Capítulo 8

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Koa.

Siento un fuego consumirme las venas, expandiéndose por todo el cuerpo, llegando a la cabeza y cegándome por completo.

La vi.

La vi entre sus brazos, contra su boca y quise en ese momento destrozarlos, bajar a la parte oscura que me persiguió cuando murió mi padre, meterme en el peleador que pocos podían con él.

No me explico cómo diablos llegan tales pensamientos a mi memoria.

Lo que sí sé es que me molesta, no, me arde que la toque, que la mire.

Bella es mi niña y siempre debe quedarse así ante mis ojos, no quiero que nadie tenga el poder de arruinar la imagen de su angelical cara, la imagen de pequeña tranquila, de bebé que siempre estará en mi corazón y en mi mente.

No me agrada el chico, no me agrada nadie que la vea más allá de una amistad, debe quedarse todo como sigue en mi cabeza.

Mi sobrina es intocable.

Repetirlo ayuda, me controla a no pensar, sin embargo, termino haciéndolo una y otra vez, me llevan ahí.

Creció, Koa, ya no juega a las muñecas o cocina, tampoco pedirá que la cargues sobre tu cuello, no la bañaras y mucho menos podrás peinarla, contarle un cuento.

El tiempo pasa, Koa Malú, la que viste como pequeña y seguirá siendo así, ya es una mujer, lo mismo pasará con Kaili.

Juro que no dejaré que algún bastardo pongas sus manos sobre mi bebé, eso nunca.

No sé si tendré más hijos, Koi y Kaili llenan mi alma y mi corazón de no más que amor, son buenos chicos a pesar de que pelean todo el tiempo, no me quejo de su rendimiento, son salvajes como yo en el buen sentido, les gusta lo natural, hacer lo que creen correcto, que se escuchen las opiniones de los demás, me gusta que sus madres no lo priven, pero ciertamente no me veo siendo padre de nuevo con cualquier mujer.

Mis ex novias no quieren arruinar sus cuerpos y estoy seguro de que Violette no piensa más que una pasarela, el vestido que se pondrá hoy o mañana o si ha aumentado peso un poco más.

Muy a pesar de que viaja todo el tiempo, lejos de mi vista, está pendiente a mí, me testea, me llama, lo agradezco, aun así, a veces me hago la pregunta de si está conmigo por lo atractivo, por mi persona o por mi cuenta bancaria.

Eso es precisamente lo que no quiero para un tercer hijo que pueda tener en el futuro, una madre que sólo vea por lo superficial, quiero un hogar tranquilo para un bebé, no les di eso a Koi y Kaili, de todos modos, procuré y procuro que no les falte mi amor, mi cariño, mi respeto y apoyo, no solo lo material.

Pensando en todo esto mientras me siento en el comedor del ático, me doy cuenta que, en todo lo que pinto en mi cabeza, mi sobrina que queda a mi lado, en medio del chic o y yo, está.

Juego con el borde de mi copa, deambulo en su simpleza, Bella ha sabido siempre de su belleza, no es perfecta, vamos, ¿quién lo es? Pero es hermosa.

Lo he sabido desde que nació y la sostuve en mis brazos, la niña que sin saberlo doblegó al chico problemático.

No soy su tío de sangre como todos saben, mi madre se casó con el abuelo de Bella al morir papá cuando yo sólo tenía quince años, no tengo más hermanos que Christopher, por eso es que pienso en cómo darle una familia a un bebé, que no esté solo, Koi y Kaili se tienen, al morir mi padre el mundo se vino abajo, era mi amigo mi compañero, dejó el peso de un imperio sobre mis hombros, yo estaba centrado en la preparatoria, prometió nunca dejarme, me mintió sobre su enfermedad, tenía cáncer de estómago el cual lo arrebató de mi lado, por años estuve enojado con él por lo mismo.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora