Capítulo 17

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Koa.

Todo a mi alrededor deja de existir, el aire no fluye, no hay oxigeno que nueva ni una mosca.

Estoy eclipsado.

Ese vestido verde oscuro, a la vez opaco, con pequeños diamantes, lentejuelas que a cada rayo de luz brillan, se amolda perfecto a su figura.

Lleva un brazo totalmente cubierto es el izquierdo, el otro con una manga corta, de tiras gruesas en forma ovalada, esa parte bronceada, un corte centrar, recto en trayectoria angular, pasa justo por encima de su pecho perdiéndose hacia la espalda con su cadera, el lado izquierdo un corte media luna, cubierto por un trozo de tela en color piel, sobresaliendo la blancura de su tez.

El cabello recogido simulando una media coleta, todo hacia atrás, junto a un maquillaje neutro.

Grita toda elegancia, belleza.

Demonios.

Estoy reaccionando en cada extremidad de mi cuerpo.

Tiene una radiante sonrisa.

Continúa bajando las escaleras paso a paso, creo que se reproduce una entrada triunfar en cámara lenta.

Su silueta de mujer se contonea sin ser sensual, eso te atrae, ella no provoca, Bella es sexy sin proponérselo.

Este vestido no le quedaría bien a nadie más, el volante sobre el hombro es hermoso.

—Pareces un ángel —salgo de mi trance al ver a mamá pasar muy cerca de mí, limpiándose el rabillo del ojo —. ¡Oh Dios! Recuerdo como ahora mismo la primera vez que te sostuve en mis brazos, ya eres toda una mujer.

Carajo, nos vamos a poner sentimental.

Yo más que nadie lo recuerdo, si alguien estaba nervioso era yo, mi hermano no dejaba de dar vueltas en la sala de espera, esperando el momento en el cual lo llamaran para que ingresara a la sala de parto.

Por mi parte a mí me dejaron solo, con la maleta de Bella en manos, esperando que alguna enfermera saliera con un carrito y la bebé.

Mi madre venía de regreso, estaba en un viaje de negocios con su esposo.

Bella nació gordita, mejillas rojas, cabellos brillantes como el oro, una princesita de 4 kilos cambió mucho de mi vida.

Ahora está aquí, frente a mí, una figura de infarto, a punto de ir a recoger su título de graduación universitaria, ataviada en un atuendo para el pecado.

El tiempo se pasa volando, los niños que vez nacer, pestañeas y fácilmente están a tu altura o ya son adultos, descubren su misión en la vida, su meta, abren sus alas, vuelan lejos de ti.

Lo que temía se hizo realidad con Bella, ella no vuela físicamente lejos de mí, pero sí de pensamientos, de sentimientos, vuela lejos de lo que se llama pecado. Me carcome por dentro.

Quiero tener a Koi y Kaili a mi lado hasta ser un anciano, sueno egoísta, lo admito, sin embargo, soy realista y así como Bella sabe lo que quiere en la vida, mis dos pequeños ya no tanto, volarán, quizá lejos, no como Bella que está cerca.

Tener cerca a algo o alguien que no puedes tener, ni por un capricho, es peor que saberlo al otro lado del mundo.

—No llores, abuela, voy a llorar también —pide Bella con la voz ahogada —. Mira que hoy es un día especial, arruinaré el maquillaje.

Mi madre toma una pequeña servilleta para secar los cantos de sus ojos.

Hace el mismo proceso con Bella, luego besa la frente de nuestra niña grande, para ellos, ya yo asimilé lo que tanto me costaba, Bella no es una niña, es una mujer.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora