Capítulo 30: ¿Qué Has Hecho?

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que ésta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 30: ¿Qué Has Hecho?

Fijó sus ojos en Inuyasha con aprehensión, casi arrepintiéndose de la mentira que había dicho, más aun cuando lo vio que la observaba como si le hubieran clavado un puñal en el pecho. Él tenía los ojos muy abiertos, impresionado, su expresión era de infinito dolor y además de eso, de horror y desilusión, su boca se encontraba semi abierta, como si quisiera decir algo pero no fue capaz de moverla, su cuerpo estaba tenso y firme, como el de una estatua.

Kagome se obligó a apartar la vista de él, de pronto sintió náuseas y que las piernas le temblaban tanto que perdería el equilibrio. Se excusó en un murmullo para salir de ahí mientras Inuyasha seguía en estado de shock, sin reaccionar aun, incapaz de procesar lo que ella había dicho.

Quizás estaba soñando...

La joven sirvienta caminaba a penas jadeando y sintiendo que se desmayaría, sudaba copiosamente y de pronto sintió una punzada dolorosa en el estómago. Hizo una mueca y caminó un poco más para alejarse de la casa, ya casi imaginaba que Inuyasha vendría en busca de explicaciones. Caminó un poco más y se sentó finalmente bajo la sombra de un añoso árbol. El pasto que lo rodeaba estaba seco ya pero no importó a la muchacha, sólo necesitaba descansar y pensar que lo que había hecho había estado bien.

- No... no me arrepiento...- Musitó, apoyando la cabeza en el tronco y entrecerrando los ojos.

No. Era eso lo único que se le había ocurrido para que Inuyasha dejara de presionarla, obligarla más bien, a que lo acompañara a Tokio y que se convirtiera en su amante. Sólo recordar aquella horrible propuesta le provocó un dolor insoportable en su corazón ¿cómo se atrevía? ¿cómo? Ella, que lo amaba tanto, que había creído en sus promesas de amor y vida juntos... que incluso había aceptado el que Inuyasha debía cumplir su "deber" dejándolo ir, dejándolo libre para que fuera feliz sin decirle que iba a ser padre, porque sabía que se esperaba mucho de él, era el heredero de los Taisho, su padre tenía grandes expectativas con su hijo menor, Inuyasha ya había sufrido demasiado con el embarazo falso de una mujer de dudosa reputación, si ahora el mundo se enteraba que una simple sirvienta le daría un hijo eso quizás mataría al patriarca de la familia y destruiría la vida de Inuyasha... no, no se lo diría, jamás se lo diría... había tenido esa consideración para él e Inuyasha se lo pagaba humillándola aun más... estaba loco... completamente loco....

Tenía que marcharse de ahí, ahora o nunca. Tenía que hacerlo. No importaba cómo viviría o como cuidaría de un niño sola, pero era la única alternativa para salir de ahí, escapar de las garras de Inuyasha, de su locura, de amor demente. Porque sabía que la amaba pero también sabía que estaba obligado a cumplir y reparar el error de Kagura con su padre.

Era la única opción.

Apretó los labios y comenzó a sollozar. ¿Por qué tenía que ser así? ¿por qué tenía que haberse enamorado de él y no de otro? ¿por qué tenía que haber quedado embarazada? ¿y por qué Inuyasha tenía que amarla tanto como para sugerir aquella idea tan descabellada? Recordó sus ojos dorados enloquecidos y su sonrisa burlona y cruel, acompañada de palabras hirientes. Iba a obligarla, iba incluso a someterla a la fuerza haciendo de acopio su condición de Amo y Señor.

Estaba loco ¡loco! Humillarla de esa forma, obligándola a vivir en un lugar horrible y teniendo que ver a diario a la que iba a ser su esposa... estúpido Inuyasha, estúpido...

Ocultó el rostro con sus manos y lloró. Quizás hubiera sido mejor no haberlo vuelto a ver... quizás hubiera sido mil veces mejor no haber cedido, rendido ante él aquella misma noche.

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