Capítulo 11: Promesa de un Taisho.

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que ésta se modifique o publique en otro lugar. Derechos Reservados.

Capítulo 11: "Promesa de un Taisho"

La joven reaccionó e intentó soltarse, deslizó las manos que se aferraban a su cuello como si sólo de él dependiera su vida, y se apartó, aunque sólo fue un par de centímetros que su torso se alejó de él porque sintió las manos del hombre aferrarse con fuerza desmedida a su cintura y su boca atrapada en un beso más osado que antes. Se sonrojó y sobresaltó pero las emociones que sintió amenazaron con hacerle perder la cordura. Una fracción de segundo bastó para recuperarse y apartar violentamente la boca de la de Inuyasha, sabía que si volvía caería y no sería dueña de sus actos. El muchacho respiró con agitación al igual que ella, no, mucho más que ella, la miró un instante mientras Kagome le devolvía la mirada entre asustada y confundida. Él finalmente hizo una mueca con sus labios, algo así como una sonrisa irónica, y para apaciguar su estado de excitación dejó caer la cabeza en el hombro de la joven y sus manos se aflojaron en su cintura.

Kagome entrecerró los ojos y sintió su piel aun erizarse producto de aquel beso, sabía lo que significaba, ella no era una niña, pero sí le produjo algo de temor a aquellas sensaciones, quizás las cosas iban demasiado rápido.

Inuyasha en ese instante apartó la cabeza de su hombro con la respiración ya completamente normal, la miró y sonrió sólo para tranquilizarla, sin embargo por dentro sintió un leve y extraño malestar por verla de esa forma. No quería asustarla, por nada del cielo quería hacerlo. Le dio un beso en la frente y se alejó caminando lento a la cama en donde se hundió en ella.

- ¡Feh! Si te quedas más tiempo aquí no me hago responsable de mis actos.

Kagome volteó y lo miró, intentando sonreír a lo que parecía una broma, pero al enfrentarse a la mirada ardiente y oscura de Inuyasha, ella supo que no era así.

Acercó a tientas tras suyo la mano a la perilla de la puerta mientras mantenía la sonrisa nerviosa.

- Tú me obligaste a venir...

- Vete...- Murmuró con fingida voz siniestra mientras sonreía.

Kagome sonrió y finalmente su mano temblorosa dio con su objetivo. Aliviada, suspiró profundamente y la abrió. Se quedó entre ella y el pasillo sólo para mirar una vez más a Inuyasha. Tenía que decírselo.

- Por cierto...- Murmuró, bajando aun más la voz para no ser escuchada por alguien que no fuera Inuyasha-... no... no te hubieras molestado en ofrecerte a acompañarme a mi fiesta de graduación. En serio...- Frunció el ceño. Casi no lo imaginaba a él en un gimnasio mal decorado con muchachos infantiles y "campesinos"-... no es necesario porque la verdad...- Prosiguió rápidamente bajando la vista.

Él agudizó la mirada en ella que esquivaba la suya.

- Dije que iría ¿Qué no lo entiendes?

Kagome lo miró, confundida.

- Entender... ¿qué?

Inuyasha mantuvo la seriedad de su rostro. Él se sorprendió a sí mismo por lo que iba a decir. Pero... era la necesidad irresistible, impensable e irrazonable de tenerla a su lado. Increíble, pero se alegró de tener aquellos sentimientos. Sonrió apenas mientras ella aun lo observaba expectante. Finalmente musitó.

- Quiero esta contigo.

Se podía quedar sin aliento debido a sus besos impetuosos o caricias... pero Kagome nunca pensó que podía también suceder por un par de palabras dichas por él. ¿Cómo era posible que Inuyasha, el niño engreído, malcriado de su niñez, el adulto amargado y altanero que conoció después, llegara a convertirse en... el hombre seductor y apasionado que tenía en frente? Tragó fuerte y finalmente le devolvió la sonrisa.

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