Capítulo 34: Confusión

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen, la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 34: "Confusión"

La puerta se abrió y un número de seis hombres, vestidos todos de impecable traje negro, anteojos oscuros y micrófonos en sus oídos comunicándose entre si, entraron a la habitación sin pedir permiso siquiera y comenzaron a revisar el departamento completo.

Izayoi se había quedado con las palabras en la boca mientras Kaede intentaba sostenerla, aunque en realidad la anciana buscaba la protección de ella, inmóviles y asustadas en un principio, pero luego, cuando vieron a Inu Taisho, tan irritado y altivo como sólo ese hombre podía estarlo, comprendieron que en realidad era cosa de él y no malhechores que intentaban asaltar el departamento de Inuyasha.

- Así que eras tu...- Masculló Izayoi apartándose del lado de su cocinera y enfrentándose al anciano que no reparó siquiera en mirarla. Tras él apareció una alta y hermosa muchacha vestida completamente de blanco, sollozando y siendo consolada por Seika.

- ¿Dónde esta el maldito de Inuyasha?- Exclamó el anciano estudiando rápidamente con la vista el departamento.

- No hay nadie más que las mujeres, Señor- Exclamó un guardia de seguridad mientras recibía al instante un mensaje por el audífono que colgaba de su oído- ¿Si? Aquí tenseiga... Afirmativo.- Miró al anciano con el rostro inescrutable- Su automóvil no esta en el estacionamiento subterráneo. No debe estar en este edificio.

- Bastardo...- Gruñó el hombre, apretando los puños de sus manos.

En ese mismo instante Izayoi lo abofeteó, todos los guardias se acercaron en un segundo para inmovilizarla pero el anciano alzó una mano lo que dejaba la acción incompleta. Seika abandonó a Kikyo y encaraba a la menuda mujer de Santorini.

- ¿Cómo te atreves?

- Seika, será mejor que te vayas, este asunto le concierne a ella y a mí, puesto que Inuyasha es nuestro hijo.

La pálida mujer apretó los labios y le dio una mirada furibunda al hombre y luego a Izayoi que la enfrentó con serenidad. Finalmente la altiva mujer alzó la barbilla en señal de desprecio y volteó, para salir de la habitación. Nadie se esforzó en fijarse en Kikyo que parecía muy conmocionada y llorosa aun y que se paseaba con lentitud por la sala, como si no supiera qué hacer.

- Tu sabes donde esta... por supuesto...- Dijo finalmente el anciano clavando su mirada ámbar intensa y cruel en la mujer.

Izayoi tragó y aparentó serenidad, aunque la verdad le había causado un gran impacto volver a ver a aquel que tanto había amado y esperado... y del cual poco a poco se había desilusionado.

- Déjanos a solas, Kaede, por favor- Dijo en cambio la mujer, sin mirar a la anciana que puso cara de desagrado ante la orden pues no veía con muy buenos ojos el dejar a su Señora con ese hombre tan cruel. Dudó un par de segundos antes de decidir a marcharse a la cocina.

Inu Taisho miraba con rencor a la que había sido su esposa y no tuvo ninguna clase de compasión por ella, ni siquiera al notar lo extremadamente pálida y débil que se encontraba producto de su reciente operación.

- Me miras como si me odiaras- Dijo ella valientemente, sin un atisbo de dolor por ello. Al contrario, era una afrenta para desengañarse de una vez de ese hombre.

- Como no hacerlo. Tú sólo traes problemas a mi vida.

- ¿Lo dices por lo que pasó hace años atrás?- Ella arrugó el ceño- Vamos, sé sincero de una vez por todas, estabas aburrido de la vida de Santorini, me tendiste una trampa astuta sólo para deshacerte de mi y llevarte a mi niño.

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