Capítulo 40

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Bella

Llego al trabajo poniéndome mano a la obra en un instante veloz, el restaurante está atestado de personas, los pedidos zumban uno tras otro en mis oídos.

La euforia de hacer lo que me gusta me mantiene despierta sonriendo hasta porque me ardan los ojos de picar cebollas o que el agrio me caiga en la cara.

Se tiene asistente de ayuda, se supone que muchos de aquí están para colaborar con nosotros los chefs, sin embargo, yo jamás he sido de aquel tipo que se siente a mandar y solo andar tras ellos en la cocina supervisando lo que hacen, es molesto, lo sé de primera mano, recuerdo los días de práctica en la universidad, se le llama presión psicológica.

Lennis y Francis en algún momento entran en la cocina para cocinar al lado nuestro, compartimos un breve saludo donde ellos no dejan de mirarme por lo que resta del tiempo.

Me resulta incómodo tener sus ojos sobre mí cada vez que me muevo, no obstante, carezco de tiempo para detenerme a preguntarles o simplemente sería para mi criterio una falta de respeto hacerlo, son mis jefes, supongo que lo hacen con algún fin de supervisiones o que se yo la verdad.

Lo cierto es que mi atención está en preparar diferentes maravillas, son recetas que modifiqué con el debido permiso de otros chefs, algunas las cree yo. Parezco una niña pequeña en un parque de diversiones cuando me solicitan ponerlas como platillo principal de la noche, así como agregarlas a los menús que modificaran.

Resulta incluso sorprende que hagan eso solo porque cocino bien, que a la hora de Lennis y Francis degustar el platillo se laman los dedos. Esto es un empuje a mi ego, inteligencia, me hacen sentir especial, buscaba un empleo, ser independiente, jamás imaginé que semejante cosa sucedería.

—No nos equivocamos en elegirte —comenta Lennis, viniendo a mi lado.

Usa un uniforme de chef que le queda estupendo, es muy guapo a la verdad, tiene un aura misteriosa, su cabello es castaño oscuro, de ojos mieles, apenas si tiene barba baja, de labios carnosos y rojos, es alto, más que yo obviamente, debe tener el metro ochenta, bastante atractivo, pero no es Koa.

Reprimo la estúpida sonrisa de enamorada que pugna por curvar mis labios.

—Lo agradezco —musito con simpleza, siendo humilde.

Mi papá durante la etapa de crecimiento todas las semanas me lo repetía al menos cinco veces, sé humilde para referirte a ti sin obviar resaltar tus habilidades y conocimiento, sé humilde para con tus cosas y lo que tienes porque no todos tienen o pueden lo que tú.

Sabias palabras de Christopher Jones. Lo extraño.

Me agobio en el proceso recordando que seguro estará muy decepcionado de mí por haberme enamorado de su único hermano, quizá hasta me llegue a ver cómo...ah, no, por ahí no va la cosa, no importa que haya hecho, yo no me considero así, aunque siga haciendo mella lo que viví el día anterior en base a mi ex pareja con sus acusaciones sobre ser una puta, no lo soy y con eso me basta y me sobra.

—Casi te cortas un dedo —Lennis llega a mi auxilio, el filo del cuchillo cortó el cuero de mi dedo pulgar —. ¿Dije algo que te haya incomodado? Tu expresión cambió.

Parpadeo alejando esos pensamientos de mi cabeza, ahuyento todo trago amargo o situación próximamente difícil en la vida de toda mi familia.

—Me distraje, lo siento —mi excusa es tan simple, no debería estar haciendo esto en horarios de trabajo ni dando eso que dije como disculpa, da la impresión que doy alguien torpe.

Estúpida Bella.

—No pasa nada —le resta importancia con mis manos entre la suyas —. Si quieres puedes tomarte un par de minutos para ti.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora