Capítulo 29: Planes

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Shane

Estacioné frente a la academia en donde se suponía Bell estaría esperándome. Yo había insistido en que entraría a buscarla pero ella me había llevado la contraria como siempre y me había dicho que me esperaría en la puerta. Sin embargo, ella no estaba.

Quité las llaves y pensé que quizás estaría del lado de adentro para evitar congelarse, pero las luces estaban apagadas y no había rastro de Bell. Empujé un poco la puerta principal y esta estaba abierta así que decidí entrar. Caminé con cautela por el pasillo hasta la última habitación donde si había luz, y ahí estaba ella.

Se suponía que comeríamos juntos antes de ir al club, pero al parecer ella se había olvidado porque todavía continuaba bailando sin inmutarse por la hora. Ni siquiera estaba enojado o molesto. No podría nunca enojarme con ella. Sabía que había tenido un día agotador. Por la mañana había trabajado en la cafetería y desde que su turno había terminado, estuvo practicando la coreografía para la audición. Se estaba esforzando muchísimo y eso me hacía feliz porque ella estaba encontrando una luz de motivación en su mayor sueño.

Además, porque sabía que la danza la hacía sentir cerca de su padre, quien la había llevado a las clases de ballet durante años y había convencido a Grace de regalarle sus primeras zapatillas por muy costosas que fueran.

Bell estaba tan nerviosa por su audición que comenzaba a dudar de su talento estando a tan solo dos semanas del gran día. Los sábados y domingos la academia estaba cerrada y ella aprovechaba para practicar, y sabía que también lo hacía a escondidas en su dormitorio porque su madre me lo había dicho, porque creía que debía practicar todo lo que pudiera.

En ese momento, bailaba con la mirada perdida, completamente concentrada en lo que hacía. Parecía no haberme notado, y yo me recosté en el marco de la puerta, sintiéndome embelesado por su forma de bailar.

Su elegancia era fascinante, y por más tiempo que permaneciera de puntas de pie, no parecía cansarse o sentir dolor. Se notaba que lo había hecho desde pequeña y que tenía un talento innato. No sabía demasiado sobre la danza clásica, pero si sabía que no podía ser el único que notara eso.

La observé hacer un salto con los pies en puntas y una pierna hacia atrás, pero luego cayó de cara al suelo en un brusco movimiento. Se quedó por un momento con las manos contra el piso, insultando al aire y yo me acerqué rápidamente porque tenía miedo de que se hubiera lastimado.

Nunca la había visto tan frustrada y enojada como en ese momento. La ayudé a ponerse de pie y busqué algún indicio de lastimadura pero no encontré nada.

—Se me hizo tarde y ni siquiera me di cuenta —susurró con una mueca triste que me hizo sonreír por lo apenada que lucía.

—Está bien, no te preocupes —dije encogiendo acariciando su mejilla y dándole un beso en los labios.

—No, no está bien —apretó los dientes sentándose en el suelo y haciendo una mueca de dolor.

— ¿Te duele? —le pregunté sentándome a su lado y acariciando su muslo cubierto por las calzas.

—Sí, pero no es nada —aseguró encogiéndose de hombros.

—Ah, ¿de verdad? No sabía que habías estudiado medicina —respondí sarcásticamente haciéndola sonreír.

—Me torcí muchas veces el tobillo, es un dolor muy distinto. De verdad que estoy bien. Gracias —susurró besándome con dulzura—. Perdón por no estar lista.

—No te preocupes —ella no parecía muy convencida con mis palabras. A Bell le molestaba más las cosas que hacía de lo que alguna vez a mí me molestarían. Siempre se quejaba de que no era la novia que me merecía, y yo solo podía pensar en que quería estar con ella y que era la novia perfecta, porque era la que yo amaba.

Noches eternas | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora