Capítulo 37

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Elizabeth

Todo en casa está en orden, los empleados han hecho un buen trabajo en mi ausencia, no es como que Chris no sepa dirigirlos, sino que él se ocupa de los negocios y yo de lo que concierne al hogar en todos los aspectos.

Se esforzó por mantener el orden de nuestra habitación, aunque su lado del closet está levemente mal organizado, algunas camisas las clasificó mal.

Más tarde me ocuparé, ahora tengo un asunto urgente que resolver.

Las pasadas noches la pasamos bien y disfrutamos después de tanto compartir la cama, aunque lo sentí tenso en ciertos momentos, no me falló como pareja y tampoco como hombre.

Desde que llegué lo noto ausente, ido y más pensativo como si algo le afectará hasta el grado de distraerse en el comedor.

Me reservo cualquier comentario para abordarlo en el momento indicado, debo esperar a darme cuenta si solo son cosas del negocio por lo que está así, eso debe de ser, ¿Qué más podría afectarle a un hombre como Chris? Ni que husmeara en mis cosas y allá sacado la caja sagrada.

Nada de eso, está en su lugar y nada de mi closet fue removido de donde corresponde.

Paseo la vista por algunas cosas de la alcoba, tengo pensado reorganizar algunas y comprar una que otra decoración, las lámparas deben ser retocadas, eran de la madre de Chris y tienen un valor sentimental muy importante para mi marido.

Me muevo a su lado de la cama, verificando la suya primero para ver qué tan deteriorada se encuentra.

Leves rasguños y la pintura un poco caída.

Algo llama mi atención, frunzo el ceño dejando de lado la lámpara, entre los dedos atrapo el artefacto, una pulsera.

Tomo asiento al borde de la cama, cruzando las piernas e inspeccionando el objeto.

No es mía, no suelo usar ese tipo de prendas, es más...juvenil que para una mujer de mi edad y que yo recuerde no se la he visto a mi hija, más no lo descarto, Bella tiene tantas cosas que aún se llevó maletas de ropas y demás y siguen gran parte de sus pertenencias abarcando el closet y más.

Sin embargo, la pulsera llama tanto la atención de mi parte, es artesanal, está un poco gastada, pero es delicada en tonos rojos y cafés, algo muy tradicional y cultural.

Eso me extraña, Bella cambia de accesorios según se cambia de ropa.

Con esta niña nunca se sabe.

—Eli, ¿Has visto mi sello...? —miro en dirección a mi esposo con el objeto en la mano.

Su expresión cambia a una pálida y de sorpresa.

Vaya, vaya.

—No, mi amor, pregúntale a una de las chicas, debieron moverlo hace unos instantes cuando fueron a limpiar —respondo. Levanto mi cuerpo posándome firme frente a él —. Estaba en tu mesita de noche, supongo que es de Bella, la llevaré a su habitación.

Me quita la pulsera en un movimiento rápido.

—Yo lo hago —alega, dejándome más confundida aún —. ¿Qué hacías en mi mesilla de noche?

La pregunta me desencaja la mandíbula de la sorpresa, mi boca abierta es la prueba de ello.

—¿Perdón?

Quiero en verdad saber si escuche bien o solo es una pesadilla, imaginaciones mías por la tensión surgida.

—¿Qué que hacías husmeando? —reitera.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora