Capítulo 58

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Koa

Viniera quién viniera, fuera el documento que fuera, firmado incluso por la mismísima reina, por encima de mi cadáver van a desconectarla.

No sé qué pasa, todo el mundo se aglomera a mi alrededor, familiares de otros pacientes, doctores, enfermeras, personal de limpieza, se quedan a una distancia prudente donde mi furia no los alcance.

—Bella —vuelvo a llamar.

Se vienen dos seguridades encima de mí, incluso con macanas en manos, al intentar siquiera darme con ellas, están volando en el piso junto al resto.

—¡Bella! —rugo en toda la habitación.

La pila de papeles la hago nada en manos segundos, unos pisoteados, el resto se hace tiras de los jirones dados.

De un momento a otro, tengo cinco hombres queriendo inmovilizarme, Bella ahora es mi única salvación, por eso continúo llamándola consecutivamente.

No van a poder conmigo, soy fuerte, ella me impulsa a seguir adelante, ella es mi todo, ella es mi fuerza, el aliento, el oxígeno, está en mi sangre, se mueve por todo mi torrente.

Han pasado doce meses, dieciocho días, y once horas desde que está en esa cama, no abre los ojos, yo mantengo la esperanza de que en algún momento lo hará, lo presiento, mi muñeca solo descansa de los meses duros y angustiosos que vivimos, ella solo descansa tomando fuerzas, sanando, para cuando vuelva estar al cien cómo le gusta.

—Sáquenlo de aquí.

Ordenan y no escucho más que mi corazón.

Pongo resistencia, me valgo de todo, incluso de las paredes, pateo las mesas sin tocar lo que mantiene respirando a Bella, voy a destrozar todo hasta que entiendan que ella no es una muerta, que entiendan de una maldita vez que solo duerme...

—¡No voy a ninguna maldita parte! —empleo todo el peso del cuerpo, hasta colgar de los brazos de ellos, obligándolos a menguar el agarre sino quieren irse de bocas contra las baldosas.

Aprovecho la debilidad, buscando cercanía nuevamente con Bella, es que no quiero dejarla un solo instante sola, a mi muñeca cada vez que desaparezco la lastiman sin piedad, ahora quieren arrancarle la vida y eso es algo que yo jamás voy a perdonarle a mi hermano, como el día de hoy estoy seguro de eso.

—¡Hay que sacarlo a como dé lugar de aquí! ¡Si es posible llamen a la policía! —vocifera a todo pulmón un médico que recién puede respirar sin que le queme la garganta de la estrangulada que le di.

Alguien se viene hacia aquí, poniendo sus sucias manos de nuevo sobre mi espalda, una patada en el estómago lo devuelve más de cien centímetros de donde estaba.

—¡Bella! —la llamo de nuevo, quiero que reaccione, sé que está cansada, pero ya quiero ver sus ojos de nuevo, identificarme en ella, que me reconozca, encontrar mi lugar en el mundo porque ando como un cachorro perdido.

Con el cuerpo protejo la camilla, ella continúa tranquila, respirando normal, algo bueno pese a que le han quitado la mayoría de los aparatos que llevaba.

—¿Cuál es el siguiente que quiere ser destrozado? —pregunto, miro a todos lados, alerta, atento a lo que sea que quieran hacer como movimiento, necesito adivinarlo si o si, no van a matarla —. Bella, abre los ojos.

Murmuran sobre un demente, la mayoría saca sus teléfonos para grabar en momento, algo digno de alguna película según otros, para mí es el instinto de supervivencia, ¿Qué seré en la vida si me la quitan?

Christopher aparece, lo dejan pasar, si se acerca voy a romperle las piernas.

—Deja de hacer esto tan difícil, Koa —pide, sollozando —. Entiende que nos está destrozando a todos, ella necesita ser libre como el ave fénix que siempre fue.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora