Capítulo 31

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Bella.

El celular en mis manos no deja de vibrar en la llamada entrante, más que nunca pesa mucho en mi palma. Es una situación tensa estar así. Las llamas de mis manos sudan sin control, las palabras se me han quedado atoradas en la garganta.

Justo ahora Tyler tenía que llamar. Hablé con él hace una hora, ¿Ahora qué querrá?

Me falta valor para tumbar la llamada, así como sentimientos de miedo predominan en mi interior al pesar que esté pasando por algún peligro, más al ser consciente de todo lo que ahora nos rodea.

En toda la noche no he podido dormir debido a eso.

—Parece que no quieres contestar —la voz de Enrique llama nuevamente mi atención —. Si es por mí, no te preocupes, ya me iba.

Muerdo mi labio inferior sin saber que responder.

—Bueno...—balbuceo, busco algo que decir —. Es mi... mi novio.

Termino por ser honesta, ya he dicho muchas mentiras en mi vida, presiento que mi alma está condenada.

Enrique abre la boca para decir algo, sus ojos oscuros se rasgan al sonreír con calidez.

—Oh —su boca está abierta, yo dejo escapar una risita nerviosa.

—Lo siento —digo sin saber porque en verdad, ¿Que siento? Ni idea.

Con un ademán le resta importancia, apoya su cadera contra el metal de la puerta, su complexión se aprieta contraste las telas que cubren su cuerpo.

—No tienes nada que sentir, hermosa —tan galante como lo recuerdo —. He de suponer que tenías novio, vamos, eres una mujer hermosa, Bella, yo fui un idiota por dejarte ir.

La melancolía con la que dice todo, me hace sentir culpable, en parte yo tuve la culpa de que nuestra relación no funcionara bien, lo orille a buscar lo que en mí no encontraba por otros lados, no lo culpo y jamás voy a juzgarlo.

La llamada de Tyler queda olvidada al dejar de sonar. Apago la pantalla del móvil y me las ingenio para silenciarla, ahora no quiero contestar porque iniciará con interrogatorios.

Se preocupa por mí, más no deja de ser asfixiante su modo de ser, me hostiga y para que mi límite llegue a su tope y termine por ofenderlo, a veces prefiero hacer este tipo de actos.

No siento la mirada pesada de Koa sobre mi espalda, ¿A dónde iría?

—No digas esas cosas, Enrique, ambos tuvimos culpa de nuestra ruptura —argumento —. Pero bueno, ya pasó hace unos años y lo importante es que hoy nos podemos hablar con tranquilidad.

Sus pozos oscuros quieren hablarme algo que ignoro. Suficiente tengo con decisiones atoradas dentro de mí respeto a hombres.

—Creí que no volvería a verte en verdad —se sincera, la mano entra por una reja, extendiéndola, la tomo con suavidad, respondiendo a su petición —. Me gustaría que en algún momento podamos ir a tomar algún helado por ahí...como amigos claro.

Río ante la aclaración.

—Por mí no...

—Bella no puede salir —interrumpe quien probablemente me vigilaba desde algún rincón de la casa —. Buenas tardes, joven.

La nuez de Adán de Enrique se mueve con parsimonia al tener a Koa frente a él, a parte de su estatura, los golpes lo hacen ver más intimidante.

—Buenas tardes, señor Koa —responde, por supuesto que se acuerda de él —. No sabía que Bella estaba de castigo o algo similar.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora