Capítulo 3

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Un escalofrío se apodera de mi cuerpo al escucharlo susurrar mi nombre. Me mira por lo que parece ser una infinidad de minutos, no se mueve, solo me recorre de pies a cabeza. Su ceño se frunce y aprieta la mandíbula. Finalmente habla.

—¿Qué haces aquí?

Intento encontrar mi voz para responderle y ocultar cualquier tipo de emoción que me causa tenerlo frente a mi otra vez, después de años.

— ¿No es obvio?

Él se vuelve a quedar en silencio, no deja de mirarme. Siento como si quisiera ver a través de mí.

—Lárgate de aquí

—Solo terminaré él aseo y me marchar....

—No es necesario—Me corta de golpe— Solo vete.

No sé porque me duele su trato, pero ¿Qué esperaba? ¿Un reencuentro con abrazos y besos?

Tomo el carrito donde van las cosas de aseó y giro para salir de la oficina.

—Y no vuelvas —Habla a mis espaldas.

Me detengo en seco y me giro hacia él, sin poder esconder la preocupación que sus palabras me produjeron.

— ¿Qué no vuelva?

—Sí, no vuelvas. No te quiero en mi oficina, ni en mi edificio.

—Necesitó el trabajo —Suelto asustada.

—Por suerte no es mi maldito problema

Dylan se llevó casi todos mis ahorros y con lo que gano en el restaurante simplemente no me alcanza para pagar todo. Él miedo y la preocupación invaden mi cuerpo.

—Por favor, Daniel

Su cuerpo se tensa cuando pronuncio su nombre.

—No me obligues a llamar a seguridad. Vete y no vuelvas, no volveré a repetirlo.

Un nudo se forma en mi garganta y las ganas de llorar se hacen presentes. Si pierdo este empleo, siento que pierdo todo. La idea de comenzar mis estudios cada vez se siente más lejana, por lo que insisto.

—Por favor. Te prometo que no me veras. Solo finge que no trabajo aquí

Él se acerca, camina con pasos lentos y se para frente a mí. Me mira, estudia mi rostro y por unos momentos frunce el ceño. Recuerdo el golpe que me dio Dylan,  en estos momentos debe estar de un color más morado y café que esta mañana por lo que levanto una mano y tapo ese zona de mi rostro. Sus ojos se clavan en los míos y pareciera que se recupera del aturdimiento, volviendo a dedicarme una mirada fría.

—Tus promesas no tienen valor para mí, Samantha—Se gira y camina a su escritorio, toma el celular y lo lleva a su oreja—Ahora, ¿Te iras por la buenas o por las malas?

—Por favor—Vuelvo a insistir.

—Creo que será por las malas.

—Está bien. No tienes que llamar a nadie, me iré.

Con la mirada gacha y un aspecto de derrota me giro para salir de la oficina. Cuando tomo el pomo de la puerta volteo una vez más a su dirección y lo miro directo a los ojos.

—Adiós.

—Hasta nunca.

Me giro con un nudo en la garganta y salgo del lugar. Cuando llego a mi apartamento subo corriendo las escaleras. Antes de entrar una dulce voz me detiene.

—Pequeña Sam.—Es la señora Ester, una ancianita que vive en el piso de abajo—Querida, estuve esperándote durante toda la tarde.

—Disculpe señora Ester, estaba en el trabajo. —Trabajo que ya no tengo me recuerdo.

-Descuida querida, solo quería comentarte que ya no tienes que cuidar a Thor. —Dice de forma triste. —Murió esta tarde. Vine a avisarte y dejarte el ultimo pago.

En ese momento lagrimas caen de mis ojos sin poder evitarlas.

—Oh cariño, él también te quería mucho. —Se acerca a abrazarme.

Ella se despide. Una vez dentro del apartamento corro a mi pieza y me dejo caer en la cama. Comienzo a llorar, pesadas lágrimas caen y caen, parecieran no querer detenerse por nada del mundo, tampoco quiero detenerlas. Perdí dos empleos en menos de una hora. Maldito perro, escogió el peor momento para morirse. Luego de ese pensamiento lloro aún más, realmente quería a ese animal. Tomo mi celular y le marco a Eli, contesta luego del segundo tono.

— ¿Estas libre esta noche? —Le digo rápidamente.

—Ey ey, primero que nada, buenas noches, amiga.

—Te necesito. —Lloro con el celular en la oreja. Eli es prácticamente lo único que tengo y no quiero derrumbarme sola esta vez. — Por favor

—En 10 estoy allá

Sigo llorando echa bolita en mi cama. Cuando siento que tocan la puerta voy corriendo hacia esta. Me tiro en los brazos de Eli apenas abro, ella me recibe sin decir o preguntar nada. Me conoce, sabe que hablare cuando me sienta preparada.

— ¿Quién te lastimo mi pequeña Sami? Si el imbécil de tu hermano te hizo algo te juro que lo castro esta vez.

No soy capaz de hablar. Recuerdo los hechos de la noche anterior con mi hermano y es uno de los motivos de mis lágrimas, pero, también es el pasado, pasado que quería dejar atrás, donde debe estar. Nunca pensé que lo volvería a ver. Luego de esa noche él se fue y jamás volvió, era su segundo año de universidad y volvía solo para estar conmigo unos cuantos días. Cuando acabe toda esa noche el no regreso más a la ciudad, por lo que supe de Dylan, comenzó a salir con alguien a los días. Como iba a siquiera imaginar que justo donde conseguí el empleo en el que mejor me iban a pagar en años, era una da las tantas empresas del señor Navarro y más aún, que Daniel era el jefe. Sonrió entre lágrimas, siempre quiso dirigir una de las empresas de su padre y que se sintiera orgulloso de él. Al menos uno de los dos está logrando cumplir sus sueños.

— ¿Estas sonriendo?

—Sí

—Sabía que tener tantos trabajos terminaría volviéndote loca.

—Bueno, ya perdí dos.

—¿¡Qué!?

—No me grites y abrázame.

—De acuerdo, pero mañana tendrás que contarme todo.

Asiento y me acurruco en sus brazos. Supongo que tres años no fueron suficientes para que Daniel dejara de odiarme y no lo culpo, tres años no fueron suficientes para que yo dejara de amarlo.

Forzados a odiarnos (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora