Capítulo 60

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Bella

Una semana a después estoy saliendo del hospital en sillas de ruedas, una carísima que debió costarle... ¿A quién? Porque entre mis padres, Koa y la abuela tuvieron una pelea sobre pagar las cosas, cada cual quiso aportar algo.

No porque no tengan dinero, sino porque soy la manzana de la discordia.

Tengo más movilidad en el cuerpo, los ejercicios en los brazos, piernas, coyunturas, empezaron en cuanto dieron el diagnóstico, puedo mover con más rapidez los dedos y comienzo a sentir en las muñecas el peso de cualquier cosa.

Es una silla inteligente, tiene un sistema de micrófono y tecnología de última generación resistente al agua, si quiero ir a la cocina me llevará, al baño también, claro que van a instalarle el mapa del lugar donde me quedaré, obviamente es con Koa.

Es mi casa, solo ahí puedo sentirme tranquila.

La decisión trajo el lamento y reproches de mamá, que a pesar de ser yo la que decide a dónde quiere ir, continuó con el asunto.

—Voy a quedarme en tu casa y me importa una mierda si te gusta o no —espeta hacia Koa que empuja la silla dentro del ascensor —. Mi hija estará ahí, me necesita, nadie puede cuidarla mejor que yo y quiero estar en el proceso de su recuperación.

Ya veo a quien salí así, puedo llegar a ser irritante y esto es gracias a mami.

—Controla tu vocabulario, Elizabeth, tampoco eres de mi agrado, pero tengo que soportarte —contraataca Koa, sin despegarse de mí, en todo instante se encarga de estar atento a todo lo que sucede. Revisa los sujetadores por enésima vez, ignora la forma petulante de mamá —. En no metiéndote en nuestros asuntos, me vale el resto.

Papá arrastra las maletas, la mayoría son equipos médicos para la rehabilitación que tomará un tiempo indefinido, es largo.

Tengo la cabeza sujeta entre una almohadilla acolchonada hasta en el broche del cuello, eso me mantiene recta en la silla, los pies tienen sus agarraderas, así como la columna.

—Les agradecería que dejen de pelear, me duele la cabeza —protesto, estresada.

Las puertas metálicas se cierran después que papá entra todo.

—Podemos organizar una habitación en la planta baja, Elizabeth, asunto resuelto —sugiere papá, silenciando el tema.

Ellos se vienen conmigo, Koa y yo no hemos hablado nada al respeto, sin embargo, a él parece no afectarle en nada.

Toda su atención está en mí y los chicos.

—No es necesario, Christopher, solo pido respeto a tu mujer —bufa.

Gruño, golpeteo el reposabrazos con los dedos. Que no sigan con el mismo tema. Al llegar a la entrada principal, un séquito de seguridad nos abre paso de los reporteros, el grito de todos, los flashes, sus preguntas, la palabra lisiada, preguntas de quién hizo esto, es sofocante.

Forman un círculo, los hombres de traje abren paso a Koa que empuja la silla lo más rápido que puede, protegiéndome los ojos de tantos flashes.

Vaya, vaya, ni en los sueños de pequeña era tan famosa como ahora, tal parece que soy una celebridad la cual debe ser retratada hasta el más mínimo vello.

—¡Métanse en sus asuntos! —grita mamá casi histérica.

Mi padre la toma del brazo jalándola al vehículo, tiene un temperamento marcado, es capaz de enfrentarse a un tú a tú con ellos y lo menos que necesitamos es otro escándalo público, ahí sí que no nos dejarían en paz.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora