Capítulo 9: El Efecto de un Beso.

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DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi pero la historia es mía, por lo que NO AUTORIZO para que ésta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 9: "El efecto de un beso"

Tenía sus manos sobre su pecho con una primera intención de apartarse, pero ahora, como había cedido, las mantenía presionadas sobre su camisa pudiendo incluso percibir el calor de su cuerpo.

Kagome mantenía su boca firme sobre la suya hasta que Inuyasha, sin poder contenerse más, la atrapó con la suya y la instó a separar los labios para poder ahondar en su beso y tocar con su lengua la de ella. Sólo ese movimiento logró despertarla de su rendición, entonces abrió los ojos y se apartó de súbito del hombre que, perdido en sus emociones y deseo, no alcanzó a reaccionar. Ella lo miró con la boca entreabierta, atónita, sonrojada y jadeante, él mantuvo su mirada sobre la suya, seria, brillante, arrebatadora. Kagome sin saber qué hacer y temblando por completo bajó la vista aun sin dar crédito a lo que había pasado, tuvo el fugaz pensamiento que quizás había sido una ilusión, pero de inmediato sabía que eso no era cierto porque aun sentía el ardor de sus labios sobre los suyos y el gusto fresco de su boca posesiva. Casi en shock volvió a alzar sus ojos a él y su rostro adoptó la expresión casi del horror. Inuyasha tragó con fuerza, su mirada se mantenía fija en la de ella, por un momento todo pareció detenerse. El tiempo, el espacio, todo, hasta sus pensamientos dejaron de funcionar. Pero luego se acercó con lentitud hasta la joven que se sintió pequeña cuando se obligó a alzar la mirada para estar a su altura, cuando él posó su mano en un brazo y volvió a atraerla hacia su pecho Kagome volvió a rendirse ante su beso, un beso que la sumergió en lo más profundo de un sentimiento cálido, hermoso, desconocido. No podía luchar contra él aunque quisiera porque las fuerzas se habían desvanecido y el beso hambriento, ardiente y a la vez tierno la apartó de la realidad, sólo pudo dejarse llevar por el momento, turbada, desconcertada y perdida, pero luego fue capaz de responderle al beso, se puso en puntitas y cuando lo hizo sus manos se aferraron con fuerza a la camisa arrugándola sobre su pecho, las manos de Inuyasha se aferraron con fuerza a su espalda para aproximarla aun más a su pecho y ahondar el beso, hasta el punto de casi dejarla sin aliento. La falta de aire hizo que recuperara nuevamente las fuerzas, o lo que le quedaba de ella, y lo empujó ocultando el rostro entre sus manos debido a la vergüenza.

Inuyasha la observó tratando de calmar aun su agitación. Al verla así, sin siquiera mostrar el rostro, temblando y casi sollozando, él se dio cuenta que quizás había cometido una de las torpezas más grandes de su vida...

Probablemente... ella no sentía lo mismo que él...

Kouga... susurró su cerebro haciéndolo de inmediato hervir de rabia y celos. Por supuesto, debía haberlo imaginado ¿para qué obviarlo? Aunque ella había rechazado su propuesta de matrimonio y clamaba que lo quería pero no de la misma forma en que él lo hacía (porque eso era lo que Inuyasha recordaba haber escuchado en una de las conversaciones nocturnas de aquellos dos), no significaba que en verdad fuera cierto... quizás sí sentía algo por él... por ese...

Bajó la vista sintiendo que la rabia se disipaba y daba paso a la desilusión, el desconcierto y también la pena. ¿Y qué podía hacer? Por supuesto no debió haber actuado de esa forma tan impulsiva con ella... qué tonto era... ¡qué idiota era! ¿pero en qué estaba pensando? ¿qué diablos estaba haciendo? ¿No le bastaba con lo que había sucedido en Tokio? ¿No le bastaban los líos en que estaba metido? Diablos ¡diablos! Idiota ¡estúpido Inuyasha!

Y entonces adoptó aquella actitud altiva, orgullosa y ruda con la que había llegado a la isla, sin mirar a la joven que aún no se atrevía a dar la cara, se puso las gafas de sol y luego subió a la motocicleta, haciendo rugir de forma estruendosa el motor de ésta. Fue ahí que Kagome apartó las manos y poco a poco se atrevió a dirigir la mirada a él. Su corazón aun latía desbocado y el cuerpo seguía temblando pero en el momento en que pudo ver su expresión y cuando de pronto él dirigió el rostro a ella frunciendo el ceño, a la muchacha le pareció que se le helaba la sangre.

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