Capítulo 54

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Parte 1

Tipo de narrador: narrador omnisciente.

El lazo que comparte una madre con uno o varios hijos, es único e inigualable; justo en el momento que Koa se desploma en el piso frío, agrietado, maloliente de aquella celda, desangrándose, con un dolor jamás antes sentido, perdiendo el conocimiento, el vaso en el cual su madre toma agua, resbala de sus dedos, al corazón darle un doloroso salto, robándole el aire, las fuerzas y la voluntad.

El equilibro se le vuelve nada, añicos como los cristales que se esparcen por el suelo. Sus ojos negros emergen con lágrimas saladas, las rodillas le fallan, termina hincada, solo la tela del grueso pantalón que lleva previenen las posibles heridas en la piel.

A Koa con el pasar de los segundos, minutos, la falta de conocimiento priva del dolor, mientras su madre lo sufre en carne viva y una joven enamorada lucha con el calor frío que le recorre la piel, el pesar del momento se instala en ella, así como el cerebro le reproduce los mejores momentos vividos a su lado desde la infancia, su romance, la hermosa sonrisa, el tono de voz tan viril, aterciopelado, imponente, su belleza única, ese cabello rebelde o el gesto de amarrarse el pelo cada vez que está a punto de perder la paciencia.

Desasosiego, una roca se pasea en el estómago de dos niños que ansían ver a su padre, dejan los tenedores, de la nada el apetito se les ha ido, quieren verlo, que diga que todo estará bien de nuevo, ¿Cómo está su padre?

En cuanto una llamada entrante al móvil de Inoa Boccanera, confirma que, algo malo le sucedió al centro de su vida, Koa.

Se precipita a levantar la llamada, respondiendo con audacia o la que le permite el desespero de saber, que, como, por qué, en el fondo de todo eso añora que el presentimiento solo sea eso, algo adicionado a la mala situación que están viviendo.

El sonido de las sirenas, así como el movimiento, órdenes, códigos, es suficiente para una respuesta.

—¿Qué le pasó a mi hijo? ¿Dónde lo llevan?

Las sacudidas por los sollozos mueven la madera de los estantes, así como el ruido del llanto contenido al explotar, alertan a una Bella que, cargando un arma en la cintura, se vuela los muebles de un salto, llegando a la cocina seguido del escolta que vigila la casa.

—Tuvo una pelea en la cerda, señora, por favor, mantenga la calma.

Imposible, pedirle eso a una madre.

—¿Abuela? ¿Qué sucede? —asustada, Bella pregunta, sacudiéndola por los hombros al no ver que reaccione, arrebata el móvil, para escuchar seguido el desplome de la principal fuerza en su vida.

—Tiene herida de arma blanca, abdominal, la zona es comprometedora, sea fuerte, la necesitará.

No va a llorar, se dice una y otra vez, la llamada se corta, Bella da la orden de salir e ir donde musitaron de último.

—La orden del señor fue que...

Se pellizca el puente de la nariz, casi echándose al hombro a Inoa, emprende el camino.

—Koa no puede disponer de autoridad ahora mismo, yo tomo su lugar, te lo dijo, obedece, Miguel, llévame con Koa, ahora —ordena, serena.

Sorprende a la llorosa Inoa, al grandullón del escolta.

Comunicándose Miguel con su jefe, se mueve por la ciudad mucho más confiado.

El causante de todo eso pagará, es la meta de Bella, uno por uno deben caer, así ella misma tenga que ensuciarse las manos de sangre.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora