Capítulo 45

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Koa

Tallo mis ojos hasta la violencia, golpeo con todas mis fuerzas el pecho, a la misma vez que tiro de mi cabello, arremetiendo con las palmas sobre mi cabeza, pero nada se borra, es real, la maldita y dolorosa realidad.

Bella yace en medio de la calle, a su alrededor hay sangre, sus piernas son las que más tienen, otro golpe más.

Nuestro bebé...

—Muñeca...—caigo de rodillas, las manos se quedan en el aire, ¿Dónde la toco sin lastimarla?

Quiero apretarla contra mi pecho, quiero despertar de todo este maldito sueño satánico, más sigue ahí, los ojos se cierran y abren una vez más, repetidas ocasiones donde el mismo escenario detallo.

Los empleados de otras fábricas han salido, llamando a la ambulancia.

Escucho disparos seguidos que llevan a todos a esconderse en cualquier parte o tirarse al piso, cubro el cuerpo de Bella con el mío, aún respira, su pulso es muy acelerado, sigue conmigo.

El sabor amargo de las lágrimas es probado en mi paladar.

El momento da lugar para una sorpresa.

Elizabeth descarga todas las balas de una 9mm al auto que huye cobardemente.

—¡Agh! —cae de rodillas, sin más balas, se apoya en las palmas de sus manos, descargando lo que había retenido.

Ella llora tal cual lo haría Bella si estuviera despierta, ella llora agudo, sin restricciones.

—Bella, despierta, muñeca, no puedes dejarme —repito autónomo, apenas si puedo tocarle el cabello empapado de sangre.

El aire no llega a mis pulmones, no siento nada más que dolor y tristeza.

Las sirenas de la ambulancia hacen que todos se aparten del camino, Miguel apoya a Elizabeth que entró en un estado de shock.

Tengo miedo que me la quiten de los brazos para lastimarla más de lo que está, se requiere de más de dos policías para hacerlo.

Hablan códigos médicos, uno tras otro, dentro de la ambulancia la conectan a un sinnúmero de aparatos médicos.

—Muñeca, abre los ojos...

Mis lágrimas caen sobre sus mejillas ahora pálidas y golpeadas, quiero ver sus ojos, quiero explicarle que eso no es cierto, nada es real, quiero que hable así sea para gritarme, quiero retroceder el tiempo donde estaba tan hermosa con su pancita, brillante de alegría, quiero volver a esta maldita mañana para evitar todo si pudiera.

Desconozco el tiempo tomado para llegar al hospital, le repito lo mismo, que despierte, pero ella no me escucha, sigue con sus ojitos cerrados.

Sigo hasta donde me permiten llegar con ella, pasan una puerta doble, sin embargo, hasta ahí puedo, en un ataque de dolor, ira e impotencia término lastimándome los nudillos en la pared.

—Es tu culpa —susurra Elizabeth —, todo esto es tu culpa, tú la llevaste a esto, por tu culpa están mal, es tu maldita culpa...

Acepto todo lo que quiera, así como sus golpes, ya me acostumbré a tener la responsabilidad de todo lo que pasa, ya se hizo rutina que me culpen incluso por haberme enamorado por primera vez en la vida.

—¡Tú eres una maldición en la vida de mi hija! —recibo cachetada tras cachetada, puños en el pecho, Miguel tiene casi que subirla en el hombro para que deje la violencia —. ¡Vas a arrepentirte por esto! ¡Te haré pagar, maldito estorbo!

Dos médicos le piden silencio cuando pasan, les ordenan callarse o de lo contrario la sacarán.

Desplazo el cuerpo por la pared sin decir nada, necesito el abrazo de alguien, que me diga que todo va a estar.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora