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Los ángeles, california

Bajar del avión para remontar a mi ciudad pasada, es extraño, el aroma aquí es tan de primavera y no era la época, estábamos en verano. David quiso realizar su ceremonia en esta estación para que yo pueda asistir, el menciono alguna veces que me necesitaba aquí.

Un poco insistente. 

Me coloque mis gafas de sol, acomode mi falda y me apresure a tomar mi maleta, mis zapatos retumbaban por todo el lugar haciendo un eco en los espacios vacíos del aeropuerto. Esto de viajar no lo extraña para nada, la gente abrumadora, 4 horas sentada en esos asientos incomodos y las turbulencias, no estaba de humor.

Necesitaba llegar a la casa de David y recostarme, insistí en pagar un hotel, pero él no quería que estuviera lejos, me necesitaba cerca... demasiado cerca para mi gusto. Mi madre aún no se encontraba aquí, creo que dijo que llegaría el viernes "Hoy es martes" un asqueroso y horrible martes.

Una vez dije que los martes eran mi días de la semana favoritos, pero hoy no estaría siendo el caso.

Levante mi mano para parar un taxi, el señor se bajo del vehículo y subió mi equipaje al maletero, estaba ansiosa de llegar, David no sabia que hoy era el día en el que viajaba le iba a dar una pequeña sorpresa. Espero no llevarme yo una sorpresa, he tenido la mala suerte de que nunca sale bien.

Las calles de la ciudad demostraban elegancia, al parecer pusieron más flores, más árboles, más vida y si, le faltaba eso.

Respiré profundo al verme enfrente de la casa donde viví una parte de mi vida, estaba tan cambiada, las flores seguían creciendo y recibían un cuidado notable. 

"Bueno Miller, no te sientas mal, tu sonríe y respira profundo." 

Me di un mensaje de ánimo para continuar, pero mi consciente no tomo las palabras que yo misma emití, le pague al taxista y este me ayudo a bajar mi maleta. El aire aquí era diferente, no se sentía como antes o quizás ya lo había olvidado, toque dos veces la puerta y al intento de tocar una tercera esta se abrió, dejándome ver la vista cansada de un muchacho de 35 años quien se estaba por casar en unos días.

—¡Liv! —soltaron mi nombre aquellos labios por la alegría de verme, no pude decir ni hola que ya estaba protegida por sus brazos, su perfume dulce entro a mis fosas nasales invadiendo todo mi sistema olfativo. Una pequeña sensación de felicidad me había tocado.

—¿Cómo has estado? —pregunte cuando sus brazos finalmente me soltaron, los orbes que decoraban sus rostro me admiraban con cierta nostalgia en el color de su iris. 

—Bien, muy bien ¿Cómo es que no me avisaste que venias? Yo podría haber ido por ti al aeropuerto.

—Quería darte una sorpresa —el sonrió y beso mi mejilla

—Bueno pasemos por favor...

Me adentré a su hogar, aquel lugar donde estuve viviendo mucho tiempo, los muebles se cambiaron, las fotografías seguían ahí, mirándome desde la escalera y ahora había flores de colores inundando el color blanco del espacio.

—Víctor es un fanático de cambiar las cosas de lugar

—Lo note —sentí un poco de celos de Víctor, el podía hacer lo que quisiera aquí ya casi que era de su propiedad. Nos sentamos en los sillones, que por cierto no eran los mismos.

Quería arrancarme los ojos de tantos cambios, yo con suerte logro cambiar la televisión de lugar y la mesita del café, nada más. El tiempo se paso entre risas, charlas, preguntas demasiadas incomodas y alguno que otro consejo de vida que no seguiré.

—¿Por cuánto tiempo te quedaras? —pregunto mientras escondía su cara en la taza de café.

—Mi madre me comento que junto con mi progenitor compraron una cabaña en frente del mar.

—Si, yo hice los tramites, pero no es una cabaña es una casa, ya te imaginaras lo grande que es.

—Bueno, y me pidió que me quedara, ella quiere festejar su cumpleaños numero 50 ahí.

—Si, si así es, es un buen lugar, con Víctor fuimos el verano pasado para ver si valía la pena tanta inversión y si, lo vale.

—Bueno, realmente me gustaría saber más sobre tu vida y la familia, pero estoy muy cansada... llevo mucho tiempo en el aeropuerto y necesito darme una ducha. ¿Dónde dormiré?

—Donde siempre fue tu habitación, de ahí no se ha cambiado nada. —fruncí el seño y me ayudo a subir las cosas.

Cuando abrió la puerta era cierto, no había cambiado absolutamente nada y es que cuando decidí abandonar la ciudad e ir a Luisiana, le dije que podía hacer lo que quiera con ellas, mi nuevo hogar venia equipado y lo que me hacia falta lo compre allá. Pero todo estaba igual, el acomodo todo como estaba.

—Me daba pena deshacerme de tus cosas, una parte de mi supuso que volverías a vivir aquí

—Ambos sabemos que no volví —susurre y con la yema de mis dedos acaricie la madera de mi escritorio, demasiadas veces me desvele tratando de terminar trabajos.

—Pero ahora estas aquí y me da cierto enojo saber que me tuve que casar para lograr que vinieras a verme

—Lo siento...

—Te dejare acomodar tus cosas y descansar... —se alejo y antes de cerrar la puerta por completo dijo —Te quiero Liv

 —se alejo y antes de cerrar la puerta por completo dijo —Te quiero Liv

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