Capítulo 36

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Koa

Me quedo sopesando durante un largo rato la actitud de Elizabeth y me es inevitable llegar a la conclusión de que sus expresiones la catalogan como una celopata peligrosa.

Ciertas características me llevan de vuelta a cuando tenía quince años.

Recuerdo bien que en un principio el matrimonio de mi madre con el padre de Christopher no era más que mutuo acuerdo, incluso dormían en habitaciones separadas.

Era el mejor amigo de mi padre por aquel entonces crecieron los dos juntos, obteniendo los mismos conocimientos, yo era un adolescente incapaz de manejar los negocios que nos había heredado, además que le daba muchos problemas a mi madre, la ausencia de mi padre me sentó como el peor de los males.

Era mi compañero, mi amigo y mi cómplice, murió en mi presencia, su último suspiro fue en mis brazos.

Christopher conoció a Elizabeth por aquella época, no tardaron tanto como todos creíamos en casarse, pero sí tardaron en tener a Bella.

Conocía a Chris hace tiempo ya, sin embargo, me cerré por completo y él realizando su papel de buen hermano mayor, me dedicaba mucha atención, les daba dolores de cabeza a todos cada vez que me sancionaban en la escuela por malcriado, prepotente y bravucón.

Con lo último he convivido el resto de mi vida, con la diferencia que la madurez forma parte de mí, ya no soy el mismo.

El punto es que Elizabeth notaba aquello, mucho más cuando se casaron y mudaron a la mansión de la familia Jones, adolescente o adulto yo seguía siendo el consentido de Christopher.

Al principio la noté amable, mucho, a decir verdad, cosa que como todo niñato llegué a malinterpretar, no obstante, se fue volviendo tosca, reacia a mi presencia cuando se dio cuenta como todos que nadie llenaba el espacio que Christopher me tenía.

Quise patearle el culo a mi hermano mayor por adoptar el papel de chofer, me llevaba e iba a buscar a la secundaria y luego a la universidad, no porque no supiera el camino o manejar, sino para que no me metiera en problemas y de ese modo reducir mis peleas constantes con todo el que me miraba, murmura al yo pasar o hacía alguna tontería que a mí no me gustaba.

Por las noches me escapaba de milagros con Chris todo el día tras mi trasero, recibe jalones de orejas por su parte y la de su padre.

La euforia de creerme el grandullón con el que nadie podía.

Mamá lloraba, una ceja rota, un par de costillas dislocadas, brazo o muñeca, el ojo morado, borracho, ella lloraba delante de todos...yo lo hacía solo, porque pese a tenerlos a todos tras de mi cada cuanto pestañeaba, extrañaba a mi papá y me sentía solo.

Mi situación desencadenaba que en casa no se hablará más que de mí y buscar una forma para ayudarme, aquello despertó los celos de mi cuñada, me odiaba, lo demostraba cada vez que podía.

Quise arreglar las cosas porque Chris notaba la tensión y no quería a su hermano y esposa en disputa, pero dejé de insistir el día que me apuntó con un cuchillo y claramente me exigió dejarlos en paz.

La frialdad que sus orbes expresaban me dejó helado en mi sitio, su rostro desfigurado por la rabia, estábamos solos en casa, mamá resolvía cosas de la empresa junto a su esposo y Chris debía hacerse cargo de las cosechas de uvas por aquel entonces.

A partir de ese momento dejé de insistir en querer caerle bien, solo la busqué cuando iba a tener a Bella después de mucha lucha y más porque todo el embarazo mantenía reposo, me veía en la obligación de supervisar que estuviera bien, aunque había personal en la casa, ante los demás, somos una familia que se debe apoyar.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora