Capítulo 2

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Salgo del lugar apresurada, por suerte para mí el jamás dirigió la mirada donde me encontraba. Mi corazón golpea mi pecho y los recuerdos me invaden uno tras otro. Si no necesitara tanto el trabajo renunciaría ya mismo.

Me dirijo a mi apartamento rápidamente. Es un lugar pequeño con una habitación, baño y cocina, lo necesario. Cuando papá murió vendimos la casa y repartimos el dinero con Dylan, claro que al final mi parte igual se la quedo él. Subo las escaleras a la segunda planta y cuando me estoy acercando a mi puerta veo que esta entreabierta. Detengo el paso asustada, me acerco de manera lenta y la empujo. Siento ruidos venir de mi habitación y esta vez acelero el paso. No otra vez.

—¿Qué haces? —Le gritó al ver el desorden en mi habitación. Él se voltea y su rostro está lleno de golpes. Mis ojos se dirigen a sus manos y veo que tiene la caja donde se encuentran mis ahorros para la universidad. — Dame eso, Dylan.

—Lo necesito, sabes que si no les pago me matarán Sami.

—Esta vez no puedo ayudarte, lo siento mucho.

— ¿Me darás la espalda? no puedes ser tan egoísta.

—Dame mi dinero, Dylan.

—No.

Mis ojos se humedecen, ante la anticipación de lo que viene.

—Por favor, no me hagas esto. Te lo suplico.

Él intenta salir, pero me atravieso en su camino.

—Quítate

—Por favor no, no puedes hacerme esto, no otra vez.

La desesperación de perder todo mi dinero me invade y comienzo a llorar. Intento arrebatárselo y lo empujo golpeando su pecho. Él ignora mis golpes y me empuja para dirigirse a la salida.

Corro tras él y lo sujeto de su camisa. Hago tanta fuerza que la tela cruje. Él se gira y un impulso me lleva a abofetearlo. Suspira con cólera, levanta su mano y me golpea. Siento el sabor metálico de la sangre en mi boca y retrocedo aturdida por el golpe, Dylan aprovecha ese momento y se marcha. Me deslizó por la pared hasta llegar al suelo y lloró, lo hago por toda la impotencia que siento, rabia, pena, un revoltijo de emociones se acumulan en mi mente y me refugio en la oscuridad de la inconsciencia.

Al otro día despierto con un dolor en todo mi cuerpo por dormirme en el suelo y me levanto lentamente. Los recuerdos de la noche me golpean y me tambaleo cuando un mareo invade mi cuerpo.

Voy directo al baño a darme una ducha, pero antes me detengo frente al espejo y observo el lugar donde Dylan me goleo. Una pequeña mancha morada se comenzaba a formar. Mis ojos se cristalizan nuevamente, pero me trago el nudo que se forma en mi garganta y entro a la ducha, una vez lista me visto para dirigirme al trabajo.

Cuando llego, Eli ya tiene todo listo y me saluda con una sonrisa, sonrisa que se borra a medida que me acercó.

— ¿Qué diablos te paso Sam? —Pregunta horrorizada.

—Me golpee con la puerta- Le miento. —Esta se trabó y no me di cuenta a tiempo. Choque directo con ella.

Me mira y frunce el ceño, sé que no me creyó pero no habla más sobre el tema.

—Y bueno, ¿Conseguiste el trabajo? —Pregunta con emoción.

Asiento y comienzo por explicarle todo lo que debo hacer y mi horario. Luego nos dedicamos a atender a las personas que van llegando al local e intentó mantenerme lo más ocupada posible durante todo el día para no pensar en lo miserable que me siento.

Diez para las ocho ya me encuentro cambiada de ropa con el uniforme que me facilitó Rose. Me explico una vez más el trabajo y me dirijo al piso 9. Las personas ya se están retirando y yo comienzo él aseo en los baños para no estorbar a nadie. Una vez listo los baños comienzo a retirar la basura de los papeleros y trapeo el piso. Me encamino al piso 10, y comienzo por las oficinas pequeñas repito todo el proceso en cada oficina.

Solo me queda una y la deje para el final porque luce como la más grande. Me adentro al lugar que estaría casi completamente oscuro si no fuese por las luces del exterior. No encuentro el botón de luz por lo que me encamino hacia lo que creo es la puerta del baño, encuentro el botón para encender la luz y limpio este.

—Podrías apresurarte —Dice una voz gruesa a mis espaldas. —Vine aquí por el silencio del lugar y tu no dejas de hacer ruido.

Me congelo, mi corazón comienza a latir desesperado. A pesar de que su voz es más gruesa podría reconocerla en cualquier lugar. No respondo y vuelve a hablar.

—¿Acaso eres sorda?

Siento como se levanta de su silla, escucho sus pasos y las luces de la oficina se encienden.

—Quizás con las luces encendidas acabes tu tarea más rápido y me puedes dejar acabar las mías—Dice de forma cortante.

Sigo sin moverme. Reacciona, me regaño mentalmente. Me giro lentamente y lo miro, él se queda quieto en su lugar. Su mirada se torna fría y lo siento. Me sigue odiando con la misma intensidad.

—Samantha.

Forzados a odiarnos (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora