《 40 》

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— CAPÍTULO 40 —


     Pasaban de las cinco de la mañana cuando Vanessa se encontraba dormida entre los brazos de Nicholas, sintiendo sed. Su tranquila respiración le hacía cosquillas en su cuello y al saberse con él, sonrió somnolienta. Ojalá pudiera despertar así todos y cada uno de sus jodidos días. No sabía que lo necesitara tanto hasta que se encontró ahí, envuelta entre las sabanas y protegida por los fuertes brazos de Nick. Se giró con lentitud para quedar frente a él y lo miró, lo adoró y lo amó con sus retinas. Se enamoró más, era tan guapo, y lo amaba. Era suyo, y ella era de él. No había necesidad de mencionarlo, era un hecho.

     Dejó en un beso en la comisura de su boca y se levantó para ir a la cocina. Estaba vestida con su camiseta y sus piernas se pasearon desnudas por el lugar. Tenía conocimiento de que Trevor estaba viviendo con Nicholas, pero no sintió movimiento.

     Tomó un vaso, lo llenó de agua y cerró los ojos al tragar. Y con el vaso en manos fue hasta la habitación, y se recargó en el marco de la puerta. Y de nuevo lo examinó, sus ojos se pasearon por sus brazos tatuados, tenía figuras tribales que iban desde su pecho izquierdo y recorría todo su brazo.

     Mordió su labio inferior, pudiendo sentir sus caricias y sus besos. Recordó cómo la poseyó en la encimera de la cocina, cómo la hizo gritar y correrse ahí. Joder, era capaz de despertarlo para que volviera a adentrarse en ella, pero no, él se veía tan tranquilo que no tenía el corazón para hacerlo.

     Cada vez más se interesaba por la historia que debían tener sus cicatrices. No había olvidado su estrés postraumático debido a todo lo que vivió en Afganistán. ¿Por qué asesinarían a su amigo? Entendía que recibiera alguna que otra bala en algún problema, sin embargo, había cosas que no cuadraban y ella quería una respuesta.

     A lo lejos oyó un quejido y dirigió su vista hacia el pasillo, extrañada. Vanessa le dio una última mirada a su amante y se dirigió a la habitación continua. Por la rendija de la puerta vio la luz encendida, tal vez algo ocurría. Tocó dos veces.

     —¿Trevor? —murmuró, pero no obtuvo respuesta, solo frunció el ceño al oír un poco de movimiento. ¿Acaso todo estaba bien? —. ¿Trev? —puso su mano en la manija de la puerta y la giró. Asomó con cuidado la cabeza, y desde su lugar vio a Trevor sentado en la orilla de la cama.

     Se sintió como una intrusa al ver la manera en la que sostenía la jeringa para introducir la aguja en su brazo. Se quedó en silencio, anclada en el piso, sin pestañear. ¿Debía entrar?, ¿debía despertar a Nick? Mierda, mierda.

     Tragó cuando vio cómo el presionaba en embolo y sus ojos se cerraban y se dejaba caer en la cama. Se llevó la mano a la boca, con el nudo ubicado en la bilis. No era la primera vez que veía a alguien drogarse, incluso pensaba que estaba acostumbrada, pero ver a la persona que el amor de su vida amaba, drogarse, no se sentía como normal.

     Una voz la hizo volver. Nick.

     Cerró la puerta sin hacer el menor ruido y caminó apresurada hacia su pieza. Al estar en el umbral, lo vio revolviéndose en la cama, sudando, diciendo incoherencias.

     —Nick —llamó su atención, caminando muy decidida hacia él para despertarlo. Ya comenzaba a asustarla —. Nicholas, despierta —intentó sacarlo de sus pesadillas, justo como él hizo una vez. Pero no regresaba a ella —. Nick, amor, despierta.

     —Suéltala. A ella no —gruñó y Vanessa arrugó la frente, queriendo saber qué era lo que lo estaba atormentando en sus sueños.

     —Nick —lo movió un poco más fuerte y ya estaba comenzando a desesperarse —. Mierda, Nicholas, despierta. Despierta, por favor.

Protegida por Nick © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora