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Mientras me colocaba el bikini para ir directo a la piscina, recordé que había una mujer en esté hotel que no podía hacer lo mismo que yo, de mostrar su cuerpo con total libertad, sin sentirse incomoda u observada por la gente. En varias ocasiones del día intenté golpear su puerta, no la vi salir desde la tarde y ¿Qué podría hacer una mujer tanto tiempo encerrada? ¿Masturbarse? No lo creo, no me imagino a Venable pasando su tiempo de esa forma. Terminé de abrochar mi short y abrí la puerta del pasillo, tenía muchísimas ganas de tocar su puerta, necesitaba verle la cara y saber que está viva.

Tok...Tok...Tok...

No había respuesta. Probablemente ya este abajo y seguir golpeando su puerta insistentemente no servía, me di la vuelta, rendida, dispuesta a subirme al elevador. Hasta que detrás de mi sentí que la puerta se abría cuidadosamente.

— ¿Qué? —Preguntó en voz alta. Me gire para verla, estaba con una remera blanca y un short azul. Se veía demasiado baja si sus zapatos.

— ¿Quieres bajar? —Ella se me quedo viendo y en un largo suspiro, asintió. Entro de nuevo a la habitación y luego salió con su bastón en la mano.

— Puedes dejarlo si quieres.

— No, ¿Te molesta? —Las facciones de su cara se ablandaron y mi corazón se comprimió.

— Claro que no, solo decía.

Parecía que habíamos vuelto a 0, no había ni una gota de cariño en ella, la sentía tan fría y distante. ¿Por qué están difícil acercarme?

— ¿A dónde quieres ir? —Pregunto cuando el elevador abrió sus puertas para que nos subamos a él. Era una pregunta complicada, porque yo quería ir a darme un baño a la piscina, pero es muy probable que ella no quiera hacer eso, entonces ya me limitaba mis ideas.

— Bueno, yo pensaba de ir a la piscina.

— No, vamos a la orilla del mar.

Olvide mencionar que el hotel estaba en plan suicida, porque estábamos al lado del mar y daba bastante miedo, eran las 23 pm, el guardia no nos dejaría bajar.

— No creo que se pueda...

— Si se puede, tu cállate.

Bueno no tenía argumento, ni ganas para discutir el por qué no debíamos bajar y comencé hacerme la idea de que seguro no volvería viva. La señora enfrente de mi estaba demasiado confiada en que lograríamos llegar a la arena y sabía que lo lograría, ósea era Venable.

El lugar estaba casi vacío, algunas personas seguían dando vueltas por el hotel, los guardias estaban en recepción y otros en su punto de control. Sentí el calor de una mano tomar la mía, ni siquiera me tomé el tiempo de mirarla, no quería arruinar el momento de su tacto con el mío. El tiempo parecía haberse detenido, sentí que me iba de a poco, la brisa fresca de la noche hizo contacto con mi piel y aquellos bellos que estaban acostumbrados al calor del hotel, se erizaron.

Wilhemina me iba guiando hacia abajo, note como su bastón se hundía en la arena, pero eso no la detenía para caminar y parecía ser una mujer bastante fuerte. Llegamos a unos metros del agua y nos sentamos, era una escena típica de una película de amor.

— Con mi padre solíamos venir de noche. —La mire, se encontraba de perfil, pero había cerrado sus ojos. —Le gustaba inventar cosas con respecto a las estrellas.

— ¿Lo extrañas? —Pregunto un poco nerviosa, tenia miedo que mi voz la haga callar.

— Todos los días. —Abrió los ojos y me miro. —El me hacia sentir importante.

— Lo eres. —Dio una pequeña risita y se recostó.

— Ve al agua, yo estaré por aquí.

La mire un segundo y comencé a desvestirme, el calor estaba insoportable a pesar de que sea de noche. ¿Acaso ella no se mojará?

Más Allá De NosotrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora