23- Despedida

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Bastian se arregló el cuello de la camisa por enésima vez mientras su madre lo observaba, sus ojos azules decían tantas cosas, fue el momento en que se dio cuenta de que Brandon tenía razón. Nerea lo amaba, a su manera, pero lo amaba, al fin y al cabo.

― Voy a estar bien mamá — tomó la mano de la mujer y esta lo abrazó.

― Te amo, nunca olvides eso...

Para variar, Franz no había ido. Bastian ya estaba acostumbrado a los desplantes de su padre, lo que de ningún modo esperaba era que Brandon no apareciera en el aeropuerto para despedirlo. El día anterior no se habían visto, demasiadas cosas que arreglar para el viaje y había tenido que aceptar la cena de despedida en casa de Martin y Damián.

"No me pienses demasiado, muy pronto estaré contigo, te amo".

Sí, el mensaje había sido muy romántico, no obstante, eso no le bastaba, necesitaba estar de nuevo en su piel, sentirlo dentro suyo y, sin importar que el tiempo que los separara fuera poco, las horas incluso serían eternas.

― Tranquilo, algo lo debe haber demorado, estoy seguro de que vendrá.

Damián lo rodeó con su brazo infundiéndole valor y Bastian le correspondió, acurrucándose en el enorme cuerpo. Ahora entendía a Martin, la protección que este hombre infundía era maravillosa.

― Voy a extrañarlo demasiado.

― Lo sé, estuve en una relación a distancia varios meses ¿recuerdas?

Damián acarició su espalda, para calmar al muchacho que estaba a punto de llorar.

― ¿Pasa algo?

― No, estoy bien sólo tengo que ir al baño...

Bastian necesitaba respirar, fue al baño del aeropuerto y se mojó la cara una y otra vez antes de estallar en llanto. Se cubrió el rostro por unos minutos y volvió a lavarse. Había llegado el momento, se iría de Sudáfrica, lejos de su familia, de sus amigos, lejos de él y estaba aterrado.

― ¿Sucede algo hermoso?

El corazón se le detuvo, se giró con velocidad hacia el lugar donde venía esa voz cuando un cuerpo pesado lo presionó contra la piedra del lavamanos.

― Imbécil, ¡mira la hora que llegas! ¡pensé que no te vería!

Lo abrazó al tiempo que gritaba y Brandon reía para luego buscar su boca y devorarla. La lengua buscando nuevos rincones que colonizar, explorando más allá, haciéndolo sentir amado, deseado.

Recorrió con sus manos la delgada espalda entre la camisa blanca, llegando hasta el cinturón, introdujo la mano entre el pantalón y bajo el bóxer apretando las firmes nalgas. Bastian rompió el beso lleno de desesperación y un deseo sexual incontrolable.

― No hagas eso, lo menos que necesito es una erección.

― Te equivocas, todo lo que necesitamos son dos penes bien duros listos para darse placer.

Bastian gimió cuando la boca de Brandon succionó sobre su cuello, y la otra mano tiró del nudo de la corbata.

― Vamos.

Lo llevó hacia uno de los cubículos y cerró la puerta, Bastian se entregó al fuego, olvidándose que estaban en un lugar público y que cualquiera podía ingresar allí y escuchar sus jadeos y gemidos. Relegó el pensamiento racional, y se entregó al instinto de ese guerrero implacable que lo devoraba con tanto hambre como la primera vez.

― Mi familia se preocupará si no regreso.

― Entonces será mejor que nos apuremos.

Ambos luchaban contra los cinturones, botones de los pantalones y luego el bóxer. Brandon lo giró, apoyando su rostro en la pared fría de azulejos blancos.

― Abre las piernas.

Bastian hizo lo que le pidieron cuando un dedo lleno de lubricante ingresó en su interior, golpeando con velocidad su próstata. Un nuevo gemido y Brandon no tuvo otra opción que amordazarlo con la corbata impecable.

― Me vas a pagar el dolor en el culo y que apenas pueda sentarme.

El segundo dedo ingresó y Bastian puso los ojos en blanco de placer. Esto era demasiado bueno, Brandon chupó el lóbulo de la oreja y apretó sus pezones por debajo de la nívea camisa. El enorme bulto envuelto en un condón rozó su entrada e ingresó lentamente.

― Muévete...

Bastian quería gritarle, y, de hecho, lo haría si su boca no estuviera cubierta.

Brandon dio un embiste que hizo a su cuerpo chocar con violencia sobre la pared, dos, tres estocadas con la misma intensidad y las palmas de Bastian fueron a la pared para sostenerse y dejar que ese bastardo hiciera todo a lo que su mente se le antojara.

― Me encanta esto, que te estremezcas y me aprietes así...

Como pudo entre toda la fricción y la delicia Bastian giró su cabeza hacia ese hombre que lo empotraba como un martillo automático, sus ojos vidriosos y llenos de deseo convergiendo con los de ese hombre que estaba enamorado de su cuerpo.

― Te amo...

Las lágrimas corrieron por su rostro cuando Brandon le musitó en su oído esa frase una y otra vez.

Brandon llevó la mano hacia adelante, buscando su hombría para comenzar a moverla al unísono con la velocidad de las embestidas. Afortunadamente, estaba amordazado, de lo contrario, nadie en el aeropuerto hubiera ignorado lo que ocurría en el baño. El semen saltó sobre los azulejos y las piernas de Bastian flaquearon, por lo que Brandon lo sostuvo de la cintura y continuó embistiendo en él con una fuerza desconocida, como si quiera poner una parte de su cuerpo dentro.

― Yo también voy a dejarte algo para que me recuerdes durante el viaje, su majestad.

Musitó sobre su oído cuando salió de su interior y quitándose el condón se masturbó sobre las nalgas haciendo que su esencia se esparciera sobre la piel enrojecida y el resto sobre la ropa interior, la cual deslizó sobre las piernas hacia arriba y con su gran mano pegó sobre el trasero.

― No vas a lavarte, irás así todo mojado, para que recuerdes que conmigo no se juega, ¿de acuerdo?

Bastian se quitó la corbata y mordió su labio inferior de excitación al sentir el líquido espeso entre su ropa.

― Eres un imbécil.

Brandon rio y lo giró hacia él.

― ¿Pensaste que no vendría a despedirme de ti?

Bastian intentaba que su cerebro respondiera después de ese polvazo, pero, simplemente parecía que había dejado de funcionar. Brandon arreglaba su camisa y su corbata y peinaba su cabello, dejándolo presentable para salir de allí.

― Sí, creí que no querías decirme adiós.

― Es que no es un adiós, Bonnie, es sólo un hasta luego...

Los brazos de Bastian rodearon su cuello y sus labios buscaron con desesperación los de ese hombre enorme y poderoso que le había enseñado tanto de su cuerpo, del placer, del erotismo, de la familia y, sobre todo, a creer que todo era posible si ambos estaban juntos...

AMAZONIA S.B.O Libro 9 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora