Caminé a través de la puerta pudiendo finalmente estar fuera y de esa manera dejé de sentir el olor a tabaco proveniente del club. Nada me parecía más repulsivo, y por eso inhalé profundamente como si me sintiera al fin libre. Sonreí con ironía ante aquel pensamiento antes de comenzar a caminar.
Me daba vergüenza ir al lugar de Shane cuando él no se encontraba, sentía que invadía su vida, y aunque en cierta forma lo hacía, a él parecía gustarle que lo hiciera. Y debía admitir que era más seguro para mí caminar ese par de cuadras hasta su departamento, que ir a mi casa.
El frío se colaba por mi campera haciéndome temblar cuando me detuve frente al semáforo esperando a que me indicara que era mi turno de cruzar la acera.
Un hombre se paró a mi lado, ni siquiera dirigí mis ojos a los suyos, pero notaba que era mucho más alto que yo. Quizás de la altura de Shane. Al pensar en él, no pude evitar desear que su cirugía estuviese yendo bien, todavía recordaba sus palabras diciendo que lo más difícil de su trabajo era la muerte, y yo no quería que le sucediera eso aquel día, o ningún otro.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo y tuve la sensación de que estaba siendo observada. De reojo miré al hombre a mi lado. Él estaba en su propio mundo con el celular en la mano. Miré hacia atrás y había varias personas. Un hombre de unos treinta años dirigió sus ojos a los míos y sonrió. Lo miré por unos segundos y volví la vista al frente.
Sacudí la cabeza quitándome aquella sensación horrible y comenzando a caminar ya que las luces me lo indicaban. Me dije a mí misma que me debía calmar, y que probablemente aquel hombre me miró al sentir que yo lo miraba. Eso no significaba nada. Lo repetía una y otra vez, deseando que así fuese, pero comenzaba a alejarme del centro, y aun oía pisadas detrás de mí.
Apresuré el paso sintiendo que las piernas me quemaban y volteé a ver. No había nadie. Fruncí el ceño sin entender que me pasaba, de donde venía toda esa paranoia. Respiré más tranquila y seguí caminando a un ritmo normal, pero ahí estaba el ruido una vez más.
Me giré completamente sin pensarlo y descubrí que no me equivocaba. Era el mismo hombre que me sonrió en el semáforo. Llevaba un traje costoso y en su mano había un reloj ostentoso, justo como la clase de hombres que frecuentaban el cabaret. Pero lo que me asustó fue su sonrisa, como si me conociera y quisiera algo de mí, y yo sabía qué era ese algo.
Sin perder tiempo di la vuelta y caminé, casi corrí. No escuché que alguien corriera detrás de mí, o que me siguieran el paso, pero eso no me detuvo. Eso no detuvo el terror que sentía. Para el momento en que llegué al departamento de Shane las piernas me temblaban y me faltaba el aire. Para mi fortuna, me esperaba Keith, y eso me tranquilizó.
—Bell, ¿estás bien? —se acercó a mi consternado, observándome de manera protectora.
—Sí —intenté respirar, pero era difícil, más aún cuando mi corazón no se tranquilizaba—. Me estaba siguiendo un hombre —expliqué entre jadeos.
Él pareció entender y observó de donde yo venía, pero no había nadie, por supuesto.
—No te preocupes, no te va a pasar nada —consoló, tomando mi mano con cariño y guiándome dentro.
—Hola Bell —saludó Alisson con una sonrisa enorme— ¿Estás bien? Estás súper ruborizada —señaló con preocupación.
—La estaban siguiendo —explicó Keith en un susurro mientras yo me sentaba en el sillón, recuperando el aliento. Estaba acostumbrada al ejercicio, pero el miedo y la ansiedad habían hecho que me agotara más que de costumbre. Había tenido tanto miedo que por un momento creí que no llegaría a estar ahí, con dos personas en las que sabía que podía confiar.
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Noches eternas | COMPLETA
RomanceBell bailaba en ropa interior por dinero. Shane había perdido a un paciente en una cirugía. Una mala noche los llevó a reencontrarse y antes de que se dieran cuenta, estaban compartiendo sus noches eternas. ¡Atención! Esta novela contiene escenas s...