37-Pequeños grandes

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Ken:

Miré uno a uno a todos los presentes. La mitad de ellos estaban con cara de shock, mientras que la otra mitad me miraba con superioridad. Miré abajo mío. En ese mismo instante me encontraba flotando en el aire como todos, a casi 20 metros del suelo. Resumiendo, si tuviese que utilizar mi poder me tomaría 5 segundos lograr que se activara.

—¡Ataquen! —gritó un monstruo, al mismo tiempo que muchos se lanzaban encima de mí.

Agarré mi espada y la solté, aprovechando para lazarle una mirada de advertencia a los adultos que habían querido meterse en medio de mi pelea. La espada siguió cayendo, hasta tocar el suelo.

Pero en vez de caer normalmente, quedando inerte, esta se plantó en el suelo, antes de hundirse en él, desapareciendo de la vista de todo. Sonreí con alivio.

Ya empezó la masacre...

Los monstruos estaban a un segundo de matarme, cuando el cielo entero se iluminó. Todos cerraron los ojos para protegerse de la luz, al mismo tiempo que yo veía como mil espadas aparecían en el cielo, justo al lado de uno de los monstruos. Agarré una en mi mano derecha, antes de cerrar los ojos. Escuché al instante un coro de gritos y rugidos de dolor. Cuando todo se volvió silencioso de nuevo, abrí los ojos.

Solo estábamos Jack y sus pocos hombres, los adultos y yo.

—999 de menos—sonreí con superioridad.

—¡Imposible! —gritó Teo, fuera de sí—¡Un anciano como él nunca habría podido matar a todos nuestros mon...

Desaparecí y me formé frente a él, antes de plantar mi espada directo en su corazón. Teo se quedó con la boca abierta durante un segundo, antes de agarrarse el corazón con dolor y caer frente a mí, inerte.

—1000 de menos—susurré, al mismo tiempo que la espada se desintegraba y desaparecía de mi mano—¿Sigue habiendo alguien aquí que piense que soy un viejo sin fuerza?

Todos se quedaron congelados en su lugar. Me di vuelta para encarar a los buenos. Ellos parecían más en shock que los malos. Les sonreí, antes de agitar mi mano.

—¡Me tengo que ir! ¡Tengo una reunión importante en unos minutos! Encárguense de los que faltan.

Me di vuelta, antes de desaparecer, apareciendo un segundo después en una calle desolada. Ya había gente esperándome ahí. Más exactamente 5 personas.

—¿Entonces, científico loco, que me querías enseñar? —le pregunté a la única persona que conocía entre ellos.

El joven bajó su sombrero, tapando la mitad de su cara, antes de sonreír de manera enigmática.

—Capitán general, esto muy feliz de que haya aceptado mi invitación.

Jade:

—¿David? —cuestioné entrando en su cuarto después de tocar la puerta.

El chico se encontraba en el medio de su habitación. Estaba sentado, con los ojos cerrados y las piernas cruzadas. Parecía meditar, por lo que me avancé en silencio hacía él.

—Llegaste justo en el momento más emocionante—susurró, aun con los ojos cerrados.

—¿Te puedo ayudar en algo? —le pregunté, deseando que el TP se preparara con más rapidez.

—Me gustaría, pero tú no controlas el fuego—explicó, al mismo tiempo que unas llamas de fuego aparecían en la palma de sus manos. —Solo una persona con el poder del fuego puede hacer que el TP se recargue.

—¡Espera! ¿Tú eres un usuario del fuego? —pregunté con sorpresa.

De repente una luz iluminó mi pecho, al mismo tiempo que un hermoso pero raro ser salía de él. David, frente a mí, seguía impasible: sin moverse ni un centímetro.

La Aventura del Zodiaco [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora