón de la cocina, como si no pudiera mantenerse en pie por sí misma.

Me incorporé y me acerqué a ella. Lottie corrió a su cuarto para ver la trenza en un espejo, o eso dijo que haría.

— ¿Estás bien? —pregunté con el ceño fruncido. Ella asintió con la cabeza y no iba a insistir en preguntar a pesar de que llevaba tosiendo de aquella forma desde hace dos semanas, pero luego vi la servilleta y no había forma de que me contuviera— ¿Es eso sangre?

—Sí, pero no te preocupes hija...

— ¿Que no me preocupe? Mamá, por favor, hay que ir al hospital ya mismo —declaré y cuando estaba por dirigirme a buscar los papeles para llevarla ella agarró mi mano deteniéndome y negó con la cabeza.

—Tenemos que hablar mi amor, pero por favor esperemos a que Charlotte se duerma —dijo esperando mi afirmación, y aunque sabía que debía de ser algo muy malo, asentí con la cabeza.

Esa noche mi madre me dijo que tenía cáncer de pulmón. Fue la peor noticia que alguna vez me dieron y lloré durante horas contra su pecho mientras decía que no la quería perder. Ella lloró conmigo y cuando pregunté si había algún tratamiento, respondió que era muy costoso y no era ciertamente efectivo. No la curaría, pero le daría más tiempo de vida.

Al día siguiente busqué un trabajo mejor que el que tenía por casi todo el país, pero nadie pagaba lo suficiente como para poder ahorrar y pagar el tratamiento y los medicamentos para ella. Desde que había terminado el bachillerato trabajaba en una cafetería cercana a mi casa, pero ese dinero no alcanzaba. Necesitaba algo más.

Busqué y busqué hasta llegar a aquel bar en el cual creí que ofrecían trabajo como cantinera. Sin embargo, el trabajo era muy distinto y aunque en un principio me negué, una semana después me encontraba en mi primera noche como bailarina, o al menos así me gustaba llamarlo para no sentir que perdía mi integridad.

El bar estaba lo suficientemente lejos de mi casa como para que nadie pudiera reconocerme, o eso creía, hasta que esa noche él apareció.

Shane era uno de los hombres más atractivos que alguna vez había conocido. No solo por su físico, sino por la inteligencia, la bondad y el carisma que poseía, y que claramente me había embelesado hacía tres años en el verano mientras estaba de vacaciones con mi familia. Me hacía feliz verlo de nuevo porque había sido un gran amigo, pero las circunstancias no eran las mejores. Al instante me puse a la defensiva, y al bajar del escenario cuando él se acercó a mí, yo solo esperaba que se fuera rápido.

Noches eternas | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora