Capítulo 11

6K 478 131
                                    

Koa.

Estoy harto y cansado de lo mismo, los últimos tres años han sido una batalla colapsar teniendo que cuidarme las espaldas, cuidar a mis hijos con todo lo que soy, para tratar de evitar que un maldito psicópata que no entiende, está mal de su cerebro, no nos mate.

Yo no maté a su mujer o ex mujer, que mierdas voy a saber si Lucy apareció en el muelle muerta sin ningún rastro de quién pudo haberlo hecho.

Harto estoy.

He trato de hacerle entender, ¿Qué obtengo? Una maldita lluvia de balas.

Al diablo.

Debo buscar una maldita solución cuanto antes, no quiero que corra sangre de gente inocente, no por mi culpa al solo pensar con la cabeza de mi pene y no con los malditos cinco sentidos.

—¿Cómo es posible eso? ¿Quién pudo hacer algo así? —aborda Bella, llena de preguntas que no estoy dispuesto a responder.

Ni mi madre sabe la verdadera causa de todo el caos que se ha desatado en los últimos tres años de mi vida.

Si Inoa Boccanera se entera que me cogí a alguien relacionado con la mafia, será mi peor pesadilla.

—No preguntes, Bella —la callo de un tajo.

Detengo el auto en la marquesina de la casa, bajo abriendo el maletero, retiro las maletas de mi madre y las bolsas de Bella, todo esto sin dirigirle una palabra a ninguna de las dos.

Quiero estar malditamente solo ahora mismo.

Es lo que hago en cuanto cruzo el recibidor, ignorando a mi hermano y mi cuñada, mis tormentos deben estar dormidos ya que no los escucho por ningún lado.

Dejo las maletas en el amplio pasillo de la parte superior, me encierro en mi habitación.

El año pasado recibí una amenaza por parte de ese hijo de puta, señalando a mis hijos que salían de la escuela.

Corrí por las calles como un maldito desquiciado, a cada paso que daba ese auto sentía que el corazón me iba a estallar por dentro, solo fue un juego dado que encontré a mis dos tormentos comiendo con sus madres en un restaurante cercano.

Dejé todo el trabajo tirado, en medio del lanzamiento de mi colección de zapatos, me importó muy poco y seguirá siendo así, soy un tipo que piensa algo, la familia y los hijos sobretodo son primero.

Me desnudo, una ducha fría ayudará a calmarme un poco.

La imperiosa necesidad de ir y matarme a golpes con alguien pasa por mi cabeza, las peleas clandestinas deben seguir tal cual hace unos años.

Sin embargo, se supone que he crecido y madurado, que ya no tengo quince, diecinueve o veintitrés, soy un hombre de casi cuarenta y un año.

El dinero que ganaba en las peleas, se lo daba al otro contrincante o salía por ahí, buscando a un vagabundo que lo necesitara, ver más de cien euros en sus manos era algo grandioso.

Me molía a golpes, solo para liberar esa parte bestial en mí, por pura diversión, me queda la satisfacción de algo bueno si hacía realmente.

Después tenía al difunto señor Evans Jones, el padre de Christopher dándome la regañada de mi vida.

Mi madre solo paraba con llorar en alguna esquina de la casa al ver mi cara hinchada y sangrante, así como algún musculo de mi cuerpo alterado, roto, esguinces.

Masoquista, lo disfrutaba.

Gritaba a todos, viví esa etapa de rebeldía, culpaba a mi padre por dejarme solo.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora