DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.
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Capítulo 32: "Secreto al descubierto"
Tokio, Japón.
Desde que había regresado con su madre de Santorini, su prometida parecía mirarlo de una forma distinta, la actitud tranquila e incluso sumisa había cambiado radicalmente a una casi rencorosa y amargada. Ella le reprochó su imprevisto viaje y la poca confianza que tenía en la que sería su esposa en menos de un mes. Con respecto a eso, Inuyasha tuvo que aclarar que debido a la enfermedad de su madre no encontraba atinado tener que hacerlo cuando ella estaba en tan delicado estado de salud. Por supuesto aquella noticia le cayó como balde de agua fría. Lloró, maldijo, lo increpó y luego se marchó desapareciendo por un par de días.
Aquella vez su propio padre lo increpó duramente por haber viajado sin avisar y cuando se enteró que él había vuelto con su madre Izayoi, el anciano se había sorprendido y luego, no había dicho nada más, dejándolo y desapareciendo de Tokio por un par de semanas.
- ¿Le dijiste que estaba aquí?- Había preguntado su madre, sorprendida.
- Esperaba que entendiera mis razones de porqué volví a Santorini...- Se explicó, exhausto ante tantas discusiones e incomprensiones. Se masajeó las sienes y se sentó pesadamente en su sofá favorito, ese que daba hacia la ventana y desde donde podía admirar gran parte de la ciudad. Aunque era de noche, no eran visibles las estrellas debido a la contaminación y también a la abundancia de luces artificiales del gran Tokio. Inuyasha suspiró añorando los cielos estrellados y mágicos de la isla griega.
- No deseo que tengas problemas por mi causa... el posponer tu boda por mi tampoco es buena idea...- Musitó Izayoi apenada y sintiéndose casi una piedra en el zapato de Inuyasha. No conocía aun a la "prometida" pero imaginaba lo desilusionada que debía estar debido al cambio de planes de su hijo.
- ¡Feh! Sería desatinado hacerlo estando usted tan enferma... no, aunque no lo crea me queda algo de corazón y sensibilidad así que sé que... en este caso al menos, he tomado la decisión correcta... Ella entenderá.
- Pero tampoco quiero incomodarte en esta casa... podrías conseguirme otro departamento para mi... seguro tu novia viene a este lugar, debe ser el refugio de ustedes dos.
Inuyasha se quedó mirando el cielo oscuro y sonrió con burla al escuchar las palabras de su madre ¿qué pensará? Que seguramente Kikyo y él llevaban una relación "normal" de pareja y que eso implicaba el tener ya intimidad... qué equivocada estaba.
- No, madre, no hay problema en eso... se quedará aquí para así estar yo tranquilo. Este lugar es suficientemente amplio para nosotros tres...- Volvió el rostro a la mujer y sonrió apenas- Tú, yo y la anciana Kaede.
Izayoi sonrió mientras se acercaba con lentitud hasta donde estaba su hijo, allí, posó ambas manos sobre sus hombros y se quedó observando el paisaje que ambos tenían en frente. Jamás había visto tantos gigantescos edificios completamente iluminados, casas, letreros de colores, ruedas de parques de diversiones, la torre de Tokio a lo lejos al igual que el muelle completo de la bahía. La ciudad resplandecía como una joya de incalculable valor bajo la oscuridad siniestra del cielo nocturno. Era extraño y nuevo para ella, pero también fue impactante.
- Que... qué hermosa se ve la ciudad... podría decir... que es más hermosa que Santorini...
Inuyasha suspiró y cerró los ojos, añorando la brisa fresca con olor a mar, las campanadas en medio de una noche silenciosa de la inglesa bizantina, el rumor del oleaje de aquel mar tan limpio y puro y los besos suaves y apasionados de Kagome, en sus brazos.
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Por favor, ámame.
RomanceEscapando de intrigas y problemas que aparentemente no tenían solución, Inuyasha busca el descanso y la libertad en tierras muy lejanas, encontrando allí a la joven que conocía desde la infancia y que ahora cambiaría su vida por completo.